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“La historia no se puede derribar”

El debate sobre la casa de Hitler se cruza con menciones al nazismo en la campaña austriaca

La casa natal de Hitler en la ciudad austriaca de Braunau am Inn, el pasado jueves.
La casa natal de Hitler en la ciudad austriaca de Braunau am Inn, el pasado jueves.

En Braunau am Inn la actualidad política austriaca comparte acera con el pasado más oscuro. El candidato presidencial apoyado por los Verdes, Alexander Van der Bellen, sonríe desde un cartel por “la reputación de Austria en el mundo” justo delante de la fachada de la casa en la que hace 127 años nació Adolf Hitler. El dictador nazi que sembró de muerte Europa apenas vivió dos semanas en el edificio, pero para la ciudad de Braunau am Inn (17.000 habitantes), situada en la frontera noroeste de Austria con Alemania, esos días han dejado un estigma imborrable.

El inmueble, vacío desde hace años, ha vuelto al primer plano por la decisión del Gobierno de expropiarlo a fin de evitar que sea un imán para radicales. El Ministerio del Interior anunció en octubre que lo derribaría, aunque luego se remitió a un dictamen de expertos que propone una transformación que lo haga irreconocible y rompa la carga simbólica que envuelve el lugar. “Yo tiraría la casa abajo y construiría un aparcamiento, que hace falta aquí”, propone Andreas Ulmer, de 39 años, mientras muestra las humedades en la fachada de color tierra de la casa, de planta baja y dos alturas. Otros creen que siempre habrá gente que busque el sitio donde nació el fundador del nacionalsocialismo. “Es parte de Braunau, yo pondría un museo sobre la Segunda Guerra Mundial”, opina Martin Hintermeier, de 23 años.

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En su despacho del Ayuntamiento, el alcalde democristiano de la ciudad, Johannes Waidbacher, destaca las iniciativas del municipio para guardar la memoria de las víctimas del Holocausto y se muestra contundente sobre el debate: “La historia no se puede derribar”. Y sin ocultarla, es posible darle a la casa de Hitler una apariencia diferente y un uso que "desmitifique el lugar y evite que sea un punto de atracción", añade. 

Austria aún lidia con su pasado nacionalsocialista, que sigue muy presente. Durante la campaña por la presidencia, que se vota este domingo, el ultraderechista FPÖ ha lanzado sin pruebas la acusación de que el padre de su oponente era simpatizante de los nazis. Su candidato a la presidencia, Norbert Hofer, en respuesta a la indignación de Van der Bellen, se ha limitado a señalar que en sus carteles se pintan esvásticas y en su cara el bigote de Hitler.

El FPÖ nació de un partido que hundía su raíz en el nacionalsocialismo y ha pasado de coquetear abiertamente con esa ideología en la década de los ochenta a rechazarla oficialmente y a viajar a Israel para congraciarse con el derechista Likud. “Ha reconocido que la mayoría de la población tiene una mirada crítica sobre la etapa del nazismo. Si el FPÖ quiere alcanzar mayorías, no puede ir contra la corriente”, afirma el historiador de la Universidad de Viena Oliver Rathkolb.

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Sin embargo, las polémicas por los guiños al pasado no se despegan de los ultranacionalistas. Hofer es miembro de honor de una fraternidad estudiantil de extrema derecha que ve ficticia la separación de Austria y Alemania. El candidato, además, ha lucido en la solapa de su chaqueta una flor de aciano, que identificaba a los nazis cuando su partido estaba prohibido antes de la anexión de Austria por Hitler en 1938. Hofer afirma que es un símbolo europeo, pero ha propuesto hace unos días dejar de exhibirla.

Base electoral

El FPÖ ha ampliado en la última década su base electoral —es la tercera fuerza parlamentaria— con propuestas sobre empleo y seguridad, pero su bandera principal es el rechazo a la inmigración y a una supuesta islamización del país. “El antisemitismo en Austria se ha reducido de manera clara”, explica Rathkolb, y el objetivo se ha desplazado hacia los migrantes: “En los años noventa se dirigía contra los que venían del Este, ahora contra los musulmanes”.

El líder del FPÖ, Heinz-Christian Strache, advierte contra la “invasión” de refugiados, mientras que Hofer pide el cierre de fronteras para evitar “una migración del islamismo radical”. La agitación populista contra la migración también se nota en Braunau am Inn, opina Dominique Wedam, conductor de maquinaria pesada de 26 años, que cree que “muchos jóvenes se dejan llevar por los temores ante el futuro”. Las urnas medirán mañana la fuerza de la ultraderecha en Austria. El destino de la casa de Adolf Hitler aún seguirá algún tiempo por decidir.

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Sobre la firma

SARA VELERT, ENVIADA ESPECIAL
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

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