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Martín Chirino exhibe en Tenerife su vida de pasión por el hierro

Fundación CajaCanarias acoge 57 obras del gran escultor y cofundador de El Paso

Aurora Intxausti
'Crónica del viento', expuesta en la Fundación CajaCanarias.
'Crónica del viento', expuesta en la Fundación CajaCanarias.Pedro Peris

La fuerza que transmiten los hierros de Martín Chirino es el resultado del esfuerzo del hombre por encontrar respuestas en el arte. “El hierro tiene pasión y yo la he ido descubriendo a medida que conseguía expresarme moldeando en la forja las piezas que había soñado”. Chirino (Las Palmas, 1925) comenzó su relación con el hierro siendo un joven que se colaba en el taller de su padre para tratar de aprender de un hombre que daba forma al metal para convertirlo en piezas para barcos en Puerto la Luz. El artista canario muestra en la exposición Crónica del viento, hasta el 31 de enero en la Fundación CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife, un exhaustivo y evocador recorrido por su obra. La muestra es un viaje por el tiempo de este artista, heredero de la vanguardia española de la primera mitad del siglo XX y uno de los grandes protagonistas en la renovación de los lenguajes plásticos en la época de la posguerra.

¿Cómo ha sido su proceso creativo? “He tratado de que mis sueños primero se plasmasen en el papel. Antes de dar forma a las piezas, las he dibujado con todo mi cuerpo, porque cuando lo hago es todo mi ser el que se envuelve en la escultura. Creo que con el paso de los años he conseguido ser un buen forjador y un buen herrero”, explica. La actividad de Martín Chirino es inagotable y su pensamiento lleva más de 60 años en continúa ebullición pero, al final del viaje, se queda con algo bastante sencillo: “Creo que sería feliz si al final me recordasen como un buen artesano que piensa”, puntualiza el artista.

Las 57 piezas constituyen un periplo sinuoso por el forjado que permite descubrir los caminos escultóricos del artista, partiendo de piezas construidas en madera y piedra volcánica en 1952 y finalizando con una de hierro forjado creada en 2013. “Creo que el hierro y yo hemos logrado establecer, con el paso de los años, un diálogo interesante que me ha posibilitado, a través de la materia, transmitir mi pensamiento y hablar de cosas que conozco, que me han interesado, y que están concentradas a través de las formas en un trozo de hierro moldeado a mi antojo”. En la gran sala, las esculturas dialogan con 19 obras en papel de diferentes momentos creativos.

Creo que el hierro y yo hemos logrado establecer, con el paso de los años, un diálogo interesante que me ha posibilitado, a través de la materia, transmitir mi pensamiento y hablar de cosas que conozco

Chirino parte del hierro como metal conductor de una obra que busca su máximo potencial expresivo con un mínimo de materia. En las piezas que ha realizado el artista a lo largo de su vida, este material se abre sobre su centro en espirales sólidas en busca de un destino. “Estar en la fragua con el hierro al rojo vivo es algo emocionante. En ese instante se produce un momento mágico, difícil de explicar para el que no lo siente, pero en ese preciso instante el hombre domina la materia y consigue con inteligencia doblegar el metal y transformarlo. Ahí están mis experiencias en la definición de la forma. Y ahí está también mi sabiduría, si la tengo. Ahí está lo que he sido y lo que soy”.

Una de las obras de Martín Chirino, en la exposición 'Crónica del viento', en la Fundación CajaCanarias.
Una de las obras de Martín Chirino, en la exposición 'Crónica del viento', en la Fundación CajaCanarias.Pedro Peris

Crónica del viento parte de la espiral como una pregunta. La pregunta que se va alargando en la incertidumbre del hombre, arrancando en la infancia para recorrer los espacios donde se fija el imaginario del creador. También surge la curiosidad por los movimientos que realiza la naturaleza, sobre todo los ritmos del viento, una constante en la vida de este hombre que debatió, polemizó y compartió ideas con artistas como Antonio Saura, Manolo Millares o Manuel Rivera, con quienes, junto a otros creadores de la época, fundó el grupo El Paso.

Un hombre y un artista que ve con preocupación el futuro del ser humano. “Crecí en unas convicciones morales que ahora no tienen ningún valor. Se ha perdido la fe en el hombre y en lo que desarrolla con su inteligencia, hay una preocupación por cosas de un valor muy relativo y se cometen verdaderas tropelías morales con una catadura moral inexistente. Siento un gran dolor por todo ello y soy consciente de que en esta carrera de la vida todos perdemos”, desgrana de forma pausada Martín Chirino. Pese a esta visión pesimista que confiesa sentir en estos momentos, el escultor canario se considera afortunado de haber podido vivir y encontrarse en una posición privilegiada en la segunda mitad del siglo XX. Y pasar a la historia como un artesano de sueños forjados en el hierro.

Las dudas del artista

La espiral como pregunta y como respuesta. Martín Chirino parte de un punto como “gesto inquietante de origen oscuro, referente mítico que emerge de la memoria y de las civilizaciones hoy olvidadas”. El artista emprendió con su obra un camino que ya es irreversible y que de nuevo le lleva sus orígenes: “Comencé en estas islas y de nuevo he vuelto a ellas”. Pero con “muchísimos proyectos para llevar adelante. Estoy vivo”. Estas palabras las pronuncia sabiendo que su obra no tiene ni un principio ni un fin porque en toda ella está su propia existencia, su pensamiento. Todo lo que ha querido y ha deseado a lo largo de su carrera.

Gran lector y amante de la literatura, señala a James Joyce como “el padre” de su locura. “Me apasiona el mundo de la metáfora y él me encaminó a ella. Aunque estoy en contacto con las nuevas generaciones de escritores siempre me voy a los clásicos. ¿Qué le voy a hacer? Tengo unos autores favoritos y alejarme de ellos es como traicionarlos. No soy capaz de cometer un acto de esas características”.

Chirino se define como un ser estoico de una infinita paciencia y una gran persistencia y eso le ha llevado a lo que se considera: “El escultor que imaginé, pero nunca supe si llegaría a ser”. Su vuelta a Itaca, como se refiere a su regreso a sus orígenes, es “el refugio” entre los suyos,donde su obra empieza “a cobrar sentido” hablando de su identidad. Ha llegado a la convicción de que el arte es pensamiento y que tratar de resolver el vacío es encontrar preguntas sin respuesta.

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Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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