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Berlusconi afronta su final político

El Senado inicia el debate sobre si el exdirigente puede conservar su escaño tras la condena por corrupción Il Cavaliere recurre ante el Tribunal de Estrasburgo

Silvio Berlusconi, en un congreso del Partido Popular Europeo en Bruselas en diciembre.
Silvio Berlusconi, en un congreso del Partido Popular Europeo en Bruselas en diciembre.ERIC VIDAL (REUTERS)

Italia sigue con Silvio Berlusconi atado al cuello. El magnate que presidió por tres veces su consejo de ministros, que acaparó el protagonismo político durante los últimos 19 años y sobre el que, desde hace un mes, pesa una condena firme por fraude fiscal tiene sometido al país a un chantaje de manual. O le permiten conservar su escaño de senador, a pesar de la condena y de las leyes anticorrupción, o retirará a sus ministros y hará caer al Gobierno de Enrico Letta. Dice que incluso tiene ya grabado el vídeo en el que, a través de sus televisiones, anunciará el caos. Salvo que el centroizquierda o el presidente de la República, Giorgio Napolitano, acepten el trato.

La decisión sobre el futuro inmediato de Berlusconi corresponde, al menos en teoría, a la Junta para las Elecciones y la Inmunidad del Senado, que se reúne a partir del lunes y que está formada por 23 parlamentarios —de los que solo seis pertenecen al Pueblo de la Libertad (PDL) de Berlusconi—. La Junta debe analizar la aplicación de la llamada Ley Severino, aprobada hace un año por todos los partidos para luchar contra la corrupción. Nadie con una condena firme superior a los dos años puede acceder o seguir ocupando un escaño durante al menos los seis años siguientes a la publicación de la sentencia. Si se tiene en cuenta que Berlusconi fue condenado a cuatro años de cárcel por el caso Mediaset y que dentro de unos días cumplirá 77 años, se podría pensar que estamos ante el final definitivo del político. Se podría, pero —conociendo el paño— sería muy arriesgado.

Berlusconi quiere evitar como sea un final tan deshonroso y tan de alto riesgo, tan a lo Bettino Craxi. Sobre todo porque su expulsión del Senado lo dejaría desnudo ante sus otras cuentas pendientes con la justicia. Así que, para ganar tiempo, los abogados del político han optado por la vieja maniobra de tirar el balón a la grada. El sábado por la mañana, Berlusconi envió desde su mansión de Arcore un recurso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo contra la aplicación de la Ley Severino, la misma que el PDL votó hace un año. Su verdadero objetivo —más que obtener amparo del alto tribunal— es el de intentar paralizar la decisión del Senado sobre su expulsión a la espera del fallo de Estrasburgo. Una decisión que se podría demorar meses o años, durante los cuales, claro está, el protagonista de la vida política italiana seguiría siendo Berlusconi.

Desde que fue condenado por fraude fiscal, Berlusconi ha sometido al Gobierno italiano —del que forma parte— y al presidente de la República a una presión constante para que, por las buenas o por las malas, lo saquen del atolladero judicial. El mensaje siempre era el mismo: si caigo yo, cae el Gobierno. Pero a veces se despertaba tronante y parecía que la crisis era cuestión de minutos y otras daba a sus palabras un matiz de paciente hombre de Estado. El resultado es que la vida política del país sigue dependiendo de los problemas judiciales de Berlusconi. Para garantizar su propia supervivencia, el Gobierno de Enrico Letta se ve obligado a aprobar las medidas —como la supresión del impuesto a la primera casa— que el partido de Berlusconi considera prioritarias, mientras que las reformas estructurales que todos los partidos se comprometieron a sacar adelante ante el presidente Napolitano —entre ellas, la ley electoral— duermen el sueño de los justos.

A pesar de perder el poder en las urnas, Silvio Berlusconi sigue teniendo a su partido en un puño. Y decir su partido quiere decir también el centroderecha italiano e incluso el destino del centroizquierda. Porque otra de las habilidades del tres veces exprimer ministro es trasladar sus problemas a la acera de enfrente. El centroizquierda del Partido Democrático (PD), siempre envuelto en problemas internos de liderazgo y cohesión, ya ha perdido varias ocasiones para deshacerse políticamente de Berlusconi. Nunca ha querido hacer valer el conflicto de competencias en el que incurre el político y magnate y tampoco aprovechó el resultado de las últimas elecciones generales para protagonizar un giro real a la izquierda. No sería extraño que a partir de hoy, durante las reuniones de la Junta para las Elecciones y la Inmunidad del Senado, el PD vuelva a regalar a Berlusconi el balón de oxígeno y de tiempo que tanto necesita.

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