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Trump desafía a China al mandar un buque de guerra a aguas en disputa

La incursión junto a las islas Spratly es la primera durante el Gobierno del republicano, que busca un acercamiento a Pekín

La tripulación a bordo del destructor Dewey en el mar de China, a principios de Mayo.
La tripulación a bordo del destructor Dewey en el mar de China, a principios de Mayo.KRYZENTIA WEIERMANN (AFP)

Como era de esperar, Pekín ha reaccionado con considerable irritación a la incursión de un buque de guerra de Estados Unidos en los alrededores de un grupo de islas artificiales que construye en el mar del sur de China. Su Ministerio de Defensa ha advertido que la maniobra “socava la paz y la estabilidad de la región”. El Ministerio de Exteriores ha considerado que “perjudica los intereses de soberanía y seguridad” de este país.

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El destructor Dewey navegó este miércoles a menos de doce millas náuticas del arrecife Mischief en las islas Spratly. Era el primer desafío de este tipo desde que Donald Trump asumió en enero la presidencia estadounidense, y se produce cuando ambas partes, socios comerciales y rivales estratégicos, intentan una difícil aproximación.

El Pentágono denomina estas incursiones “operaciones de libertad de navegación” y oficialmente buscan contrarrestar los supuestos esfuerzos de Pekín de limitar el flujo marítimo en esas aguas estratégicas. En la práctica, buscan mandar un severo mensaje de disuasión al creciente expansionismo chino en el mar del sur, donde Pekín ha instalado equipos militares en varias islas artificiales. La última de ellas se llevó a cabo en octubre, tras aprobarla el entonces presidente Barack Obama.

Pekín suele protestar enérgicamente en esas ocasiones, y esta no ha sido una excepción. El portavoz de Exteriores, Lu Kang, insistió en que el buque de guerra estadounidense se había adentrado en esas aguas “sin permiso” y los barcos chinos le reclamaron que diera media vuelta.

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Este tipo de actos “es muy probable que causen accidentes inesperados, marítimos o aéreos”, subrayó Lu, que exigió que Washington ponga fin a sus “acciones provocadoras”. En el Ministerio de Defensa, el portavoz Ren Guoqiang ha indicado que China ha presentado una protesta oficial ante Estados Unidos.

Que el destructor se haya dirigido a esas aguas en estos momentos es significativo. A finales de la próxima semana se celebrará en Singapur la nueva edición del Diálogo Shangri-La, que cada año reúne a ministros y jefes de Estado Mayor de todo el mundo en el principal foro sobre seguridad y defensa en Asia Pacífico. En las últimas ediciones se ha hecho habitual que los representantes de Estados Unidos y de China intercambien en sus intervenciones duros mensajes sobre la libertad de navegación en el mar del sur.

China se atribuye cerca del 90% de esas aguas, en reclamaciones que se solapan con las de otros cinco países costeros: Filipinas, Vietnam, Brunéi, Malasia y Taiwán. Washington asegura que no toma partido en las disputas de soberanía pero defiende la libertad de navegación por unas aguas por las que pasa cerca de un tercio del comercio mundial, en torno a los cinco trillones de euros anuales.

Jamie Davis, portavoz del Pentágono, evitó confirmar la operación alegando que el resumen de todas ellas se anuncia anualmente. Pero defendió el derecho de Washington a actuar. “Las fuerzas de EE. UU. operan diariamente en la región de Asia Pacífico, incluyendo el mar del sur de China. Todas las operaciones se llevan a cabo de acuerdo con la ley internacional”, señaló en un correo electrónico.

Davis subrayó que las operaciones de navegación no van dirigidas contra ningún país concreto sino que, alegó, buscan “retar reclamaciones marítimas excesivas con el objetivo de preservar los derechos, libertades y usos del mar y el aire garantizados a todas las naciones bajo la ley internacional”.

El buque estadounidense navegó dentro de un área a 12 millas náuticas de distancia de las islas Spratly. Las 12 millas de distancia determinan por ley el territorio marítimo de un Estado. Según la convención de ley marítima de la ONU, ese límite no es aplicable a islas levantadas sobre arrecifes previamente sumergidos, lo que lleva a EE. UU. a argumentar que cumple la ley.

Desde que se reunió en abril en Florida con el presidente chino, Xi Jinping, Trump ha aparcado su retórica agresiva contra Pekín, que antes de su toma de posesión como mandatario incluyó un acercamiento a Taiwán y amenazas de imponer elevados aranceles comerciales a China y declararla como manipuladora de su moneda. El republicano ha frenado desde entonces todas esas ofensivas con el objetivo de que el Gobierno de Xi se involucre más en la resolución de la crisis nuclear de Corea del Norte. Y ambos gigantes han logrado recientemente acuerdos en material comercial.

Aunque en enero Rex Tillerson cuando era el nominado a ser secretario de Estado de Trump, había lanzado una dura advertencia. “Vamos a tener que mandar a China una señal clara de que, primero, se ha acabado la construcción de islas y, segundo, tampoco su acceso a esas islas tampoco se va a permitir”, dijo. Por ahora, Washington no ha tomado ninguna medida para frenar ni la construcción ni el acceso chino a esas islas. Entonces, Pekín replicó a Tillerson que podría abrir “el camino a una confrontación devastadora.

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