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Los insultos marcan el segundo debate electoral de México

La agresividad entre López Obrador, Anaya y Meade opaca cualquier propuesta en un encuentro en el que el aspirante del PRI se mostró más sólido

Invitados observan el segundo debate en la ciudad de Tijuana.Vídeo: Monica González | REUTERS
Javier Lafuente
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Insulta que algo queda. “Cínico”, “farsante”, “hipócrita”, “demagogo”, fueron algunas de las expresiones que se lanzaron Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya y José Antonio Meade en el segundo debate electoral de México. Un encuentro en el que los múltiples ataques entre los tres candidatos opacaron cualquier propuesta posible y en el que Meade se mostró más sólido, sin certeza de que ello vaya a traer réditos. Los enfrentamientos fueron el reflejo de una campaña cada vez más polarizada, que apenas distorsiona su dibujo tras este domingo: un líder sólido al que a ratos le falta el oxígeno; aire que logra con la eterna pelea de sus rivales.

La cita de Tijuna fue una repetición tosca del primer debate. Tanto Anaya como Meade –también El Bronco, aunque su participación volvió a distorsionar la verdadera contienda- se volcaron en atacar a López Obrador. Y el líder de Morena, de nuevo, en tratar de no perder. Puntero en todas las encuestas, con una holgada diferencia sobre Anaya, el tres veces candidato presidencial optó esta vez por devolver algunos de los golpes. De manera hábil y chistosa, como cuando Anaya se le acercó y blandió la cartera: “No me la vaya a quitar”, le espetó López Obrador, quien también mostró su versión más hostil. Ante los ataques de Anaya, se llegó a referir en un par de ocasiones al candidato del Frente como “canallita”.

El favorito en la carrera presidencial apenas tradujo sus intervenciones en propuestas concretas, insistió en que la principal solución para acabar con los males de México –sean cuales sean, prácticamente- pasa por acabar con la corrupción y que su hipotética llegada al poder traerá un halo de honestidad con el que abordará una transformación casi sin precedentes en la historia contemporánea del país.

Si algo puede sacar de positivo López Obrador es que el encuentro no terminó por definir quién será el rival que le haga frente en las cinco semanas que restan de campaña. El primer debate pareció cerrar la batalla entre él y Ricardo Anaya, pero en este nuevo episodio Meade logró volver a entreabrir la puerta que le lleve al segundo piso.

El candidato del PRI es el que más tenía que perder. Llegaba en tercer lugar en la mayoría de las encuestas, así que todo aquello que no implicase una recuperación, prácticamente lo dejaba fuera de la batalla electoral. La temática –política y comercio exterior, entre otros- era la que más le beneficiaba de los tres debates, en parte por su experiencia como secretario de Hacienda y su paso por la Cancillería, pero también porque son los temas en los que menos pesa la losa impopular del Gobierno y del PRI.

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El reto de Meade, no obstante, estaba en trasladar una imagen más política y menos técnica. Menos argumentativa y más dura. Convertirse, casi de la nada, en el político carismático que no había logrado ser hasta ahora. Para ello, cambió hasta el equipo que le asesoró para el primer debate para ello. El resultado fue positivo, pese a que aseguró que el presidente, Enrique Peña Nieto, no se confundió al invitar a Donald Trump a México durante la campaña electoral de Estados Unidos. La duda, otra más, que permea sobre Meade es si su buena actuación en el debate llega a tiempo para alcanzar y superar a Anaya.

El aspirante del Frente constató que es el que mejor se desenvuelve en este tipo de citas por su oratoria, pero volvió a dejar dudas sobre capacidad argumentativa. Centrado en descalificar a López Obrador en todas sus intervenciones, viniese o no a cuento, volvió a dejar pasar la oportunidad de concretar sus propuestas, una carencia que viene arrastrando durante la campaña y uno de los mayores reclamos que se le hacen.

Anaya fue, sin embargo, el candidato que se mostró más contundente en cambiar la relación con Estados Unidos, lo que copó buena parte del debate. Trump ha convertido a México en su azote favorito, ante la tibieza del Gobierno de Peña Nieto y el rédito interno que logra cada vez que agita la bandera xenófoba contra el vecino del sur. El empeño del inquilino de la Casa Blanca, ya desde la campaña electoral estadounidense, en decir que construirá un muro que México pagará, se ha topado con una pared mayor entre los candidatos. Los tres aseguraron que no tolerarán, en caso de lograr la victoria, más ataques de Trump, pero fue Anaya el único que sugirió que, en caso de que estos continúen, la cooperación entre ambas Administraciones en materia migratoria debería cambiar.

La mayor decepción de este segundo debate vino con el formato. Por primera vez se invitó al público a cuestionar a los candidatos, una fórmula exitosa en otros países. La experiencia fue un fracaso. Ninguna de las preguntas tuvo trascendencia entre los candidatos, enzarzados como si no hubiese nadie más en el plató que ellos y sus insultos.

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Sobre la firma

Javier Lafuente
Es subdirector de América. Desde 2015 trabaja en la región, donde ha sido corresponsal en Colombia, cubriendo el proceso de paz; Venezuela y la Región Andina y, posteriormente, en México y Centroamérica. Previamente trabajó en las secciones de Deportes y Cierre del diario.

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