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Elecciones Argentina
Tribuna
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El largo camino hacia la presidencia argentina

Comienza dentro del peronismo la emergencia del postkirchnerismo

El camino hacia la presidencia argentina 2015 se juega en tres tiempos: las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) de agosto, la elección general de octubre y, si ningún candidato logra 45% más 1 de los votos, el balotage de noviembre. La preeminencia de liderazgos extremadamente personalistas y su contra-cara, la intrascendencia partidaria, definen la carrera. Las fuerzas políticas proponen candidatos seductores para los votantes a fin de lograr resultados exitosos, sin importar cuánto se comparte del programa de gobierno. Una descarnada conveniencia electoral guía la decisión de unirse o de seleccionar un postulante.

En esta construcción de coaliciones, que se replica a nivel nacional, provincial y local, los candidatos, al carecer de fronteras ideológicas o partidarias, construyen un proyecto de poder en torno a ellos. En esta ocasión, no obstante, surgen diferentes estrategias electorales. Mientras el peronismo concurre con una sola candidatura presidencial, dando a su campaña unicidad en todo el país, no sucede lo mismo con las distintas variantes de la oposición. Aquí coaliciones provinciales suelen respaldar diferentes postulantes a la presidencia. Por tanto, la ausencia de correlación entre las coaliciones nacionales y provinciales lleva a que partidos aliados en el orden federal compitan sin tregua a nivel provincial.

¿Scioli será el sepulturero electoral de CFK como Néstor Kirchner lo fue de Eduardo Duhalde?

El dato que marca el rumbo de oficialistas y opositores en la ruta presidencial ocurre en la provincia de Buenos Aires, cuando un exkirchnerista, Sergio Massa, triunfa en las elecciones legislativas de 2013. Esta victoria frena el intento de una reforma constitucional capaz de habilitar a Cristina Kirchner para un tercer mandato. La alternativa, que su vicepresidente Amado Boudou pueda sucederla, se frustra por el desprestigio que le acarrearon los procesos judiciales en su contra. Al bloquearse, entonces, la alternancia continuista, y ante el desafío de encarar la sucesión, comienza dentro del peronismo la emergencia del post kirchnerismo.

Inicialmente, la presidenta propone una competencia entre Daniel Scioli, el peronista mejor posicionado en las encuestas, y Florencio Randazzo, más cercano al kirchnerismo duro. Luego dispone un cambio: que el segundo sea candidato a gobernador por Buenos Aires, provincia decisiva electoralmente pues reúne 40% del padrón. Ante la negativa de Randazzo, le queda irremediablemente Scioli. Ubica entonces a Carlos Zannini, su mano derecha, en la fórmula como vicepresidente y a sus seguidores en las listas legislativas de todo el país, organizando para 2016 un proyecto de poder parlamentario.

Se abren varias incógnitas. ¿El postkirchnerismo contendrá en su seno al kirchnerismo o se inaugurará una nueva etapa del justicialismo en el poder comandada por el sciolismo? En este caso ¿Scioli será el sepulturero electoral de CFK como Néstor Kirchner lo fue de Eduardo Duhalde, el peronista que le permitió alcanzar la presidencia?

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La Unión CívicaRadical, principal partido opositor, ni ha fortalecido su potencia electoral ni ha generado un liderazgo de mayorías. Primero promovió una coalición de centro izquierda, UNEN, con el Partido Socialista,la Coalición Cívica, el GEN y Proyecto Sur, para luego romperla en búsqueda del candidato presidencial de la oposición mejor posicionado en las encuestas, Mauricio Macri, líder del PRO. Completa el panorama de la oferta electoral más competitiva, Massa, cuyo triunfo de 2013 lo decide a permanecer en la carrera presidencial. Como corolario, los tres postulantes más competitivos acaban perteneciendo al centro derecha, quedando el centro-izquierda huérfano de un liderazgo capaz de disputar la mayoría.

El interrogante sin respuesta es qué hará CFK. Según quien sea el vencedor electoral, la pueden tentar dos caminos. Mirando hacia Chile, convertirse enla Michelle Bacheletde Sebastián Piñera y pretender volver en cuatro años, en caso que el premio mayor sea para Macri o para Massa. Mirando hacia Rusia, transformarse en Vladimir Putin si triunfa Scioli, y éste lo permite, dejando al nuevo presidente el rol de Dimitri Medvédev, y estar ella en condiciones de regresar en 2019. Una clara certeza se oculta detrás de ambas opciones: gane quien gane se desata en el peronismo la disputa por el liderazgo. Si Scioli resulta favorecido, deberá conquistar su jefatura pues el justicialismo no tolera el doble comando. Si pierde arrastrará a CFK con él. De este modo, queda vacante el sitial de jefe del movimiento.

Sin embargo, cualquiera sea el resultado electoral, el futuro encierra indudablemente una novedad. Si se impone Massa, por primera vez estando el peronismo en el poder, un disidente de su propio espacio lograría la presidencia dela Nación. Encambio, si gana Scioli, por primera vez se rompería la maldición bonaerense, según la cual un gobernador de la provincia jamás llegó ala CasaRosada.Finalmente, si Macri sale victorioso, por primera vez un candidato sin tradición radical o peronista alcanzaría, en elecciones limpias y sin proscripciones, la presidencia dela República. Cualquieranovedad que acontezca habrá de inaugurar diferentes rumbos en la política argentina.

María Matilde Ollier es Decana de la Escuela de Politica y Gobierno, Universidad de San Martin, Buenos Aires.

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