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Fallece Shevardnadze, expresidente de Georgia y ministro con Gorbachov

La asistente personal del exidirigente soviético dice que "ha muerto tras una larga enfermedad"

Fallece el expresidente de Georgia, Eduard Shevardnadze.Foto: reuters_live
Pilar Bonet

Con la muerte de Eduard Shevardnadze, a los 86 años, el lunes en Tbilisi, desaparece una de los protagonistas de la “Perestroika”, el proceso de reformas internas e internacionales que el presidente de la URSS Mijaíl Gorbachov emprendió a mediados de los años ochenta del siglo pasado.

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Como ministro de Asuntos Exteriores (1985-1990) de la Unión Soviética, Shevardnadze gestionó la reunificación de los dos Estados alemanes y los acuerdos de desarme nuclear con EEUU, así como aspectos internacionales de la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán y el relance de las relaciones con China. En la historia, el nombre de ese georgiano de maneras corteses queda unido con el “deshielo” Este-Oeste y el fin de la Guerra Fría.

Pero la biografía de Shevardnadze va más allá del cargo que, como persona de plena confianza de Gorbachov, ocupó en dos ocasiones, la segunda de ellas escasamente durante un mes en el otoño de 1991, cuando la Unión Soviética agonizaba.

En política Shevardnadze fue un corredor de maratón y, por la agitada época que le tocó en suerte, puede decirse que vivió varias vidas y en varios mundos. La primera fue en la República Socialista Soviética de Georgia, donde el chico de provincias que se había formado como pedagogo y como médico, hizo carrera en las estructuras comunistas, desde el Komsomol (las juventudes del partido) y la dirección del ministerio del Interior hasta la jefatura de la república (1972-1985) en calidad de primer secretario del Comité Central del Partido Comunista local.

La segunda vida de Shevardnadze se inició cuando fue llamado a Moscú por Gorbachov, el camarada con quien, paseando por las playas de mar Negro, había compartido confidencias y críticas a los vetustos dirigentes soviéticos. Cuando llegó la hora del relevo generacional, Gorbachov quiso que Shevardnadze sustituyera a Andréi Gromiko, que llevaba décadas al frente del ministro de Exteriores.

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Como ministro de Exteriores, impulsor de radicales recortes en el número de cabezas nucleares y de la salida de las tropas soviéticas de los países europeos aliados, Shevardnadze se granjeó la animadversión de los “halcones” de la URSS y su figura es criticada hasta hoy por quienes culpan a Gorbachov y su equipo de haber destruido el imperio soviético. El 20 de diciembre de 1990, desde la tribuna del parlamento, Shevardnadze anunció que dimitía ante “el avance de la dictadura”.

Tras el derrumbamiento de la URSS en diciembre de 1991, el ex ministro volvió a Georgia para dirigir (desde 1992 hasta 2003) los destinos de un país convulsionado por el ultra nacionalista Sviat Gamsajurdia, que fue derrocado en un golpe de Estado. A la pérdida de Osetia del Sur, que Gamsajurdia no pudo someter, Shevardnadze añadió la pérdida de Abjazia, de donde fueron expulsadas las tropas enviadas por Tbilisi, y con ellas también los georgianos residentes en aquel territorio. En el verano de 2004 en el jardín de su villa de Tbilisi, donde reflexionaba sobre sus futuras memorias, Shevardnaze aseguraba a esta corresponsal que se trataba de “300.000 georgianos, a los que los abjazos, apoyados por voluntarios rusos y chechenos, habían obligado a huir”.

Shevarnadze firmó acuerdos con el presidente ruso Boris Yeltsin que congelaron los conflictos de Abjazia y Osetia. Consciente de la hipersensibilidad de los vecinos rusos, legalizó las bases de “pacificadores” de Moscú en territorio georgiano. Asimismo, se incorporó a la Comunidad de Estados Independientes (asociación de países postsoviéticos). Sin embargo, a partir de 1994, el político tomó un rumbo más occidental y fue él quien invitó a consejeros militares norteamericanos para frenar el impacto sobre su territorio del conflicto bélico en la vecina Chechenia.

En dos ocasiones como mínimo fue victima de atentados, en 1995 y en 1998, este último cuando viajaba en un Mercedes blindado. En noviembre de 2003, el patriarca de la política georgiana dimitió como presidente como resultado de la Revolución de las Rosas, al frente de la cual estaban los jóvenes que él mismo había iniciado en la política.

La capacidad de adaptación de Sheverdnadze era enorme. Como líder de Georgia persiguió la corrupción y prodigó incontables elogios a Leonid Brezhnev, el dirigente de la URSS fallecido en 1982. Pero, tras las apariencias ortodoxas, protegía a su república de una excesiva injerencia de Moscú, cultivando una relativa tolerancia ideológica interna y permitiendo el desarrollo de modelos de economía de mercado que resultaban “incorrectos” para el sistema vigente.

Mijaíl Gorbachov comentaba este lunes su muerte en el canal de televisión Dozhd: “Fuimos amigos, grandes amigos y así fue hasta el final. Y en estos años difíciles para él y para mí por los achaques.” “Shevardnadze fue un político de talento” que dejó “una profunda huella”. Gorbachov dijo haber elegido a Shevardnadze para dirigir el ministerio de Exteriores porque se necesitaba “un hombre de la política, y un hombre moderno”, capaz de “comprender la situación en el país y en el mundo y de actuar”. “Hay que decir que fue muy activo y que no había que empujarlo. Yo le apoyaba”, sentenció.

En 2004, el su jardín Shevardnadze, enfundado en un chandal, explicaba que “sabía que cuando empezara la democratización todas las minorías (de la URSS) querrían ser independientes”. “No se lo dije a Gorbachov pero sabía que más tarde o más temprano surgiría este problema y que la URSS se desintegraría, pero pensaba que sería cinco o seis años más tarde”, afirmaba.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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