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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Con la ciudadanía por delante

El tándem Rajoy-Gallardón planteó la reforma de ley del aborto como una cruzada y ha hecho el ridículo

Josep Ramoneda

Hay momentos en que los ciudadanos van por delante de los que gobiernan. Y este es uno de ellos. El fiasco de la ley del aborto del PP lo confirma. El presidente José Luis Rodríguez Zapatero entendió que la sociedad española se había liberalizado enormemente en materia de moral y costumbres, y adaptó la legislación a esta realidad. El PP puso el grito en el cielo, salió a la calle de la mano de la jerarquía eclesiástica y profetizó una profunda división de la sociedad. El PP, herido en su narcisismo por la derrota electoral, hizo una oposición frontal con estos temas, pero también con la lucha antiterrorista y con el estatuto catalán, de la que ahora se pagan las consecuencias. La nueva ley del aborto o la del matrimonio homosexual entraron en vigor sin que nada se rompiera en España.

El PP regresó al poder con un proyecto de restauración conservadora. Ante el malestar generado por el incumplimiento de sus promesas electorales en materia económica, anunció una ruidosa batería de propuestas de carácter regresivo, con pérdidas significativas de derechos y libertades, para provocar el cierre de filas en su electorado. Desconocedor de su propia gente, vio con desconcierto cómo la reforma del aborto irritaba a buena parte de los suyos. El tándem Rajoy-Gallardón la planteó como una cruzada y ha hecho el ridículo. Ha caído el ministro.

Los votos han podido más que los principios y los obispos
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¿Por quién doblan las campanas? Este desajuste entre el PP y la sociedad normalmente sería el anuncio de un final de etapa. La suerte del Partido Popular es que el PSOE todavía habita en el desconcierto. Y le cuesta sintonizar con una ciudadanía que pide cambios de fondo. Si el PSOE perdiera el miedo, podríamos estar en el preludio de la derrota del PP, pero está demasiado pegado a la derecha en la defensa del statu quo. La razón patriótica le da a entender que el caso catalán limita su margen de maniobra y le obliga a vivir a la sombra del Gobierno. Por eso el PP ha decidido convertir la batalla frontal contra el soberanismo en su carta principal para las próximas elecciones. Así tiene al PSOE bien atado.

Los votos han podido más que los principios y los obispos. Han sido un antídoto contra el sectarismo. Pero abruma tanta frivolidad. El proyecto de ley del aborto era del Gobierno, pero paga Alberto Ruiz-Gallardón. ¿Es de fiar un jefe que sobrevive sembrando la escena de cadáveres políticos? Dice Rajoy que “no se podía seguir adelante con una ley que el próximo Gobierno fuera a derogar en el minuto uno”. ¿Por qué no aplicó este principio a otras leyes como la de educación o la reforma laboral?

Demasiado cinismo. ¿Sera qué Rajoy cuenta con que el Tribunal Constitucional le haga el trabajo que él no ha osado hacer? La ciudadanía se mueve y a la política le cuesta seguirla. El futuro será de quien sepa restablecer la sintonía. 

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