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Promesas locales para las generales

La batalla electoral en Reino Unido deja a un lado los grandes debates para volcarse en los indecisos con planes concretos para cada circunscripción

Pablo Guimón
El líder liberal cemócrata, Nick Clegg, arrancaba su campaña este domingo en Abingdon, al sur de Inglaterra.
El líder liberal cemócrata, Nick Clegg, arrancaba su campaña este domingo en Abingdon, al sur de Inglaterra.Toby Melville (reuters)

Un teatro de 600 butacas en un pueblo del noroeste de Inglaterra puede decidir quién será el próximo primer ministro de Reino Unido. Escondida en el punto 2.38 de la página 73 de los Presupuestos Generales que el Gobierno presentó el pasado 18 de marzo, se encuentra una frase que ayuda a comprender esta peculiaridad de la política británica: “El Gobierno destinará 56.000 libras para apoyar la reforma del teatro Muni de Pendle”.

No parece que este teatro eduardiano, por muy querido que sea entre los casi 19.000 vecinos de Colne, el segundo pueblo más grande de la circunscripción electoral de Pendle, tuviera que ser una prioridad del Gobierno que dirige la quinta economía del mundo. Pero indagando en los datos que ofrecen las encuestas se comprenderá por qué su adecentamiento puede haber encontrado un hueco en los últimos presupuestos del Ejecutivo que preside David Cameron.

Resulta que el candidato conservador de Pendle tiene una dura batalla por delante para mantener su mayoría de apenas 3.585 votos sobre su rival laborista. “Estoy encantado de que el ministro haya escuchado mis argumentos en defensa de la necesidad de más financiación para nuestro teatro”, declaró el candidato Andrew Stephenson, al día siguiente del anuncio, en el periódico local.

Pendle es lo que en la política británica se conoce como un escaño marginal: susceptible de cambiar de un signo a otro. Y en esos escaños marginales es donde se ganan las elecciones.

La campaña arranca hoy y se centra en lugares que pueden cambiar su voto

La campaña electoral para las generales del 7 de mayo arranca hoy. Se acabaron los grandes debates. Ahora, como explicaba un veterano experto en sondeos a este corresponsal, los únicos votantes que importan son los votantes marginales en circunscripciones marginales. Aquellos ciudadanos dispuestos a cambiar el sentido de su voto en las circunscripciones en las que el resultado es incierto. La explicación está en el sistema electoral británico, en el que solo gana un diputado en cada una de las 650 circunscripciones electorales en las que se divide el país.

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Los partidos disponen de complejas plataformas de análisis de datos para localizar a los votantes indecisos. Con el voto más fragmentado que nunca, la tipología de los escaños marginales se ha multiplicado: laboristas, conservadores, nacionalistas escoceses, liberal demócratas, verdes y UKIP, en casi todas las combinaciones posibles. Pero menos de un 10% de los escaños ha cambiado de manos en cuatro de las últimas cinco elecciones generales. Incluso en la gran victoria laborista de 1997 solo tres de cada 10 escaños cambiaron de signo.

El sistema electoral británico hace que los diputados no representen solo a su partido, sino también a su circunscripción. Y en los últimos tiempos, debido al descrédito de los dirigentes políticos y a la escasa popularidad de los líderes nacionales, la lealtad es cada vez mayor hacia la circunscripción que hacia los representantes. Los candidatos tienden a excluir de sus pasquines las referencias a los líderes e, incluso, a los propios partidos. Y las redes sociales les permiten comunicarse directamente con sus votantes y crear su propia marca. En 1979 solo el 25% de los diputados tenía conexiones preexistentes con la circunscripción por la que se presentaba. Hoy, se calcula que las tienen un 63% de los candidatos.

La reforma de un teatro o una carretera pueden ser determinantes en el cambio de voto

Los votantes se inclinan cada vez más por candidatos con raíces en su circunscripción y tienden a desconfiar de esos paracaidistas que envían los partidos desde Westmnister a circunscripciones que apenas conocen. Como el exministro de Interior Roy Jenkins, que explica en sus memorias cómo las torres de Glasgow, donde disputó una elección parcial en 1982, le resultaban “tan misteriosas como los minaretes de Constantinopla” a los invasores rusos en 1878.

La tendencia supone un desafío al sistema político tradicional. La férrea disciplina de partido que habitualmente ha regido el funcionamiento del Parlamento se vería amenazada en una cámara compuesta por diputados que deben su escaño más a su circunscripción que a sus colores. Y esa disciplina de partido será más necesaria que nunca si, como indican las encuestas, el próximo Gobierno cuenta con una mayoría precaria.

Los votantes indecisos no tienen por qué decantarse por uno u otro partido en función solo de las políticas locales. Pero, en determinadas circunscripciones muy ajustadas, estas sí pueden ser decisivas. Es el caso de Pendle y su teatro pero también, por ejemplo, el de Cheltenham, en el suroeste, y su carretera A417. No será Europa o la economía lo que entregue este escaño crucial a los conservadores o a los liberal demócratas, sino los planes de los distintos candidatos para remodelar esta vía, cuya alta siniestralidad preocupa a los vecinos.

“Ponga un candidato local fuerte, un campeón local que conoce la forma de pensar y habla el idioma de sus votantes, y de repente los números cambiarán dramáticamente”, explica Douglas Carswell, el diputado de UKIP que ha desarrollado el sistema de análisis de datos al servicio del partido antieuropeísta. Una periodista que le acompañó en la campaña que le valió el primer escaño de UKIP, en una circunscripción del sureste que está en las antípodas demográficas del partido, recuerda sus visitas puerta a puerta. El candidato llamó a una y le abrió una mujer que no era de la casa. Aún así, él la reconoció y le preguntó por los problemas con su casero, tema sobre el que hablaron durante toda la visita. “Votaré por ti”, le dijo la mujer al candidato. “¿Es usted votante de UKIP?”, preguntó la periodista. “No”, respondió, “soy votante de Douglas”.

Los pequeños partidos ganan terreno

El próximo primer ministro de Reino Unido será, con toda probabilidad, o David Cameron o Ed Miliband. Pero sus respectivos partidos, conservador y laborarista, pueden considerarse perdedores de esta campaña. Con permiso del otro partido tradicional, el liberal demócrata, cuya experiencia en el Gobierno de coalición de Cameron les reportará, según las encuestas, una debacle electoral histórica.

Son los partidos pequeños los que se pueden considerar ganadores. Los antieuropeístas de UKIP, los Verdes y, sobre todo, los nacionalistas escoceses del SNP. Portadores del desencanto con la clase política tradicional, han marcado la agenda de la campaña, tendrán probablemente la llave del próximo Gobierno y han multiplicado sus miembros: 100.000 personas se han afiliado en los últimos meses a estos partidos. El SNP, cuya base se ha duplicado tras la derrota del sí en el referéndum, es ya el tercer partido con más militantes y los Verdes, que crecían en enero a un ritmo de 2.000 nuevos miembros al día, el cuarto. Ambos superan ya en afiliados a los liberal demócratas. La militancia de los dos grandes partidos ha caído dramáticamente: apenas 200.000 afiliados cada uno, frente al millón, de los laboristas, y los tres millones, los conservadores, tras la Segunda Guerra Mundial.

Las encuestas sitúan a los grandes partidos técnicamente empatados con un 34% de los votos, seguidos de UKIP (14%), el Partido Liberal Demócrata (8%), los Verdes (5%) y el SNP (4%). Pero, al trasladar esos votos a escaños, el gran favorecido por un sistema electoral que penaliza el voto disperso es el nacionalismo escocés, que con solo el 4% del voto total podría obtener más de 40 escaños, frente a UKIP, por ejemplo, que con el 14% del voto aspira a apenas media decena de diputados. Sus escaños pueden ser clave en un Gobierno laborista en minoría. La influencia de los Verdes y de UKIP se verá, precisamente, en las circunscripciones marginales. Y a la hora de demostrar que no son solo un voto protesta, sino que llegan para quedarse.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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