INVASIÓN EN PANAMÁ
Tropas de elite de las fuerzas de invasión de EE UU barrían ayer a tiros las calles de la capital de Panamá y de otras ciudades del país del Canal para completar su ocupación y derribar el régimen del general Manuel Antonio Noriega. El fotógrafo enviado especial de EL PAÍS Juantxu Rodríguez fue una de las víctimas de la actuación indiscriminada de los invasores, que, con sus caras pintadas, parecían considerar a cualquier transeúnte miembro de los Batallones Dignidad de Noriega, aunque portase bandera blanca, carné de periodista o cámaras.
Varias decenas de militares y algunos civiles aparecen implicados en una red de venta ilegal de bienes del Ejército, especialmente prendas. La base central de estas operaciones está en Fuenlabrada (Madrid) y tiene ramificaciones en numerosos puntos de España, según fuentes castrenses. Los únicos detenidos hasta ahora -cuatro tenientes, seis suboficiales y dos civiles- se encuentran en estos momentos en libertad condicional. Un comandante murió el martes en Burgos, aparentemente en un suicidio, poco antes de que se le tomara declaración sobre el caso.Las investigaciones se iniciaron en 1987, a raíz de que se interceptara una furgoneta cargada con prendas del Ejército. Los ocupantes del vehículo no pudieron justificar su traslado. Las investigaciones policiales llevaron hasta un gran almacén, regentado por civiles y ubicado en Fuenlabrada, (Madrid), en el que se requisaron grandes cantidades de prendas y otros bienes del Ejército casi sin estrenar.
Una manifestación de 10.000 personas, convocada en Bucarest en apoyo de Nicolae Ceaucescu, se transformó en una gran protesta contra el dictador, con gritos de "¡Abajo Ceaucescu!", que alcanzó ribetes de levantamiento popular y fue reprimida a tiros por las fuerzas de seguridad. Estas llegaron a lanzar sus carros de combate contra la multitud. Fuentes yugoslavas y húngaras estimaban entre 20 y 50 el número de muertos. Otras informaciones, confirmadas en Hungría, se refieren a enfrentamientos entre el Ejército y policías. En Timisoara, donde el último fin de semana murieron 4.000 personas, los obreros ocupan las fábricas para exigir que se conteste a sus demandas de libertades políticas.