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La entrada de Irán en la negociación con Siria divide a las potencias

Washington, Londres y París vetan en el diálogo la presencia iraní, último cartucho para evitar la guerra civil

Ángeles Espinosa
Oficiales de seguridad inspeccionan la zona del atentado del viernes en Qadesiya, Damasco
Oficiales de seguridad inspeccionan la zona del atentado del viernes en Qadesiya, DamascoYOUSSEF BADAWI (EFE)

La propuesta de Kofi Annan de incluir a Irán en la búsqueda de una salida a la grave crisis siria, divide a las superpotencias y subraya el escaso margen de maniobra del mediador de la ONU. Washington, Londres y París se han apresurado a expresar su oposición a la presencia de Teherán en el grupo de contacto que ha propuesto como último cartucho para evitar que Siria se sume en la guerra civil. La falta de avance de las conversaciones nucleares con la República Islámica influye sin duda en esa actitud. La cuestión, sin embargo, no es si Irán debe participar, sino si es posible sacar a Siria del atolladero sin su colaboración.

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“Irán es un país que desempeña un papel muy importante en la región y me gustaría que fuese parte de la solución al conflicto sirio”, declaró Annan citado por Efe tras una reunión con los 15 miembros del Consejo de Seguridad el jueves. El que fuera secretario general de la ONU y ahora enviado especial para Siria de ese organismo internacional y de la Liga Árabe, reconoció implícitamente su fracaso al afirmar que su plan de paz “no se ha cumplido”.

Dispuesto a no tirar la toalla y su prestigio, Annan ha planteado al Consejo de Seguridad la creación de un grupo de contacto en el que participen los cinco miembros permanentes de ese directorio (EEUU, China, Rusia, Reino Unido y Francia) más los países vecinos de Siria “con influencia real sobre la situación”, como Turquía, Catar, Arabia Saudí y el citado Irán. Su objetivo, explicó, es que “todas las partes se muevan en la misma dirección”.

Hasta ahora, los esfuerzos internacionales para atajar la brutal represión de Bachar el Asad a sus opositores se han visto minados por los intereses contrapuestos de las potencias. Rusia y China, más por su rivalidad con EEUU que por sus relaciones bilaterales con Siria, han frenado cualquier paso que pueda conducir a una intervención como la que se llevó a cabo en Libia. Arabia Saudí ha visto la ocasión para tratar de minar a su rival regional Irán, que es el principal aliado de Damasco. La teocracia iraní, por su parte, respalda a ese régimen laico porque es su punta de lanza en el mundo árabe y su vía de acceso al Hezbolá libanés.

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Sólo el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha considerado “valiosa” la sugerencia de Annan. La embajadora de EEUU ante la ONU, Susan Rice, mostró la oposición de su país a que Irán forme parte de un eventual grupo de contacto “porque está involucrado de forma activa en las violaciones que se cometen” en Siria. El mismo recelo han mostrado el Reino Unido y Francia, que el próximo 6 de julio acoge la tercera reunión ministerial de los Amigos del Pueblo Sirio.

Rusia, que sí es partidaria de contar con Irán, sigue insistiendo en celebrar una conferencia internacional con todos los vecinos de Siria, en lugar de un grupo de contacto. Se llame como se llame, lo que parece claro es que cualquier mediación que no tenga la confianza de las dos partes del conflicto está destinada al fracaso. Por muy improbable que resulte alcanzarlo, El Asad tendría mucho más difícil rechazar un compromiso que contara con el respaldo de Irán, a quien no puede tachar de hostil.

Pero para llegar hasta ahí habría que vencer antes el enorme muro de desconfianza que el programa nuclear iraní ha levantado en torno al régimen de Teherán. Tal posibilidad aún parece lejana. Una nueva reunión entre Irán y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) concluyó anoche sin avances. Ese país rechazó permitir el libre acceso de los inspectores de la ONU al complejo militar de Parchin, donde EEUU y sus aliados sospechan que se han hecho pruebas nucleares orientadas a la obtención de una bomba, algo que los portavoces iraníes niegan.

La teocracia iraní tiene en Damasco su punta de lanza en el mundo árabe

La firmeza de Irán, asediado por crecientes sanciones económicas, es en parte fruto del respaldo que obtiene de China y Rusia. El presidente chino, Hu Jintao, instó a Mahmud Ahmadineyad, de visita en Pekín, a mostrarse “flexible y pragmático” en el asunto nuclear, informa José Reinoso. Sin embargo, Hu también le aseguró que su país insiste “en la resolución del problema por la vía pacífica”. Como en su posterior entrevista con el ruso Vladimir Putin, la garantía de que no van a respaldar una acción militar da suficiente aire al régimen de Teherán para mantener un programa que más parece destinado a garantizar su supervivencia que a amenazar a sus vecinos.

A falta de un gesto en Viena, resulta difícil ver qué avances pueden obtenerse en la próxima ronda de contactos entre Irán y las grandes potencias en Moscú dentro de diez días. Cuando el pasado mayo en Bagdad, los iraníes descubrieron que su objetivo principal, el levantamiento de las sanciones, no estaba sobre la mesa, ya dejaron claro que la oferta occidental de un proceso gradual no les interesaba. Nada ha cambiado desde entonces.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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