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crisis en Ucrania

Slaviansk entierra a los tres muertos en la emboscada de Pascua

Kiev anuncia que reanuda la operación antiterrorista contra los rebeldes El entierro de tres víctimas prorrusas se convierte en una afrenta nacionalista a Kiev

Biden y Yatseniuk se reúnen en Kiev.Foto: reuters_live

El multitudinario funeral de los tres defensores del pueblo de Bylbasovka, que perecieron en una emboscada en la noche del domingo de Pascua, consolida la resistencia contra las autoridades provisionales de Kiev en Slaviansk, la localidad que se ha constituido en el puesto avanzado del movimiento federalista y separatista prorruso en esta región minera e industrial del este de Ucrania.

En Kiev, el presidente en funciones y jefe de la Rada, Alexandr Turchínov, se pronunció ayer por la reanudación de las “acciones antiterroristas en el este del país”. “Exijo de los cuerpos militares y del orden público que se reanuden y lleven a cabo medidas antiterroristas eficaces, dirigidas a defender de los terroristas a los ciudadanos residentes en el este de Ucrania”, manifestó Turchínov en un comunicado colgado en la página web del Parlamento.

Turchínov afirmó además que ayer, cerca de Slaviansk, fueron encontrados dos cuerpos “de personas salvajemente torturadas”, una de las cuales fue reconocida como Vladímir Rybak, el diputado desaparecido del municipio de Gorlovka y afiliado al partido Patria, la formación de Yulia Timoshenko. “Los terroristas que tomaron como rehenes prácticamente a toda la región de Donetsk han traspasado los límites, comenzando a torturar y a matar a patriotas de Ucrania”, escribió Turchínov.

El presidente en funciones acusó a los combatientes del este de “desafiar” no solo a Ucrania, sino también a toda “la comunidad mundial”, al burlarse de las decisiones tomadas en Ginebra. Se trata, según dijo, de “un delito cometido con el total apoyo y consentimiento de la Federación Rusa”. Según el Ministerio de Defensa de Ucrania, en las inmediaciones de Slaviansk habría sido tiroteado ayer un avión militar An-30, que habría logrado esquivar los tiros gracias a la pericia del piloto.

La carga emocional de las exequias religiosas en Slaviansk fue intensa. En la catedral, a pocos metros de la estatua de Lenin y del Ayuntamiento ocupado, se reunieron 18 dignatarios eclesiásticos, entre ellos cuatro arciprestes tocados con mitras. Los sacerdotes representaban a todas las parroquias de la comarca dependientes de la Iglesia Ortodoxa Rusa (subordinada al patriarca Kiril en Moscú). Los ataúdes descubiertos, con los cuerpos del chofer Serguéi Rudenko, el campesino Alexandr Sigalov y el cosaco Pavel Valenko, fueron colocados en el centro del templo. De ellos, Rudenko era el más conocido por haber conducido un coche de bomberos y últimamente el autobús de una escuela. Su viuda, Yelena, estaba rodeada de sus tres hijos, dos de los cuales estaban con su padre en el puesto atacado. El menor sostenía en la mano el certificado de defunción de Rudenko, escrito en idioma ucraniano, la lengua estatal obligatoria para los documentos oficiales en estas regiones rusoparlantes.

“¿Quién hubiera podido decir que llegaría una época en que en la noche de Pascua la gente levantaría la mano contra sus hermanos y se matan entre ellos?”, dijo el arcipreste calificando a los muertos como “gente pacífica, creyentes, trabajadores, desarmados”, que fueron “asesinados” por gente que habló “con el plomo” y “no con los labios”. “¿Qué pasa aquí entre nosotros? Los hermanos se enfrentan con los hermanos. La gente comienza a odiarse. ¿Quién siembra este odio? ¿Para qué? ¿Con qué fin?”, exclamó el sacerdote con la cruz en la mano.

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“Esta hostilidad no es ni para un día ni para dos, ni siquiera para años, sino para mucho tiempo”, afirmó el arcipreste. “Que todo el mundo sepa, y no solo en Ucrania, que la Iglesia siempre exhortó a la paz (…) y seguirá haciéndolo”, dijo. “Puede que no todos sepamos rezar. Hoy vale la pena aprender, porque hay épocas en las que rezan todos”, concluyó.

Cosacos del Don, en traje de gala, y también el alcalde popular Viacheslav Ponomariov, sacaron a hombros los ataúdes mientras repicaban las campanas. Los cánticos religiosos, que habían sonado durante casi dos horas en el templo, fueron sustituidos por consignas en la calle. “Vivan los héroes de Donbás”, gritaba la multitud concentrada en torno a la iglesia. Algo fue mal en el improvisado mitin y un grupo de uniformados con máscaras y fusiles Kaláshnikov protestaron cuando alguien dijo por el megáfono que Rudenko había sido en realidad “acuchillado”.

“Fue un francotirador. Tenía una ametralladora”, gritó uno de los enmascarados desde las escaleras del templo. “Era una ametralladora alemana”. “Asesinos, asesinos”, rugió la multitud, y luego: “El fascismo no pasará”. “Las autoridades de Ucrania han declarado la guerra al sudeste del país (…) Levantémonos todos en la defensa del sudeste de Ucrania. Defendamos la República Popular de Donetsk”, gritaba otro, refiriéndose a la entidad autoproclamada que aglutina a separatistas y federalistas.

A la ceremonia en Slaviansk habían venido gentes de otros puntos de la provincia. De Nikoláyevka, al noreste de Slaviansk, había llegado Andréi, que repartía octavillas de la RPD impresas con su propio dinero, según decía. Andréi aseguraba que los puestos de defensa de los federalistas habían tenido que ser replegados en su localidad, es decir, lo mismo que había sucedido la víspera en Bylbasovka. La impresión de este interlocutor era que las fuerzas del Gobierno iban tomando posiciones en la retaguardia de la RPD y que por lo tanto era necesario cerrar filas. Comentarios casuales de vecinos de Slaviansk confirmaban que los milicianos están hambrientos de armas.

En Kiev, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden exhortó a Rusia a “dejar de hablar y comenzar a actuar” para superar la crisis de Ucrania. Biden advirtió de que continuar con el “comportamiento provocador” causaría un “mayor aislamiento” de Moscú, y manifestó que EE UU apoyaría a los nuevos líderes ucranios frente a las “amenazas humillantes”.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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