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La OCDE advierte de que vuelve el riesgo de deflación a la zona euro

El club de los países industrializados sugiere que el BCE destine hasta 700.000 millones a la compra de bonos públicos

Alejandro Bolaños
La sede del Banco Central Europeo (BCE) en Fránfort
La sede del Banco Central Europeo (BCE) en FránfortBloomberg

Con siete años de crisis encima, la zona euro apenas se ha separado unos palmos del precipicio, que ahora reviste la forma de muchos años más de estancamiento, lo que amenaza con perpetuar los altos niveles de desempleo y deuda que afligen a varias economías, con la española entre las más afectadas. El último análisis global de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), publicado este martes, no solo vuelve a situar a la eurozona como el principal contratiempo para el crecimiento mundial, sino que tampoco duda en desenterrar un viejo fantasma: el riesgo de deflación.

El informe de otoño de la OCDE, organismo que aglutina a 34 países industrializados, reitera las previsiones adelantadas con motivo de la última cumbre del G20, celebrada a mediados de mes en Brisbane (Australia): una nueva ralentización del crecimiento mundial —apenas por encima del 3% este año, y por debajo del 4% hasta 2016—, motivada por el frenazo en la zona euro y Japón, que incluso vuelve a probar la hiel de otra recesión. La economía española es de las pocas que sale bien parada, con una revisión al alza, aunque más tímida que la adelantada por el Gobierno español (un crecimiento del 1,7% en 2015, frente al 2% del pronóstico oficial). Y con tasas de desempleo aún por encima del 23% los dos próximos años.

En lo que es mucho más explícito el equipo técnico de la OCDE, comandado por la nueva economista jefe de la organización, la estadounidense Catherine L. Mann, es en identificar los riesgos para estos pronósticos tan poco boyantes. La zona euro, con el crecimiento y la inflación al borde del 0%, las implicaciones de frenar el rápido endeudamiento chino y los episodios de elevada volatilidad que otea en los mercados financieros, centran sus preocupaciones.

Aun cuando el leve crecimiento de la zona euro (un exiguo 0,2%) en el tercer trimestre alivió momentáneamente la sensación de urgencia, la OCDE considera que la amenaza sigue ahí, y que es muy real. “La continua debilidad de la actividad económica y la inflación pueden llevar a nuevas caídas en las expectativas de inflación y golpear la confianza de los inversores”, señala el informe. Según los técnicos del organismo internacional, los Dieciocho están a un solo revés económico (ya sea por cuestiones geoestratégicas, por choques financieros o porque la coyuntura de un país relevante defraude) de “una verdadera deflación”, una caída persistente y prolongada de los precios que haría más difícil aún pagar la deuda, desincentivaría el consumo y la inversión empresarial. El resultado: otra recesión y más desempleo, cuando apenas acaba de empezar a bajar.

Para alejar lo más posible este riesgo, la OCDE, uno de los paladines de la ortodoxia, destaca la necesidad de acelerar la puesta en marcha de medidas poco convencionales. Por lo pronto, cree que el ajuste fiscal en la mayoría de los países de la zona euro (no en España, Grecia o Portugal) debe ralentizarse, anima a usar al máximo las excepciones incluidas en el Pacto de Estabilidad, e incluso saluda los polémicos planes presupuestarios de Francia e Italia.

Recupera su tradicional mensaje de que la mejor forma de elevar el crecimiento es mediante reformas estructurales. Pero esta vez el receptor no son los países de la periferia europea, sino los “países centrales” de la zona euro, en referencia cada vez menos velada a Alemania.

Y, sobre todo, reclama al Banco Central Europeo que apriete el acelerador de las medidas heterodoxas. Tras analizar las decisiones ya adoptadas por el Consejo de Gobierno que preside Mario Draghi (subastas condicionadas a la concesión de créditos, tasas negativas a los depósitos, bajada del tipo de interés al 0,05% y programas de compra de cédulas hipotecarias y titulaciones de deuda), concluye que pueden no ser suficientes para elevar el balance del BCE, menguante en las dos últimas semanas, en un billón de euros más, hasta el 30% del PIB, nuevo objetivo confeso del banco central para reactivar el crédito y los precios.

Con una previsión de inflación que apenas llegará al 1% en los dos próximos años, la OCDE insiste en que al supervisor del euro aún le queda el cartucho de “compras de bonos públicos, condicionada al peso de los países de la zona euro, y de bonos empresariales”, la culminación del quantitative easing, que ya emplearon EE UU y Reino Unido, y que tanta oposición desata en el Bundesbank alemán.

La OCDE incluso, a pie de página y con cautela, se basa en las experiencias de la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra para argumentar que “el BCE tendría que hacer una compra de bonos equivalente al 7% del PIB de la zona euro”, unos 700.000 millones de euros, para alcanzar un resultado significativo en la rebaja de los tipos a largo plazo y en estimular la economía de los Dieciocho un 1% adicional. Cálculo que, a buen seguro, estarán encima de la mesa del próximo Consejo de Gobierno del BCE, el próximo 5 de diciembre.

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