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Macron rompe el silencio para elogiar a Buteflika y a los manifestantes

Francia, vieja potencia colonial, mantiene la cautela para evitar la acusación de injerencia en Argelia

Marc Bassets
El presidente francés, Emmanuel Macron, el martes en Yibuti
El presidente francés, Emmanuel Macron, el martes en YibutiLUDOVIC MARIN (AFP)

Francia abandonó ayer tímidamente su tradicional reticencia a meterse en asuntos internos de Argelia, la antigua colonia cuya guerra de independencia dejó secuelas profundas en ambos países.

El presidente francés, Emmanuel Macron, aplaudió la decisión de su homólogo, Abdelaziz Buteflika, de renunciar a presentarse en las elecciones previstas para el 18 de abril. Al mismo tiempo, elogió la voluntad de cambio de los argelinos que llevan semanas pidiendo en la calle la marcha de Buteflika.

“La juventud argelina ha sabido expresar su esperanza de cambio con dignidad. La decisión del presidente Buteflika abre una nueva página para la democracia argelina”, escribió Macron en la red social Twitter. “Estaremos junto a los argelinos en este nuevo periodo, con amistad y con respeto”.

La intervención de Macron, en Twitter y en declaraciones a la prensa en Yibuti en el marco de una visita al este de África, rompe el silencio que se había autoimpuesto desde el inicio de las protestas, el 22 de febrero, para pedir la renuncia de Buteflika a presentarse a un quinto mandato.

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El anuncio, el lunes, de que el presidente argelino, enfermo y apartado de la luz pública desde hace años, renunciaría a presentarse a las elecciones sólo responde en apariencia a las demandas de los manifestantes. Al suspenderse las elecciones, el presidente puede permanecer en el cargo de forma indefinida y sin que se haya fijado la fecha para unas nuevas elecciones.

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Hasta ahora, la posición francesa se resumía en la fórmula “ni injerencia ni indiferencia”. La intervención de Macron, como la de su ministro de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, no rompen con esta fórmula: la antigua metrópoli sigue sin sugerir a Argel lo que debe o no debe hacer, pero tampoco se muestra hostil al movimiento democrático.

París, por el pasado colonial, va con pies de plomo. El temor es que cualquier gesto demasiado explícito en apoyo de los manifestantes sea utilizado por el régimen para agitar el espantajo del colonialismo.

“Entiendo que la diplomacia francesa no diga más, porque es Francia y en esencia debe callarse cuando se trata de Argelia”, dice Omar Kezouit, portavoz de la Asociación ACDA (Actuar para el cambio y la democracia en Argelia), que ha participado en la organización de las protestas de franco-argelinos en París. “Si Francia fuese más explícita, resucitarían los discursos de unidad nacionalista que dirían: la potencia colonial está detrás del movimiento y está en contra de Argelia. Se utilizaría como un ataque procedente del extranjero y se intentaría reconstituir una reacción nacional contra Francia. Los diplomáticos franceses lo saben bien y por eso callan”.

El otro temor es que las protestas —hasta ahora pacíficas, hasta el punto de que en Francia algunos las señalan como ejemplo en contraste con la violencia de los chalecos amarillos— se descontrolen. Esto explica, también, la cautela francesa a la hora de apoyar un cambio. Aunque los países y momentos históricos son distintos, el fiasco de las llamadas primaveras árabes, en 2011, sigue presente en la memoria de las diplomacias europeas. Nadie quiere dar un paso en falso.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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