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Quebec aparca el debate secesionista

Los electores de la provincia canadiense, preocupados por la economía y el empleo, castigan al independentismo con su peor resultado en 40 años

Thiago Ferrer Morini
Seguidores de los independentistas siguen el escrutinio en Montreal.
Seguidores de los independentistas siguen el escrutinio en Montreal. François Laplante-Delagrave (AFP)

La aplastante derrota del independentista Partido Quebequés (PQ) en las elecciones del lunes ha puesto de manifiesto el hartazgo de la ciudadanía de la provincia canadiense con el debate secesionista —que ha marcado la región desde los años setenta—, así como con el partido que convocó dos referéndums de autodeterminación en 15 años (en 1980 y 1995), ambos con resultado negativo. Es el peor resultado de los soberanistas en 40 años, una debacle que pone fin a 18 meses de Gobierno en minoría.

La campaña electoral, en su mayor parte, ha sido ajena a las principales preocupaciones ciudadanas. “Ha sido tan decepcionante que un buen número de electores irá a votar sin entusiasmo”, comentaba el sábado el diario Le Devoir en un editorial. Un estudio del instituto Ipsos publicado el día 4 afirmaba que solo un 1% de los encuestados creía que un referéndum de secesión tendría que ser la prioridad del Gobierno salido de las elecciones, muy por detrás de temas como el acceso al sistema sanitario, la economía y el empleo.

Fuentes: Dirección General de Elecciones de Quebec.
Fuentes: Dirección General de Elecciones de Quebec.EL PAÍS

“No solo hay un cansancio del independentismo”, afirma el profesor Eric Belanger, de la universidad McGill de Montreal. “Hay también un hartazgo del PQ por la incertidumbre que provoca el no saber si volverá a haber un referéndum o no”. En el primer debate electoral, la primera ministra, Pauline Marois, llegó a negar que su partido convocaría un nuevo plebiscito.

El pasado 9 de marzo, las encuestas daban al PQ un empate técnico frente a los liberales en las elecciones. Ese día Marois presentó al magnate de la prensa y las telecomunicaciones Pierre-Karl Péladeau como el candidato estrella de su partido para reforzar su programa económico. Pero, en la presentación, el candidato no habló de economía, sino que hizo profesión de fe soberanista (“quiero que Quebec sea un país”). A partir de ahí, el independentismo perdió su ventaja en los sondeos, ventaja que no volvería a recobrar.

El lunes, los soberanistas obtuvieron 30 escaños (24 menos que en 2012) y un 25,4% de los votos, frente a los 70 asientos (20 más que hace dos años) y el 41,5% de los sufragios. El voto nacionalista quedó dividido entre el PQ y la Coalición para el Futuro de Quebec, un partido nacionalista pero no independentista, obtuvo 22 puestos y un 23% de los votos. Quebec Solidario, un partido independentista de izquierdas, logró tres escaños.

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Según un estudio del Royal Bank of Canada, el PIB de Quebec creció un 1,1% en 2013, frente al 1,7% del resto del país. La tasa de paro, del 7,3%, también es superior a la media nacional. Mientras, la deuda del sector público provincial asciende a algo más de 170.000 millones de euros (un 71,7% del PIB) y los últimos presupuestos, presentados el pasado mes de marzo, prevén un déficit de 1.160 millones de euros, un 0,5% del PIB.

Otro tema candente es la situación de los servicios públicos, especialmente la sanidad. Según un sondeo para la radiotelevisión pública Radio Canada, un 62% de los quebequeses se declaran insatisfechos con el sistema de salud de la provincia, especialmente con las listas de espera.

Eso ha pesado a favor del probable nuevo primer ministro, Phillipe Couillard, un neurocirujano de 56 años que se ganó una reputación como gestor en los cinco años que ocupó la cartera de Sanidad en un anterior Gobierno liberal.

Uno de los motivos por los que Marois convocó elecciones es para aprovechar la debilidad de Couillard tras su tardanza en definir la posición de su partido con respecto a la Carta de los Valores Quebequeses, un proyecto que prohíbe que los funcionarios lleven “signos religiosos ostensibles”. El plan polarizó a la sociedad de la provincia. “Ha sido un debate tóxico”, señala David Ouellette, director asociado de asuntos quebequeses del Centro de Asuntos Judíos y de Israel (CIJA), “y nos alegramos de que haya terminado”.

Los liberales han hecho campaña en contra de la Carta, lo que provocó la deserción en enero de su única diputada musulmana, Fatima Houda-Pepin. Houda-Pepin, que se candidató como independiente —con apoyo de los soberanistas— en una circunscripción al sur de Montreal, perdió por mucho ante el candidato liberal.

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