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DE MAR A MAR
Columna
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Mirarse en el espejo

Carente de agenda y objetivos, Mercosur es la ruina de lo que fue una buena idea que solo sirve para atenuar problemas domésticos

Carlos Pagni

Los presidentes de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se reunirán hoy en Caracas para que Nicolás Maduro entregue la presidencia rotativa de Mercosur a Cristina Kirchner. Debieron hacerlo hace seis meses. Pero la demora ha pasado inadvertida. Carente de agenda y objetivos, Mercosur es la ruina de lo que fue una buena idea.

Por esa razón, los participantes utilizarán la reunión para atenuar problemas domésticos. Nadie sacará la mirada del espejo. Maduro invitó a los países del Alba y de Petrocaribe. Pretende rodearse de esa fraternidad multitudinaria al día siguiente de que el congreso del chavismo lo convalidara como jefe. Dicho de otro modo: Maduro espera que los colegas latinoamericanos coloquen un respirador a su régimen, impugnado por autoritario y corroído por la crisis económica.

Cristina Kirchner, que ordenó agregar a su provisión habitual de agua mineral unas cajas de papel higiénico y de tinta para impresoras, encontrará en Caracas un foro ideal para denunciar la última conspiración del capitalismo. El juez neoyorkino Thomas Griesa le impide pagar los bonos que vencen mañana si a la vez no salda una deuda con un par de fondos especulativos. Si Griesa no concede una medida cautelar, Argentina entraría en default por segunda vez en 13 años.

Dilma Rousseff reclamará apoyo en su conflicto con Israel por el ataque sobre Gaza. Y pedirá acelerar la liberalización comercial con los países de la Alianza del Pacífico, formada por México, Colombia, Perú y Chile. La zona de libre comercio prevista por la Aladi para 2019 se adelantaría para fines de este año. Esta iniciativa se debe a que también Rousseff está inquieta por la incertidumbre que deja en casa.

Los analistas electorales vaticinan una segunda vuelta muy ajustada entre ella y el socialdemócrata Aécio Neves. La ventaja que Neves sacaría en Río, Minas y São Paulo se combinaría con un retroceso de Rousseff en el nordeste, su gran base electoral.

Neves está rodeado de la mejor tecnocracia del PSDB, encabezada por el expresidente del Banco Central Arminio Fraga. Uno de los flancos de su ataque a Rousseff es la política exterior. Lo dejó ver la semana pasada, al divulgar un conjunto de directrices diplomáticas. Neves propone liberar a las relaciones internacionales de encuadramientos ideológicos para encarrilarlas sobre una agenda de apertura económica, atracción de inversiones e innovación tecnológica. Diplomáticos destacados que rodearon a Fernando Henrique Cardoso durante su presidencia, como Luiz Felipe Lampreia o Rubens Barbosa, han venido objetando el aislamiento comercial al que Brasil fue llevado por el PT. José Durão Barroso acaba de echar sal en esa herida: reunido con Neves, lamentó que Mercosur y la Unión Europea no hayan firmado un acuerdo de libre comercio.

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El fracaso de Rousseff se debe a que Cristina Kirchner bloquea la negociación. Y Maduro no acepta hablar del tema. En el intento de reinventar la rueda, Venezuela y Argentina padecen desequilibrios macroeconómicos que les impiden cualquier apertura. En cambio, el uruguayo José Mujica pide acordar cuanto antes con Europa. Y Paraguay es observador de la Alianza del Pacífico.

Irritados por el contraste entre Mercosur y la Alianza, los empresarios brasileños intentan abrir mercados por su cuenta. La Confederación Nacional de la Industria acaba de firmar un acuerdo con la Sociedad de Fomento Fabril de Chile.

No es casual. Rousseff acordó con la chilena Michelle Bachelet un acercamiento entre Mercosur y los países de la Alianza. A Bachelet le gustaría corregir una brecha regional en cuya apertura su país tuvo un rol determinante. La divergencia entre el Pacífico y el Atlántico comenzó a perfilarse en 1999, cuando Ricardo Lagos comunicó a Cardoso y a Fernando De la Rúa que, en vez de integrarse a Mercosur, Chile firmaría un tratado con Estados Unidos. Diez años después, Sebastián Piñera y el mexicano Felipe Calderón bocetaron la Alianza del Pacífico. Marco Aurelio García, el canciller informal de los Gobiernos del PT para América Latina, hizo saber a Piñera que para Brasil su proyecto era una agresión. La Alianza desafía un axioma de la política exterior brasileña: el establecimiento de un sujeto sudamericano, que excluya a México, otro aspirante al liderazgo regional. Por eso la propuesta de Rousseff no es acercar Mercosur con la Alianza sino con “países de la Alianza”. La diferencia es México.

El arrebato librecambista de Rousseff debe superar inconvenientes. El populismo no simpatiza con el bloque del Pacífico. El vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, sentenció el año pasado en Buenos Aires: “La punta de lanza de la reacción imperialista se llama hoy Alianza del Pacífico”. Maduro pedirá hoy la integración con el Alba y Petrocaribe, que encabezan Bolivia y Cuba.

¿Volverá Rousseff a Brasilia con algún resultado? Las relaciones internacionales la están mortificando. Cuando Israel llama a Brasil “enano diplomático”, la revista Veja, muy severa con el Gobierno, titula su tapa El apagón de la diplomacia. Rousseff ha logrado lo imposible. Que la política exterior se convierta en eje de una campaña brasileña.

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