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Memoria viva de los muertos sin nombre en Gaza

Entre los manifestantes palestinos abatidos por el Ejército de Israel solo unos pocos se han convertido en noticia. Sus familiares les recuerdan

Juan Carlos Sanz
La madre del Haitam al Jamal, de 14 años, muerto el viernes tras recibir un disparo de tropas israelíes, llora sobre su cadáver en el funeral en Refah (sur de Gaza).
La madre del Haitam al Jamal, de 14 años, muerto el viernes tras recibir un disparo de tropas israelíes, llora sobre su cadáver en el funeral en Refah (sur de Gaza).MOHAMMED SABER (EFE)

Casi nadie recuerda en Gaza los nombres de los 129 manifestantes palestinos abatidos por los francotiradores del Ejército israelí en la frontera en 10 semanas de protestas. Solo unos pocos casos han atraído los focos de prensa, presumiblemente promovidos como símbolos de las movilizaciones. Dos narrativas describen realidades antagónicas a ambos lados de las vallas y los muros que separan Israel del enclave palestino, sometido a bloqueo y que ha sufrido tres guerras en la última década. Esta es la versión recogida en la Franja entre parientes de tres de los fallecidos por disparos de los soldados. Su memoria tal vez contribuya a poner nombre al resto.

Cartel de homenaje de sus compañeros periodistas en la puerta de su casa en Gaza.
Cartel de homenaje de sus compañeros periodistas en la puerta de su casa en Gaza.

Yaser Murtaya, 30 años.

Videoperiodista. Ciudad de Gaza.

Un mes después de que la bala disparada por un francotirador penetrara por uno de sus costados, en la única zona del tórax que no protegen los chalecos antibalas, los retratos del graduado en Imagen Yasir Murtaya siguen cubriendo la casa de su familia en el barrio de Tal al Hama de la capital gazatí. Su hijo Abderramán, que aún no ha cumplido los tres años, corretea por el pasillo. “A veces me pregunta: ‘¿Sabes dónde está mi papá?’; pero el niño apenas habla desde que murió mi hermano”, relata Huda Murtaya, de 27 años y profesora de inglés, en una vivienda de clase media que su padre, funcionario municipal, había empezado a construir para sus cinco hijos antes de morir.

“Yasir era el mayor; su energía nos impulsaba a todos, ahora la casa parece vacía”, asegura la hermana del primer periodista muerto en la ola de protestas que estalló en Gaza el 30 de marzo. “Todos nos ofrecieron su solidaridad, pero nadie nos ha ayudado”.

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“¿Cómo es posible que los soldados no vieran su cámara y la inscripción ‘Prensa’ rotulada en su chaleco?”, se pregunta Huda. Sin aportar pruebas, el ministro de Defensa de Israel, Avigdor Lieberman, definió a Yasir Murtaya como “un terrorista del brazo militar de Hamás, que manejaba un dron para espiar los movimientos de lo soldados”. El videoreportero había mostrado en las redes sociales su trabajo con tomas aéreas para reportajes. Había sido detenido y apaleado hace dos años por la policía de Hamás tras grabar imágenes sin permiso. También recibió una ayuda del Consulado de Estados Unidos en Jerusalén después de haber superado los exámenes de los servicios de seguridad norteamericanos.

Los padres de la sanitaria palestina abatida el día 1 de junio en Gaza muestran su identificación como socorrista..
Los padres de la sanitaria palestina abatida el día 1 de junio en Gaza muestran su identificación como socorrista..

Razan al Najar, 21 años.

Socorrista. Jan Yunis.

El piso de los Al Najar en la barriada de Josaah, en Jan Yunis, situada a un tiro de piedra de la frontera sureste israelí, se ha iluminado con las fotografías de homenaje a Razan, miembro de la ONG Sociedad Palestina de Asistencia Médica (PMRS, en sus siglas en inglés) que murió hace una semana tras recibir un tiro por la espalda cuando atendía a un herido cerca de la valla de separación. “No pudimos pagarle la universidad, pero ella se sacó todos los cursos de técnico sanitario en el hospital”, explica Sabrin, madre de la joven, mientras su padre, Asharaf al Najar, y dos de sus cinco hermanos permanecen paralizados por el dolor y solo asienten con la cabeza. “Era mi hermana, mi amiga, mi hija mayor”, prosigue desconsolada. “¿Por qué la mataron?”.

Razan al Najar, que es mostrada por toda la ciudad de Rafah con alas de ángel en fotografías y dibujos, tenía vocación sanitaria. A pesar de los gases lacrimógenos acudió semana tras semana a las marchas de protesta en la línea fronteriza cercana a su casa.

“¿Hasta cuándo va a seguir el resto del mundo en silencio?”, clama Sabrin. “Mi hija solo es un caso más. Espero que la justicia haga pagar estos crímenes a quienes los cometieron”. La menuda matriarca de los Al Najar, cuyas gafas emergen del hiyab (velo) islámico, asegura que vendió el viernes su móvil y un anillo para comprarse el chaleco de socorrista de la PMRS y el resto del equipo sanitario para ocupar el lugar de su hija en la frontera.

Israel, que ha abierto una investigación sobre el caso, ha cuestionado a la socorrista voluntaria. “No es un ángel”, aseguró en Twitter Avichay Adrai, portavoz en lengua árabe del Ejército. También difundió un vídeo en el que Razan dice: “Estoy en primera línea y actúo como un escudo humano”. En la grabación se la observa, además, arrojando lejos de la gente un bote de gas irritante que habían lanzado los militares, lo que en Israel ha sido interpretado como “implicación en un conflicto de personal sanitario que debe permanecer neutral”. La frase completa que había sido pronunciada por la socorrista ante las cámaras de un canal libanés, antes de ser editada, fue: “Actúo como un escudo humano para proteger a los heridos dentro de las fronteras de Gaza”.

Estudiantes de Rafah asisten al funeral por su compañero muerto el viernes tras un disparo israelí
Estudiantes de Rafah asisten al funeral por su compañero muerto el viernes tras un disparo israelí

Haitam al Jamal, 14 años.

Estudiante de secundaria. Refah.

Era un chico tan normal y corriente que nadie parece recordar en el distrito de Brasilia de Rafah, en el extremo sur de la franja de Gaza, si le gustaba más el fútbol o ver la televisión. Su primo Momen al Jamal, de 17 años, se atreve a revelar que era muy buen estudiante.

Haitam ingresó en el hospital en coma a primera hora de la tarde del viernes con un impacto de bala que le había reventado el vientre. Falleció poco después. Había acudido con su abuelo materno a la marcha de protesta, en una zona alejada de la valla, como en semanas anteriores.

En la mezquita Bader de Rafah, sus compañeros del primer curso de secundaria rezaban alineados en el exterior con aire ausente poco antes de que una caravana fúnebre se pusiera en marcha con gritos de rabia y disparos al aire de Kaláshnikov. Su abuelo paterno, Yalal al Jamal, de 77 años, rechaza la idea de que el muchacho no debería de haber acudido a la protesta: “Es nuestro derecho pacífico, no nos lo puede quitar nadie”. No hay versión israelí sobre la muerte del chico.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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