Ni consumidores, ni clientes, Xiaomi dice tener fans. Los mima y agasaja en eventos a los que denomina Popcorn meetings y parecen conciertos de rock. Las cifras acompañan, Xiaomi se considera la startup más valiosa del mundo, con un valor de 45.000 millones de dólares, por encima de Uber, que supera los 40.000 millones. La fiebre es tal que se han vendido un millón de unidades de su mascota, un peluche con forma de conejo que luce un gorro con la estrella roja en la frente.
La empresa, que abrió en abril de 2010, se ha convertido en una inesperada sorpresa para los grandes fabricantes de móviles. Ocupa el tercer puesto en ventas, tras Samsung y Apple, por delante de Lenovo y LG. En 2014 vendieron 61,1 millones de móviles. Cinco de cada ocho móviles con Android activados el pasado año llevaban el sello cuyo nombre significa grano de arroz. Lo hicieron vendiendo solo en China, Taiwán, Hong Kong, Singapur, Malasia, Filipinas, India e Indonesia. Técnicamente, son los reyes de Asia.
Entre las peculiaridades se encuentra con tener ocho cofundadores, la mayoría ingenieros de Microsoft y Google, como Bin Lin, su presidente. Ante la insistencia del consumidor de EEUU, se han visto obligados a explicar quiénes son, qué pretenden y cuándo llegarán a un mercado que no termina de explicarse cómo ha surgido un fenómeno ajeno a Silicon Valley que le trata de tú a tú.
El jueves celebraron en San Francisco su primer encuentro, para dejar claro que sí, que se sienten parte de Silicon Valley, pero son de China. Lo evidenciaron por la forma de hacer, ejecutan rápido, y consiguieron abrirse la puertas con un fichaje sonado, el de Hugo Barra, un carismático directivo brasileño de Google que cambió su sillón en Mountain View por la inmersión en Asia. Es su responsable de expansión internacional. Su origen no resulta trivial a la hora de escoger el próximo lugar en que comenzarán a operar Brasil, el mismo sitio donde Motorola sacó su primer modelo de bajo coste y características avanzadas.
Entre las claves de su éxito, un catálogo muy controlado de móviles. Uno por año los dos primeros años, después cada seis meses. Hasta que en 2014, lanzaron cuatro. El último, el Mi Note, quiere competir con la última joya de Apple, iPhone 6 Plus, a un precio que no pasa de 350 dólares. Eso sí, no se vende ni en Europa ni en todo el continente americano. Este año abrirán una tienda de complementos como auriculares y baterías externas en EEUU. Barra insistió en que no tienen una hoja de ruta con tiempos marcados: “Nos encantaría, pero no es sencillo. Hace falta pasar certificaciones, añadir idiomas, dejar todo perfecto. No es fácil llegar a un mercado tan grande y tenemos claro que cuando lleguemos será para hacerlo bien”.
A pesar de su valoración se consideran y se comportan como una startup. Entre sus hechos diferenciales, no tienen tiendas, solo venden en su web. “Somos una empresa de comercio electrónico, un fabricante de móviles y creadores de software”, proclamó Bin Lin. Otro síntoma de su éxito, solo venden sus propios aparatos, desde televisores, a limpiadores de aire o auriculares, pero son la tercera tienda por volumen de negocio en China.
En el hardware, ofrecen una extraña combinación de componentes de última generación, casi siempre son los elegidos para estrenar los procesadores Qualcomm, a precios ajustados. Lin se negó a contestar sobre el margen que les queda, pero sí hizo un guiño cuando se le preguntó si el volumen era la clave para poder mantener esas cifras.
Técnicamente, venden móviles con Android. En la práctica cuenta con un software propio que modifica la apariencia exterior hasta hacerlo mucho más parecido a un iPhone que a un móvil de Google. Aplicaciones llenas de gráficos, animaciones, bordes redondeados y colores pastel dejan un sabor claro a manzana. Lin sabe que esa etiqueta le persigue, fue tajante: “No copiamos. En 2014 solicitamos más de 2.800 patentes. Cuidamos y respetamos la propiedad intelectual”.
Cuentan con su propia tienda de aplicaciones y portadas para personalizar el teléfono. Cada viernes por la tarde el móvil se actualiza. De lunes a miércoles se crea la nueva versión, el jueves se comprueba que es correcta. El viernes se libera. El fin de semana se revisan las sugerencias y toman nota de lo que hace falta arreglar. Un ciclo sin fin que solo cosecha buenas críticas. Tanto que funciona en 347 móviles que no han salido de sus fábricas, hasta 96 fabricantes, en su mayoría chinos, de bajo coste, lo incluyen por defecto en sus teléfonos. Fuera de China añaden todos los servicios de Google: correo, mapas, red social...
El papel de los fans, como subrayan que les gusta llamar a los compradores, es clave. Ellos son también los encargados de proponer modificaciones, mejoras y sugerencias en sus foros. Su implicación es tal que asumen la traducción. “Tenemos 31 clubs de fans, que han traducido nuestro software a 31 idiomas”, celebró el directivo chino.
Dentro de su plan sí reconocieron la próxima creación del club de fans en EEUU pero no en Europa. Un primer paso en su agresivo plan de marketing de bajo coste. “No gastamos en marketing digital, no nos hace falta. Ya tenemos las redes sociales para darnos a conocer”, explicó. Entonces surgió una duda, no todo el mundo está en redes sociales. ¿Cómo se va a enterar mi madre? “Sencillo, se lo vas a comprar tú. Así es como se nos conoce por los clientes que lo prueban y difunden su satisfacción”, concluyó.