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La noche que un mito culé quiso ganarle al Barça

“No sé si el 3-0 refleja el partido”, dice el técnico catalán, que se encontró con el cariño de sus amigos y la indiferencia del público

Pep Guardiola, en su regreso al Camp Nou.
Pep Guardiola, en su regreso al Camp Nou.Gustau Nacarino (REUTERS)

Rara vez se habrá dado el caso de que un entrenador quisiera ganarle a un equipo y que toda su familia, y la mayoría de sus amigos, no tuvieran muy claro si en verdad deseaban la victoria del equipo de su hijo, marido o padre o la del rival al que se enfrentaba. Eso es lo que pasó en el Camp Nou la noche del regreso de Josep Guardiola, al frente ahora del Bayern Múnich, a casa. Fue en el día del cumpleaños de Valentina, su hija menor, socia del Barça, que asistió al partido.

“No espero ningún homenaje, sólo que la afición anime al Barça”, dijo en la víspera. Y eso ocurrió: no le dieron ni bola, pero animaron, y mucho, a su equipo. Nunca 15 minutos debieron dolerle tanto en el Camp Nou a Guardiola, al que Messi trinchó. “No diré quién es Leo, o lo que pienso de él. La mejor manera de controlar a estos jugadores es que participen lo menos posible y eso se hace teniendo tú la pelota. Lo hemos intentado y Messi en dos acciones buenas, y en las que estábamos mal colocados, nos ha pillado”, apuntó. Ayer, nadie le tuvo compasión. Tampoco él esperaba otra cosa. Así es el fútbol, se lo enseñaron en La Masia.

Guardiola y Luis Enrique se saludan antes del partido.
Guardiola y Luis Enrique se saludan antes del partido. Alejandro García (EFE)

Pep pidió a su familia y amigos que no subieran al hotel donde se instaló el Bayern Múnich para que le ayudaran a interpretar su regreso al Camp Nou de la manera más natural y profesional posible. Así que poco o nada le recordó durante la mañana, mientras sus jugadores visitaban el parque de atracciones que corona la montaña del Tibidabo, que el partido no era normal, que iba a jugarse en el Camp Nou. Él puso de su parte: desconectó el teléfono y le pidió a su ángel de la guarda, Manel Estiarte, que blindara la puerta. “Las sensaciones han sido buenas. He estado centrado en el partido”, declaró él al término del encuentro.

No pudo evitar, claro, que al llegar al Camp Nou le cayera un abrazo tras otro, porque después de 30 años es lo que tiene. Incluido el de su amigo Luis Enrique, el entrenador del Barcelona. Pero con eso ya contaba. Contaba con los empleados, con Carles Naval, el delegado durante su época de jugador y sus años de entrenador; o con el afectuoso saludo de Sergi Nogueras por los pasillos del estadio, el que fue su jefe de prensa. Y agradeció verles.

Contra jugadores de este nivel siempre estás expuesto a una pérdida de balón cerca del área” Pep Guardiola, técnico del Bayern

No le apetecía tanto ver a Messi, sencillamente por lo bueno que es. Imaginó un partido en el que trataba de tapar los caminos de Leo a base de coberturas defensivas y valentía ofensiva. Y no le fue mal del todo: “Queríamos monopolizar la pelota. Y hemos tenido el control en la primera parte. Acabamos bien el primer tiempo, cuando el Barça no tuvo mucha posesión”, analizaba. Pero, siempre hay un pero. “Después del 1 a 0 hemos perdido un poco el estímulo. Y el último gol ha sido una pena, porque con un 2-0 todavía tienes alguna oportunidad, pero un 3-0 nos lo pone muy difícil. El resultado es duro. No sé si refleja lo que fue el partido o no”.

Lo que sí sabía, y así lo dijo un día antes, es que el talento de Messi es ingobernable. “Tal como siento el fútbol, la mejor manera de atacar y defender es tener el balón. Nos ha ido bien en el pasado. Pero contra jugadores de este nivel siempre estás expuesto a una pérdida de balón cerca del área”, sentenció.

Pep se pasó el partido de pie, corrigiendo las posiciones de sus jugadores sobre el campo, elegante y activo, como siempre, hasta que el de Rosario aniquiló sus deseos de llegar vivo al partido de vuelta en el Allianz Arena. Dos golpes, dos mordiscos, arruinaron todo el esfuerzo del catalán por conseguir que un Guardiola, por una vez en la vida, saliera contento de una victoria de un equipo vestido de blanco en el Camp Nou. Nadie dijo que fuera fácil echarle un pulso a Messi.

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