_
_
_
_
_
el pulso
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vallas para no salir y vallas para no entrar

En los primeros siglos de la civilización se cercaban las ciudades para resistir los asedios y proteger la propiedad privada. Las murallas políticas de nuestros días son cosa distinta

Soldados vigilan la separación entre las dos Coreas junto al mar Amarillo.
Soldados vigilan la separación entre las dos Coreas junto al mar Amarillo.Damir Sagolj (Reuters)

En 1987, el presidente Ronald Reagan pronunciaba un encendido discurso en la berlinesa puerta de Brandeburgo, ante el antiguo muro de Berlín, dos años antes de que los habitantes de los dos lados de la ciudad, ávidos de libertad, lo derribaran a martillazos: “Señor Gorbachov, abra esta puerta. Señor Gorbachov, derribe este muro”, clamó.

Cinco años después, Estados Unidos comenzaba a construir en su frontera de Tijuana una valla de tres metros de altura y algo más de cien kilómetros de longitud para contener la inmigración masiva de latinos a sus territorios, los llamados “espaldas mojadas”. Hoy, los vallados que se extienden en la misma frontera alcanzan más de mil kilómetros y en muchos puntos superan de largo los seis metros.

La obsesiva afición por los muros es casi tan vieja como la humanidad. En los primeros siglos de la civilización se cercaban las ciudades para resistir los asedios de los ejércitos enemigos, como sucedió en la anciana Troya –el más famoso sitio de la antigüedad–, pero también se alzaban, y siguen alzándose, vallas y cercados para proteger la propiedad privada. Sin embargo, las murallas políticas de nuestros días son cosa distinta.

El viejo muro urbano de Berlín se construyó a lo largo de 47 kilómetros para evitar la diáspora de una población harta de años sin libertad ni prosperidad: se alzó, pues, para prohibir salir a los hombres y mujeres de un mundo desengañado en busca de un mundo mejor. El de Tijuana, sin embargo, se levantó para impedir, no la salida, sino la entrada a quienes huyen de un mundo miserable en pos de un mundo ideal. En España hemos alzado desde 1998 otro parecido en nuestra frontera de Melilla, que a lo largo de 12 kilómetros separa los pobres territorios del Magreb de la supuestamente opulenta España. No es un vallado tan sofisticado como el de Tijuana, pero es ciertamente más perverso, con sus cuchillas para cortar las manos de los que pretenden saltarlo.

Los vallados que levantó EE UU en su frontera con México alcanzan más de mil kilómetros

El más antiguo muro político del mundo quizá sea el que separa las dos Coreas desde el año 1953. No es propiamente una muralla, sino un territorio desmilitarizado de 238 kilómetros de largo y una anchura de 4, protegido por alambradas y fosos. Resulta curioso que en esta franja se hayan refugiado un buen número de especies animales a las que nadie molesta; entre otras, el leopardo de Amur y el tigre de Siberia. ¿Quién podía imaginar que un espacio ideado militarmente se iba a convertir en una suerte de zoológico?

Ahora, Marruecos y Argelia levantan nuevas vallas en algunos puntos de la frontera terrestre de 1.599 kilómetros que les separa desde 1964. Las razones para construirlas se basan en la gran cantidad de contrabando que se registra en la larga franja fronteriza. Por esas regiones discurren fraudulentamente, de Marruecos a Argelia, los cigarrillos americanos, ropas de marca, electrodomésticos y hachís; y en sentido contrario, la gasolina y un peligroso medicamento psicótico, usado en psiquiatría, que produce alucinaciones al mezclarlo con el cannabis. El karkubi, lo llaman en Marruecos, asuela los colegios y universidades.

Mohamed VI ha dicho, mientras empezaba a levantar sus propios vallados: “El cierre de la frontera no es compatible con la lógica de la historia”. Ya ven que sí es posible ponerle puertas al campo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_