Kafkiano es una palabra que se escucha constantemente estos días en Avilés. El adjetivo, que el saber popular robó a la literatura comparada, sirve bien para definir la incomprensión impotente ante el conflicto político en torno al Centro Niemeyer. De un lado, el Principado de Asturias, presidido por Francisco Álvarez-Cascos.
En contadas ocasiones, es el cine quien influye en la vida y no, como es habitual, al revés. A inicios de esta semana, en una sesión especial, el Parlamento iraquí asistió a la proyección de Son of Babylon, que algunos diputados ya habían visto: fue la película que representó a Irak en los Oscar del año pasado.
PATRICIA TUBELLA | Londres
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JUAN CRUZ
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