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Soldados mexicanos: ¿manos prestadas?



Expertos en Fuerzas Armadas debaten sobre la cadena de mando, la obediencia y la capacitación de la tropa en el contexto de la guerra contra el narco


D. REA, P. FERRI Y M. GONZÁLEZ, México

Civiles y militares mexicanos mantuvieron 3.520 enfrentamientos durante el mandato de Felipe Calderón (2006-2012) y los dos primeros años de Enrique Peña Nieto (2012-2014). Murieron 4.255 personas, 4.046 civiles y 209 militares. En las refriegas, 494 civiles resultaron heridos. La relación entre civiles muertos y heridos en el conjunto de esos años fue de ocho a uno.

Según el estudio Índice de Letalidad, publicado hace unos años por los investigadores de la UNAM Catalina Pérez, Carlos Silva y Rodrigo Gutiérrez, enfrentamientos como los que se han dado estos años en México deberían arrojar cifras parejas: un muerto por un herido; dos muertos por dos heridos… La Guerra contra el Narcotráfico de Calderón y los años posteriores dejan sin embargo datos muy distintos. De 2007 a 2014, no hay momento en que el resultado sea parejo. Al final del mandato de Calderón, en 2011 y 2012, las relaciones llegaron a ser de 9.4 a uno y 14.7 a uno.

Durante ese tiempo, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, CNDH, un organismo público, ha investigado decenas de casos en que se acusa al Ejército de asesinato. En 34 ocasiones, la comisión concluyó que los militares abusaron de su posición y asesinaron civiles.

Los documentos de la CNDH muestran muchas veces la incapacidad de los soldados para responder en momentos de tensión, la presión a que son sometidos para combatir al “enemigo” y la postura de la institución castrense, que en sus informes justifica el uso excesivo de la fuerza y culpa, en primera instancia, a los muertos. Por ejemplo, durante un enfrentamiento en pleno centro de Apatzingán, Michoacán, el 5 de julio de 2007, los militares utilizaron una bazuca para atacar una vivienda y detener a un grupo de presuntos criminales, matando a cuatro personas y dejando a otras ocho heridas.

Raúl Benítez-Manaut, académico de la UNAM, señala que hay factores que condicionan el actuar de los elementos de tropa (soldados, cabos, sargentos)… “La formación en derechos humanos en el Ejército va de arriba abajo: de académicos y expertos a jefes y oficiales de mayor grado. Ellos tratan de trasladar lo que han aprendido a los oficiales de menor grado y así sucesivamente. De ahí que puede ser difícil en ocasiones, por su nivel de estudios, que en la tropa se pueda comprender qué significa respetar los derechos humanos”.

Esa situación podría generar un desequilibrio, explica el experto. “Los oficiales inferiores [tenientes, subtenientes], que son los que comandan operativos, reciben órdenes ambiguas: por ejemplo, tienes que acabar con los zetas, pero tienes que respetar los derechos humanos”.

La ambigüedad se completa con la “independencia relativa del mando que controla el patrullaje” y el “factor de adrenalina de combate: si un narco tiene un AK-47 y se te para enfrente, tú le disparas”.

Marcos Pablo Moloeznik, investigador de la Universidad de Guadalajara, añade que “los requisitos de ingreso para el personal subalterno –la tropa– son muy laxos: basta presentar el acta de nacimiento, la constancia de antecedentes penales y el certificado de educación básica (secundaria)”.

El académico añade que “si usas a los militares  sabes cuales son los efectos. En muchos casos, la intervención del Ejército sí es necesaria, y es amparable en el artículo 29 constitucional, que regula el uso del estado de excepción. Pero de la manera que se ha hecho, evitando declarar el estado de excepción, las fuerzas armadas actúan sin un manto de protección legal. La respuesta del Ejército debe ser cortoplacista, de choque, para recuperar espacios públicos al narco. A largo plazo, es malo”.


Obediencia debida: México y Argentina


“Cuando estás obligado a obedecer, estás sometido. Cuando sólo obedeces ya no eres persona, ya no eres nadie. Eres unas manos que hacen cosas”. Son palabras del soldado Javier, cuyo testimonio publicó ayer EL PAÍS. El soldado se refiere a la obediencia que debe a sus superiores, un tema espinoso.

En Política y/o violencia, la investigadora argentina radicada en México Pilar Calveiro busca explicar cómo los militares fueron capaces de torturar, matar y desaparecer durante la dictadura argentina. La clave, plantea, está en la obediencia.  "La obediencia, junto con el castigo, es el requisito indispensable para la disciplina militar. El condicionamiento a la obediencia ciega que reciben los militares hace que en verdad se les prepare para cumplir las órdenes sin que exista oportunidad del cuestionamiento acerca de su legalidad. Cada soldado”, añade Calveiro, “cada cabo, cada oficial en su proceso de asimilación y entrenamiento, ha aprendido la prepotencia y la arbitrariedad del poder en su propio cuerpo y en el cuerpo colectivo de la institución”.

Benítez-Manaut dice que el Ejército funciona de acuerdo al principio de obediencia debida: “tú tienes que hacer lo que dice tu jefe. ¿Qué soldado tiene la capacidad de decir no, aunque esa orden viola los derechos humanos?”

La argentina Paula Litvachky, directora del Área de Justicia y Seguridad del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), explica que en Argentina, la Corte Suprema derogó la Ley de Obediencia Debida, que eximía a los soldados de las violaciones a derechos humanos ocurridas durante la dictadura. Litvacky resume: “En delitos de lesa humanidad cuando la orden es ilegítima, no se puede contraponer ninguna norma de justicia militar por sobre los derechos humanos”.

Litvachky considera que México debería realizar los juicios contra crímenes cometidos por militares en un marco que reconozca el contexto de violencia del país. “Se tiene que poner ahí, en un marco de graves violaciones a los derechos humanos para entender el contexto y entender la responsabilidad del Estado en términos generales. Es ahí donde el sistema de justicia debería definir como graves violaciones, decidir si se hará un juzgamiento general, y trazar un plan para juzgar en ese contexto”.

Este reportaje fue realizado como parte de la Beca Mike O´Connor del International Center for Journalists (ICFJ) y de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas, que ICFJ tiene en alianza con Connectas, cadenademando.org

 

 

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