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Reinventar el Partido de los Trabajadores

La que fuera mayor formación de la izquierda latinoamericana ha perdido la mitad de los Ayuntamientos y busca la forma de salir de una crisis histórica

Lula da Silva el 4 de agosto en Río de Janeiro.
Lula da Silva el 4 de agosto en Río de Janeiro.AFP
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Las primeras elecciones municipales de Brasil tras la destitución de Dilma Rousseff fueron un desastre para su agrupación, el Partido de los Trabajadores (PT). El partido del también expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, otrora la principal fuerza de la izquierda latinoamericana, perdió más de la mitad de los alcaldes que tenía repartidos por todo el país. Logró colocar solo 256 alcaldes en los más de 5.000 municipios que votaron en la primera vuelta. En la segunda, a finales de mes, solo podrá conseguir otros siete. Por comparar, en los últimos comicios celebrados en 2012, el partido había batido el récord nacional de 644 alcaldes. Gran parte de sus pérdidas parecen haberse convertido en ganancias del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que ha logrado 793 alcaldes que pueden llegar a ser 812 en la segunda vuelta.

Ni los análisis más pesimistas preveían una caída tan espectacular. Poco antes de votar, el domingo 2 de octubre, Lula le dijo a los periodistas que el PT sorprendería en las elecciones. Después de saberse el resultado, el presidente del partido, Rui Falcão, afirmó en una rueda de prensa que había sido “una derrota fuerte, grande, que merece un análisis minucioso en los próximos meses”.

Las pérdidas no fueron solo numéricas. En São Paulo, el alcalde Fernando Haddad no logró llegar a la segunda vuelta y perdió frente al candidato del PSDB, João Doria En el nordeste, otro reducto del PT, el partido perdió un 37% de los ayuntamientos que tenía. En Bahía, por ejemplo, consiguió 39, frente a los 53 de 2012.

Según los politólogos, la caída se debe al impeachment de Rousseff, que se ha llevado por delante muchas de las alianzas que el PT tenía en el Congreso desde antes de la llegada de Lula. El PT había resuelto en mayo que el partido no podría aliarse con ningún defensor del impeachment. Si los candidatos municipales necesitaban apoyos, tendrían que buscarlos en el Partido Comunista de Brasil (PCdoB) y el Partido Democrático Laborista (PDT). “Esta cuestión es fundamental. Existe una fuerte correlación entre el éxito electoral y el número de alianzas”, explica Fernando Guarnieri, profesor del Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad Estatal de Río de Janeiro. Guarnieri recuerda que Lula solo logró vencer en el nordeste en 2002 tras conseguir el apoyo, si bien informal, de parte de su rival conservador, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), en esos Estados.

Guarnieri añade que en esta derrota no solo cuenta la pérdida de votos, sino también la disminución de la oferta de candidatos del partido. La imagen del PT se ha venido erosionando por los escándalos de corrupción y la destitución de Rousseff. Muchos de los alcaldes que se han presentado de nuevo a las elecciones lo han hecho con otro partid y el PT ha contado con la mitad de candidatos que en 2012: hace cuatro años, era el segundo partido con más oferta del país, por detrás del PMDB; este año, ha sido el sexto.

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Lo más preocupante para el PT es cuánto pueda afectar este resultado al partido en las generales de 2018. Primero porque cuantos más aliados haya en los municipios, más mítines se pueden organizar. Eso afecta, especialmente, a los candidatos a diputado federal, que dependen más de la campaña a pie de calle que los candidatos a la presidencia del Gobierno, que cuentan con más tiempo en la televisión.

Oposición en las calles

Esto está intrínsecamente ligado a la incierta situación legal de Lula en 2018. El expresidente y principal nombre del partido ha sido acusado de participar en el escándalo de Petrobras, corre el riesgo de ser detenido e, incluso, de no poder presentarse a las elecciones, lo cual es un problema para un partido que no se ha molestado en crear nuevos líderes. Por eso, han anticipado, por ejemplo, las elecciones para el cargo de director nacional del partido, que tendrán lugar durante el primer semestre de 2017 y no a finales del mismo año, como estaba previsto inicialmente. “El partido necesita librarse de la dependencia de Lula y no puede pensar en reconstruirse en torno a él. Hay que crear nuevos líderes”, destaca Lincoln Secco, profesor de historia de la Universidad de São Paulo (USP) y autor del libro Historia del PT.

En el PT existe el consenso de que ahora, en la oposición, es el momento de reagruparse en la calle para oponerse a los recortes que quiere imponer el Gobierno de Michel Temer. De esta forma, el partido podrá recuperar sus electores de izquierda más politizados. Sin embargo, al adoptar la postura combativa que tenía antes de 2002, cuando Lula prefirió seguir la táctica de crear alianzas y venció por primera vez las elecciones, el PT se opondrá a la mayoría de los partidos que actualmente apoyan al presidente Temer. Por otro lado, el PT tiene la necesidad de juntarse a otros partidos para poder tener un líder competitivo y menos dependiente de Lula. El dilema no va a ser fácil.

El factor socioeconómico

El punto de vista económico también influye mucho. “Quien define el resultado de unas elecciones es el votante medio, con una renta más baja. En general, a ese votante la ideología le importa menos y las perspectivas económicas pesan más a la hora de votar”, cuenta el economista Ari Francisco de Araújo Jr., profesor del Instituto Brasileño de Mercado de Capitales. En 2002, la buena situación de la economía influyó más que los programas asistenciales del Gobierno. Araújo Jr. cree que el partido ha sido castigado por una gestión económica “muy mala”, que ha propiciado una subida de precios y paro.

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