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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Esquizos’

Las contradicciones permanentes provocan la esquizofrenia, que es el estado natural de un español con respecto a su propia realidad nacional

David Trueba
Fátima, la bebé que llegó en patera a las costas de Tárifa
Fátima, la bebé que llegó en patera a las costas de Tárifa

España es un país de contradicciones porque es un país emocional. A lo largo de los siglos todos aquellos que se han detenido a estudiar la españolidad han tirado la toalla. Las contradicciones permanentes provocan la esquizofrenia, que es el estado natural de un español con respecto a su propia realidad nacional. Que vivimos a golpes emocionales lo advertimos a través de los medios de comunicación. De pasarnos dos décadas abominando del rumbeo popular de un cantante como Peret, a ser traspasados por un rayo emotivo trascendente en la hora de su muerte. Tarareábamos las piezas cuando nadie nos oía y nos las sabíamos todas más por insistencia que por gusto propio. Pero la España festiva y verbenera corre por debajo de todo el dolor y la fatalidad, la vergüenza de ser tan borricos viene aparejada de un evidente orgullo de serlo. Y así a la dolorosa visión de la generación del 98 le añadimos un tururú final.

La más febril de esas contradicciones sucedió este verano. Después de todo un año inventando vallas más altas y más cortantes, de pegarles pelotazos de goma a los inmigrantes desesperados, de negar los hechos y justificarlos, pero aguardar a las vacaciones para cambiar a un alto cargo no vaya a ser que parezca que hicimos algo mal, después de inventar las mallas antitrepa y pedirle sin éxito a Europa más responsabilidad en un drama geográfico, después de pintar a los negros africanos como el mal más grave que amenaza a España, por más que ellos pisen nuestra tierra con gritos de alegría y euforia como los que soltamos nosotros en los goles de Iniesta, después de todo eso, llega un bebé solitario en una patera y lo quieren adoptar todos los españoles.

Ese pespunte emocional con que España cose todas sus heridas, llevó a rebautizar a la niña Fátima como Princesa y quererla y protegerla y proceder al reencuentro con sus padres con la diligencia de un país digno y orgulloso de tratar a las personas como personas. Es triste que le robemos la humanidad a la gente en cuanto cumple catorce años. Somos así y, por más que nos dé cierta pereza volver a clase, saber que esas contradicciones protagonizarán nuestro nuevo curso, lo que nos obliga a permanecer atentos a la esquizofrenia.

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