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DECORACIÓN

Autorretrato en estantería

El diseñador Darragh Casey lleva años intentando contar su vida y la de sus amigos a través de los objetos que poseen

Anatxu Zabalbeascoa
Darragh Casey en su estantería.
Darragh Casey en su estantería.

El narrador de la novela de Javier Marías Todas las almas (1989) observó que rastreando el cubo de basura se podía acercar uno a la vida privada de las personas. También la artista francesa Sophie Calle firmó en la serie Hotel (1983) una investigación fetichista perpetrada en una pensión de Venecia donde fotografió las huellas de los ocupantes de las habitaciones. Calle se empleó como camarera para poder acceder a esas estancias, llenas de los enseres de los turistas, pero sin ellos. Su trabajo describió personas que no llegan a verse. En esa línea de hablar de las personas a partir de sus objetos, el diseñador Darragh Casey lleva años componiendo autorretratos en estanterías. No es que capture su propia imagen. Lo que hace es tratar de definir a las personas que fotografía a partir de sus objetos en baldas.

Casey comenzó a interesarse por la identificación entre diseño y usuario cuando estudiaba Bellas Artes en Dublín. Luego, en la escuela Central St. Martin’s de Londres, relacionó posesiones, muebles, cuerpos y vida cotidiana. ¿Puede lo cotidiano representar lo más importante? ¿Dónde quedan emociones como la pasión, la esperanza o el miedo? ¿Pueden los muebles de producción industrial hablar de nosotros?

Como experto en estanterías (las había hecho para toda su familia y amigos), Casey conocía bien la relación entre las personas, las viviendas y los estantes. Por eso pensó en los Shelf Portraits. Para realizar los retratos ha tenido que hacer de todo: de fotógrafo a coordinador, y de atrezzista a terapeuta. “Escuchándoles, a veces me sentía más como un psicólogo”. Ayudaba a plantearles el dilema ante un incendio. ¿Qué salvarían? “Curiosamente, no todos elegían el ordenador. No podemos vivir sin él, pero es la memoria la que juega un papel en nuestra identidad”.

Casey explica que este es un proyecto sobre las pequeñas diferencias y sobre lo que tenemos en común los seres humanos. Ideó primero una estructura metálica capaz de sujetar objetos y personas. Quería meter a sus retratados en las estanterías de la misma manera que uno coloca sus trofeos. Los primeros fueron sus familiares. Su abuela Nana resultó la más difícil: “Vive en Irlanda y estaba dispuesta a ayudar, pero no quería fotos. Al final cedió y le gustó hacerlo”.

Sus padres y sus hermanos también soportaron horas encaramados, e incluso ayudaron a montarlas. Casey explica que para él su familia y sus amigos son lo más valioso que puede mostrar. Por eso los subió a la estantería. Inmortalizar los objetos de cada uno de sus seres más cercanos compone el gran autorretrato que este diseñador irlandés, colaborador de Vogue y Camper, ha realizado de sí mismo.

Todos los participantes tuvieron que pensar en sus prioridades para decidir qué les representaba. No fue difícil, “al final a la gente le gusta hablar de sí misma”, explica. “Es la suma de cómo somos, cómo fuimos y cómo queremos que nos vean”. La abuela hizo pan y un amigo, James, que atravesaba un mal momento y había vendido casi todo, decidió que lo único con lo que se identificaba eran sus pinceles.

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