Kafka en una prisión peruana
Imagina una celda de cinco por cinco metros en la que cohabitan setenta mujeres. Sin apenas luz natural, sin espacio para estirarse. Imagina que de repente tú ya no eres tú, sino una traficante de drogas internacional, sobre la que pesan once órdenes de busca y captura. Imagina que estás de vacaciones y terminas hacinada en un penal que está denunciado por Naciones Unidas, y compartes celda con auténticas narcos, terroristas y alguna inocente.