Un cero en oratoria
ELISA SILIÓ | Madrid
Con independencia de saberse la lección o no, cuando a un adolescente le llaman a la pizarra le embarga el pavor escénico. Es más que habitual que el reo esquive entonces la mirada, juegue con el boli, cruce los brazos, se atuse el pelo nerviosamente y no encuentre las palabras adecuadas para hacerse entender, sea gritando o para el cuello de su camisa.