¿Comeré hoy? De la semilla... a la mesa

¿Comeré hoy?

Cuchara vacía o cargada de diferentes elementos: tierra, lentejas...

Producimos casi el doble de la comida necesaria para alimentar a la población mundial y, sin embargo, casi 800 millones de personas pasan hambre. Los factores son variados: desde el impacto de fenómenos climáticos al conflicto, pasando por las pérdidas poscosecha o un sistema comercial que deja a algunos fuera… ¿Qué podemos hacer al respecto? ¿Cómo distribuimos los alimentos? ¿Cuáles son y cómo se producen los alimentos básicos en el mundo? ¿Quién controla y le pone precio a la comida?

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El hambre

Martín Caparrós

Usted, lector amable, tan bienintencionado, un poco olvidadizo, ¿se imagína no saber si va a poder comer mañana?
Y, más: ¿Se imagína cómo es una vida hecha de días y más días sin saber si va a poder comer mañana? ¿Una vida que consiste sobretodo en esa incertidumbre... y el esfuerzo de pensar cómo paliarla...?

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La batalla diaria por los alimentos

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Mujer sentada en un mercado
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Mujeres

Las mujeres del medio rural tienen menor acceso que los hombres a los recursos productivos, servicios y oportunidades como la tierra, el ganado, la financiación y la educación. En muchos casos los hombres controlan la venta de cultivos y animales,y la administración de los ingresos.

Distintos estudios estiman que si las agricultoras tuvieran el mismo acceso que los hombres a los recursos, el número de personas con hambre del mundo podría reducirse hasta en 150 millones.

Hombre en un campo seco
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Clima

El cambio climático y los eventos meteorológicos como El Niño traen sequías, inundaciones y otros efectos nefastos para la agricultura, la ganadería o la pesca. Los más afectados son los pequeños productores de subsistencia, que dependen del agua de la lluvia para obtener sus cosechas y, por tanto, alimentarse. El uso de nuevos tipos de semillas adaptadas y la diversificación de las cosechas son algunas medidas que ayudan a prevenir y resistir los fenómenos climáticos.

Mujer en un invernadero
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Agricultura familiar

Las explotaciones agrícolas familiares ocupan entre un 70% y un 80% de las tierras agrícolas y producen cerca del 80% de los alimentos del mundo. Por eso, la agricultura familiar o a pequeña escala es un elemento básico para garantizar la seguridad alimentaria. Pese a todo, el pequeño tamaño de estas explotaciones (el 72% tiene menos de una hectárea) les deja a veces en una posición de desventaja.

Hombre buscando en la basura
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Desperdicios

En el mundo se produce casi el doble de la comida necesaria para alimentar a toda la población. Un tercio de ella acaba en la basura. Con lo que se desperdicia en Europa en un año, por ejemplo, podrían comer 200 millones de personas. Otro problema distinto es el de las pérdidas poscosecha. En numerosas regiones, la falta de tecnología (transporte, cadenas de frío…) o de conocimientos hace que cantidades enormes de víveres se echen a perder.

Saco con semillas
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Semillas

Durante milenios, la alimentación humana ha dependido de unas 10.000 especies de plantas, pero gran parte de esta diversidad se ha perdido y ahora se basa en unas 150. Solamente cuatro —el arroz, el trigo, el maíz y las patatas— proporcionan alrededor del 60% de las calorías que obtenemos de las plantas. El riesgo de depender de tan pocas variedades es que si alguna se ve amenazada (por ejemplo, por una enfermedad específica) la seguridad alimentaria se verá inmediatamente afectada.

Niños
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Niños

La primera infancia comprende los años clave para el desarrollo de una persona. No recibir los nutrientes y alimentos adecuados en esta etapa provoca casi la mitad de las muertes de menores de cinco años (3,1 millones de fallecimientos al año). Además, supone un lastre para ese desarrollo físico (la cuarta parte de los niños del mundo padece retrasos en el crecimiento) y mental (66 millones asisten con hambre a la escuela) que se arrastra toda la vida.

Montón de pescado
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Pesca

Cada vez se come más pescado. Si hacemos una media —obviamente irreal— en 2014 cada persona consumió más de 20 kilos de animales acuáticos (en 1960 eran menos de 10). Esto quiere decir que la producción de pescado va por delante del ya de por sí vertiginoso aumento de la población. La clave reside en el crecimiento de la acuicultura. En 1974, solo criábamos el 7% de las especies acuáticas que comíamos. Hoy, casi la mitad (44%) proviene de distintas formas de cultivo.

Acumulación de basura
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Precios

De nada sirve producir alimentos suficientes para todos si hay quienes no pueden permitirse pagarlos. Entre 2007 y 2008 se produjo una crisis mundial en los precios, provocada por la pérdida de cosechas, el auge del coste del petróleo y del uso del biodiesel, y otras causas como los conflictos y la especulación. Esto hizo que los precios se disparasen y alimentos básicos como el trigo, el maíz y el arroz prácticamente doblasen su precio.

Mujeres obesas sentadas en un banco
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Obesidad

La otra cara de la malnutrición es la que da lugar a enfermedades cada vez más extendidas como la obesidad o la diabetes. La ingesta excesiva de alimentos poco saludables es una plaga en los países desarrollados, bien por la enorme oferta y popularidad de productos saturados de azúcares, grasas y calorías, o bien porque en muchas ocasiones estos son los más asequibles. Y lo mismo ocurre en los países en desarrollo, que tienen una fuerte dependencia de la importación.

Bomberos en un bosque ardiendo
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Bosques

Los bosques juegan un papel importante en la seguridad alimentaria. No solo indirectamente por su contribución a mitigar los efectos del cambio climático, evitar la desertización y ser el medio con el que millones de familias se ganan la vida. También porque contienen numerosos productos alimenticios y, en numerosos lugares, la madera que sirve para cocinar los alimentos.

De la semilla...

A la boca. Un camino que parece sencillo. Se cultiva. Se cosecha. Se envía a los mercados. Se compra. Y se come. Todo bien. Y aún suena mejor al saber que, con ese proceso, más la pesca y la cría de animales, cada año se produce casi el doble —¡casi el doble!— de los alimentos que hacen falta para que los más de 7.300 millones de personas que habitan la Tierra comamos adecuadamente. Todo muy bien.

Pero hay otra cifra demoledora que choca con la anterior: 793 millones de personas pasan hambre. Demoledora, y tan mareante que uno se pierde y puede no llegar a valorarla. Pero es más de uno de cada diez seres humanos. Difícil hacerse a la idea. Eso es más que todos los habitantes de América Latina. Más del doble de la población de la zona euro. Toda esa gente no come lo suficiente, pese a que es un derecho humano. Y por eso tiene problemas de desarrollo, sufre enfermedades, sobrevive en lugar de vivir, o muere por causas directa o indirectamente relacionadas con la falta de comida.

Así que no todo está bien. Ni mucho menos. Algo falla, algo se pierde, algo se desvía en ese camino —aparentemente sencillo— desde la semilla hasta la boca para acabar desembocando en semejante incongruencia. Hoy, “el problema no es producir más a nivel global, sino que llegue al estómago del que tiene hambre”, recalca José Esquinas, profesor en la Universidad Internacional de Ciencias Gastronómicas de Pollenzo y exdirector de la cátedra de estudios Hambre y Pobreza de la Universidad de Córdoba (España).

Eso es lo que se conoce como seguridad alimentaria. Esto es: que haya comida disponible y que uno disponga del modo de conseguirla (para empezar, dinero para pagarla). También que esos alimentos sean suficientes, inocuos y nutritivos para que el cuerpo obtenga la energía y nutrientes necesarios para su vida diaria (comer cosas insanas que provocan obesidad o diabetes también es malnutrición).Y que todo esto sea estable y continuado en el tiempo y no una angustiosa incertidumbre. Empecemos por el principio.

" Cada año se produce el doble de alimentos necesarios para alimentar a todo el mundo

Este trayecto, tantas veces infructuoso, comienza en la mayoría de los casos —pesca aparte— por la semilla, la base de la producción agrícola y el origen del alimento de los animales que luego se convertirán también en comida. Unas semillas que se tiende a uniformizar. Las regulaciones internacionales de la Organización Mundial del Comercio y de la Unión Europea establecen que para poder sembrar, vender o intercambiar semillas, estas tienen que cumplir con el criterio DUS (Distinción, Uniformidad y Estabilidad). “Y las semillas de los agricultores tradicionales no son uniformes ni estables. Han evolucionado a lo largo de siglos y esa es su gran riqueza: su diversidad interna, que es la que les confiere su capacidad de adaptación”, señala Esquinas, uno de los impulsores del convenio internacional conocido como el tratado de las semillas.

Eso hace que miles de pequeños agricultores tengan dificultades para resembrar y comercializar su propia simiente. Pueden comprar semillas certificadas pero, además de ser uniformes, les supone un coste extraordinario. Aquí aparece también el problema de los derechos de propiedad intelectual, o copyright de la simiente. Las grandes compañías del sector, como Bayer-Monsanto o ChemChina-Syngenta, patentan sus semillas y obligan a los agricultores a pagar por ellas cada año y generan una relación de dependencia. Un caso evidente de esta tendencia es el de los organismos genéticamente modificados, más conocidos como transgénicos. Todo esto deja a los pequeños productores con menos dinero para invertir en su propia alimentación, y además eleva sus costes. Y no hay que olvidar que, a nivel mundial, el 75% de la comida que sí llega a la boca no proviene de grandes explotaciones, sino de las pequeñas o de la agricultura familiar.

Esta uniformización también contribuye a una peligrosa pérdida de biodiversidad. Según datos de la FAO (organización de la ONU para la alimentación y la agricultura), a lo largo de la historia la humanidad ha utilizado entre 8.000 y 10.000 especies distintas para alimentarse. Hoy se producen y distribuyen comercialmente alrededor de 150. Y el 60% de las calorías que consumimos vienen de solo cuatro especies: el trigo, el maíz, el arroz y las patatas. Y también se utilizan cada vez menos variedades dentro de la misma especie. “Pero necesitamos variedades resistentes al calor, al frío, a la humedad, a las distintas enfermedades…”, defiende Esquinas. “La uniformidad incrementa la vulnerabilidad, mientras la diversidad aumenta la resiliencia y la capacidad de adaptación”. Cada vez hay más ojos mirando a variedades adaptadas y a especies olvidadas que puedan responder adecuadamente a otro de los grandes retos de la alimentación: el cambio climático. “Hay que aprovechar y valorar los conocimientos agrícolas tradicionales, como los de los pueblos indígenas”, reclama Jean Balie, economista de la propia FAO.

Porque los fenómenos meteorológicos extremos, como inundaciones, huracanes, sequías, parecen ser la “nueva normalidad”. Estos, y el cambio de los patrones climáticos, afectan gravemente a países en los que la seguridad alimentaria ya es frágil. “Este es quizá el mayor reto para cumplir con los objetivos que el mundo se ha marcado hasta 2030”, opina Antonio Salort-Pons, responsable del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en España. Hablamos de El Niño, y de la destrucción sembrada por el huracán Matthew en Haití. De las inundaciones que arrasan cosechas en Papúa Nueva Guinea o Timor Oriental. O de la persistente sequía que azota a Etiopía, Malawi o Guatemala.

En muchísimos países de África, Asia y Centroamérica sigue habiendo millones de agricultores cuyos cultivos dependen del agua de la lluvia. “En esos casos hay que pensar en sistemas de riego por goteo, o en plantar variedades resistentes a la sequía”, como defiende Macharia Kamau, enviado de la ONU para el clima. Y además, explorar técnicas de conservación de agua, construir sistemas de regadío eficientes… Para responder a todos los desastres meteorológicos es básico mejorar la capacidad de esos pequeños agricultores —quienes realmente alimentan al mundo— para sobreponerse a una mala cosecha. Es decir, cultivar la famosa resiliencia.

“Las grandes compañías de semillas patentan sus recurso fitogenéticos y generan una relación de dependencia con los agricultores”

Las soluciones requieren inversión y formación. Como capacitar a estos productores para que puedan encontrar otras fuentes de ingresos (por ejemplo, procesando ellos mismos sus alimentos para darles valor añadido) y para que obtengan el máximo provecho de su trabajo. “Hay que facilitar el acceso a abonos, a tecnología, a crédito…”, defiende Amador Gómez, director técnico de Acción contra el Hambre en España. “Luego el agricultor debe poder decidir qué quiere usar y qué no. Pero es importante que, esté donde esté, tenga la opción de comprar un abono o una herramienta concreta”, añade Balie, “y los costes, por ahora, son demasiado altos”.

Ese cóctel de formación, inversión en nuevas tecnologías y acceso a insumos de calidad es básico para que muchos de estos pequeños productores puedan quitarse el apellido de subsistencia. Es decir, que su producción les alcance para algo más que para alimentarse ellos mismos y salir adelante. Como entrar en otros pequeños negocios que les permitan estar a salvo si su producción se va a pique o mejorar sus condiciones de vida… Pero invertir en investigación o infraestructuras para mejorar la productividad de los pequeños agricultores, que por lo general no pueden pagar mucho por ello, “no es un negocio económicamente rentable”, critica Esquinas.

En cualquier caso, imaginando que uno tenga un clima benigno y acceso a semillas y a todos esos elementos necesarios para producir arroz, tomates o yuca, aún le faltaría otro ingrediente básico: la tierra. “En muchos países africanos no hay un mercado de tierra eficaz y transparente. O directamente no existe tal mercado”, lamenta Balie. Y no solo ocurre en África: millones de pequeños agricultores o ganaderos trabajan sobre campos cuya propiedad no tienen garantizada por ninguna ley o título. Terreno abonado para que los gobiernos o los poderosos locales hagan negocio vendiendo tierras que oficialmente no son de nadie a grandes empresas o inversores, por lo general extranjeros. Y los agricultores locales pierden así el sustrato donde crecían su alimento y su futuro.

"“Es inaceptable que haya ciudades sitiadas en el mundo o gente a la que no puede llegar la asistencia alimentaria”

Siguiendo ese recorrido de la semilla que da fruto, el conflicto puede cruzarse en nuestro camino. Un terrible círculo vicioso. Porque la guerra provoca falta de comida (pérdida de cosechas, de animales, de tierras, desaparición de los mercados, problemas de transporte…), y la falta de comida provoca guerra (migraciones, invasión de territorios, disputas por los recursos…). “La pobreza y el hambre son el caldo de cultivo de los grandes males del mundo”, asevera Esquinas. La inestabilidad política es una gran barrera para la seguridad alimentaria. Y eso cuando no se utiliza directamente el hambre como arma de guerra. “Me preocupa mucho que últimamente no se permita siquiera el acceso humanitario”, censura Salort-Pons, cuya agencia —el PMA— se encarga de llevar provisiones a los lugares en crisis. “Es inaceptable que haya ciudades sitiadas en el mundo o gente a la que no pueden llegar los alimentos. Los corredores humanitarios salvan vidas”.

Con los alimentos que se pierden en América Latina y África por falta de medios para conservarlos podrían comer 600 millones de personas

Pero pongamos que también tenemos tierra, y paz. Y que conseguimos una cosecha abundante. Quizá esos agricultores puedan reservar una parte para comer ellos, si es que se puede conservar en condiciones. Pero el resto tienen que venderlo para obtener recursos. Y en esta segunda etapa del camino surgen de nuevo innumerables problemas.

El primero es el acceso a los mercados. Una cosa son los mercados de cercanía, del pueblo, de la aldea, de la zona. A veces es difícil llegar a estos. La falta de carreteras y de medios de transporte hace habitual la imagen de agricultores cargando decenas de kilos de frutas o verduras hasta el lugar de venta. Caminando kilómetros hasta poder vender. Así que imaginemos lo que cuesta llegar a las grandes urbes, o a los mercados internacionales. “Hay que trabajar más sobre ese nexo entre productores y distribuidores”, aboga Balie. “Sobre todo, en las pequeñas ciudades que es donde la producción se junta antes de salir para las grandes.

Gómez, de Acción contra el Hambre, coincide: “El vínculo con empresas de carácter medio que procesen los alimentos ayuda a que los pequeños agricultores no queden marginados al autoconsumo o la venta local”. En este punto también es positiva la formación de cooperativas o la asociación de productores para poder afrontar con más garantías esa entrada en el mercado.

Pero entonces surge otro (gran) obstáculo. De nuevo por falta de recursos. No hay medios ni tecnología para conservar los alimentos a la espera del mejor momento para venderlos, o para transportarlos a largas distancias sin que se estropeen. Las pérdidas poscosecha —cuando los alimentos se echan a perder antes de llegar al consumidor— que se producen en América Latina y África podrían alimentar a 600 millones de personas al año. Por eso, muchos productores se ven obligados a vender cuanto antes, aunque los precios estén muy bajos y no le vayan a sacar el máximo partido a sus productos.

Además, a medida que la cadena de valor avanza, en muchos países con problemas de institucionalidad hay que lidiar con trabas administrativas, cuando no con impuestos desproporcionados o directamente con el pago de sobornos. Todos estos costes extra se van cargando sobre el producto. “Hay estudios que demuestran que en muchos países africanos los problemas de tránsito y acceso a mercados hacen que el productor gane entre un 30% y un 60% menos”, apunta Balie. Un porcentaje que, cuando uno gasta 7 de cada 10 euros que ingresa en comer, puede suponer una diferencia vital. Una vez más, el motivo es que los gobiernos no tienen recursos para afrontar esas inversiones y el sector privado no lo ve suficientemente rentable.

Mercado

Todo esto limita el precio que los agricultores pueden obtener por su trabajo y su producto. Pero no limita del mismo modo el que ellos o sus conciudadanos tienen que pagar para comprar comida. La mayor interconexión de los mercados internacionales y el estallido de la burbuja inmobiliaria —que llevó a muchos inversores a buscar la rentabilidad especulando en el sector agroalimentario—, unidos a la incertidumbre del cambio climático y la inestabilidad que generan los conflictos, han hecho que los precios de las commodities alimenticias sean cada vez más volátiles. Y que millones de personas que dependen de las importaciones para comer queden expuestas sin protección a los vaivenes del mercado y las maniobras especulativas. Un bajón o un repunte puede hacer que los precios de los alimentos básicos se multipliquen por dos o por tres, como ocurrió entre 2008 y 2009. Un aumento fatal.

Otro condicionante es el modelo de consumo y distribución en la mayoría de los países desarrollados, que hace que a veces compense económicamente (o incluso parezca necesario) tirar alimentos por motivos comerciales. Como ocurre con mayoristas, minoristas y hostelería. Y también en los hogares. En España, por ejemplo, se desperdicia en toda la cadena el equivalente a 169 kilos de comida por habitante al año. Dicho de otro modo, con lo que los europeos tiran a la basura comerían 200 millones de personas. “Tenemos que cambiar nuestro estilo de vida hacia un consumo sostenible”, reclama Amparo Novo, directora de la cátedra de Gobernanza global alimentaria en la Universidad de Oviedo. “Otro riesgo es la creciente demanda de carne y proteínas animales. Esa dieta occidental supone más presión para la agricultura”, comenta Gómez, de Acción contra el Hambre. Lo mismo ocurre con el uso de tierra cultivable para producir biocombustibles.

"“Al comprar un producto u otro estamos premiando o castigando las prácticas de las empresas”

Pero uno se puede preguntar: ante un desafío de tal magnitud como acabar con el hambre, ¿qué puedo hacer yo? “Al comprar un producto u otro estamos premiando o castigando las prácticas de las empresas”, sostiene Novo. “Como consumidores tomamos decisiones que pueden mejorar las condiciones de agricultores, pescadores o ganaderos en todo el mundo”. Esquinas llama a hacer del carro de la compra un “carro de combate” contra el hambre. Y la profesora Novo cree que el ticket del supermercado o del restaurante pueden ser otro tipo de papeleta de voto, que sirva para influir sobre el sistema e impulsar la voluntad política de los gobiernos hacia el fin de esta lacra.

“Por primera vez sabemos cómo superar el problema del hambre, y no superarlo sería una vergüenza para esta generación”, dijo el presidente de Estados Unidos en el Congreso Mundial de la Alimentación. “Hay que movilizar el talento, la voluntad y el interés (…) y requiere la atención prioritaria de todos esta década”. No son palabras de Barack Obama hace unos meses, sino de John F. Kennedy en 1963. Pero aún hoy, el presupuesto ordinario de la FAO —la agencia de la ONU que debe liderar la lucha contra el hambre— para ocho años equivale a lo que el mundo gasta en armamento en un solo día. Mientras, producimos el doble de la comida necesaria, y 793 millones de personas siguen pasando hambre. ¿Dónde está esa voluntad? ¿Es realmente una prioridad?

Por Carlos Laorden

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El mercado, parada obligada

Por Xaume Olleros, Dakar (Senegal)

  • Vendedores en el mercado Tilène, en el distrito de Medina, en Dakar (Senegal)
    Vendedores en el mercado Tilène, en el distrito de Medina, en Dakar (Senegal). La existencia de mercados conectados con los lugares de producción es básica para que la población tenga acceso a alimentos, especialmente en contextos urbanos. Sin embargo, en muchos países africanos, como Senegal, y en otros lugares del mundo, no es tan sencillo para los productores llegar hasta los puntos de venta y distribución.
  • Una mujer vende fruta en el mercado HLM de Dakar
    Una mujer vende fruta en el mercado HLM de Dakar (Senegal). Las frutas y verduras frescas son muy relevantes para la dieta. Tener el conocimiento (y los medios) para conservarlas en el trayecto hasta los mercados (especialmente hasta la gran ciudad) es básico para evitar que se echen a perder. Eso, además de suponer un despilfarro, implicaría un gran coste para los distribuidores locales, reduciría la oferta y subiría los precios.
  • Las patatas tienen la ventaja de no ser materias primas alimentarias con las que se comercie demasiado a nivel internacional
    Las patatas tienen la ventaja de no ser materias primas alimentarias con las que se comercie demasiado a nivel internacional. Eso hace que sus precios no estén tan sometidos a los vaivenes de los mercados y dependan más de factores nacionales de oferta y demanda o producción.
  • La existencia de huertos urbanos o de proximidad es una ventaja para que los productos lleguen frescos a los mercados
    La existencia de huertos urbanos o de proximidad es una ventaja para que los productos lleguen frescos a los mercados, además de evitarse los costes y dificultades del transporte.
  • Una mujer pasa ante un puesto de verduras. A la izquierda, se puede ver mandioca, yuca o cassava, un cultivo más agradecido y resistente a la acidez del suelo y la sequía, del que también se puede fabricar harina
    Una mujer pasa ante un puesto de verduras. A la izquierda, se puede ver mandioca, yuca o cassava, un cultivo más agradecido y resistente a la acidez del suelo y la sequía, del que también se puede fabricar harina.
  • Un hombre carga con huevos
    Un hombre carga con huevos, una de las principales fuentes de proteína animal en ausencia de carnes de ganado.
  • La demanda de carnes aumenta en todo el mundo
    La demanda de carnes aumenta en todo el mundo, lo que crea presión sobre la agricultura, al requerir forraje para los animales y campos para que pasten.
  • Varias mujeres pasan ante un puesto de verduras
    Varias mujeres pasan ante un puesto de verduras. En muchos lugares aún no se tiene en cuenta la necesidad de llevar una dieta equilibrada, nutritiva y variada. Hay gente que esquiva el hambre pero cae en otro tipo de malnutrición: la obesidad y el sobrepeso.
  • Piezas preparadas para su venta
    Piezas preparadas para su venta. El consumo de proteína animal, más costoso de producir y más caro, puede complementarse con alternativas proteicas como las legumbres.
  • Alimentos en venta en un mercado de Dakar (Senegal)
    Alimentos en venta en un mercado de Dakar (Senegal). Los precios de algunos productos, como el maíz y el trigo, pueden sufrir grandes fluctuaciones debidas a movimientos en el mercado internacional.
  • El papel de los mercados como centro de distribución es vital
    El papel de los mercados como centro de distribución es vital. A veces, el hambre no viene ocasionada porque no haya alimentos disponibles, sino por la falta de acceso a ellos: ya sea físico (no hay un mercado) o económico (los precios están demasiado altos).
  • El transporte es un reto en numerosos países con problemas de seguridad alimentaria
    El transporte es un reto en numerosos países con problemas de seguridad alimentaria. Faltan infraestructuras y eso lo notan los mercados a la hora de recibir suministros.

...a la mesa

Comida sana, nutritiva, inocua y accesible. Una vez que se ha producido y se ha conseguido, hay que llevarla a la mesa. O, mejor dicho, a la boca, porque son mayoría los que no comen en una mesa. Estos son algunos de los alimentos más relevantes para la alimentación mundial. Cocinarlos bien es básico para obtener todo su valor nutritivo, y también es una actividad muy importante social y culturalmente que puede llegar a ser un arte.

Con recetas de:

  • Trigo

    Trigo

    El trigo fue uno de los primeros cultivos domesticados y durante unos 8.000 años ha sido el alimento básico para las principales civilizaciones de Europa, Asia Occidental y el norte de África. Los romanos y los egipcios ya dependían de él para su alimentación y estabilidad.

    Hoy, ocupa más tierras de cultivo que cualquier otro producto y sigue siendo la principal fuente de grano para consumo humano, por delante del arroz, el maíz y las patatas. La producción se ha más que triplicado desde 1960, y este cereal aporta en torno al 20% de las calorías disponibles en todo el mundo. Sus derivados, como panes, galletas u otros cereales, siguen siendo básicos en la dieta de millones de personas.

  • Arroz

    Arroz

    El arroz ha sido el alimento básico de millones de personas en Asia durante más tiempo que cualquier otro cultivo. A lo largo de la historia del continente, su superproducción ha permitido el desarrollo de las comunidades de la región (que aún produce y consume cerca del 90% del disponible en el mundo), mientras que una mala cosecha ha dado lugar a hambrunas e inestabilidad en muchos países de la zona.

    La producción intensiva se ha asociado con un daño medioambiental por el uso excesivo de agroquímicos y el gasto insostenible de agua. El cambio climático también es un reto. El cultivo en los deltas podrá verse afectado por el aumento del nivel del mar, y el aumento de fenómenos extremos como sequías o inundaciones o el aumento de las temperaturas también amenazan la producción de este alimento básico. Por eso nuevas iniciativas buscan técnicas de cultivo y variedades adaptadas a estas cambiantes condiciones.

    Sopa de arroz integral y vegetales de otoño
  • Patatas

    Patatas

    La patata o papa es uno de los alimentos clave para la alimentación mundial. Su alto valor energético y la relativa facilidad de su cultivo la han convertido en un alimento en expansión en los países en desarrollo.

    A diferencia de los principales cereales, este tubérculo no es un actor importante en el comercio mundial, lo que hace que su precio dependa menos de los mercados internacionales y más de los costes de producción y la situación económica local. Eso lo convierte en un recurso seguro para que los pequeños agricultores y los consumidores de renta baja capeen las fluctuaciones de los precios.

    Otras de sus ventajas es que requiere menos espacio para ser cultivada y resiste mejor los climas duros que los otros cuatro productos principales. Además, casi el 85% de la planta es aprovechable para la alimentación humana, cuando en la mayoría de los cereales solo lo es en torno al 50%.

    Patatas y alcachofas con limón y pecorino
  • Maiz

    Maíz

    Después del trigo y el arroz, el cereal de grano más importante del mundo es el maíz. Aporta nutrientes para humanos y animales y sirve como un material primario básico para la producción de almidón, aceites y proteínas, bebidas alcohólicas, edulcorantes alimenticios y biocombustible.

    La planta, ensilada, se usa con mucho éxito en la industria cárnica y lechera. Y después de recolectar el grano, las hojas secas y la parte superior (incluyendo las flores) se usan como forraje para rumiantes en muchos países en desarrollo.

    La evolución morfológica de la planta ha dado como resultado una gran variedad en el número, largura y anchura de las hojas, número de mazorcas por planta, ciclos de maduración, tipos de grano… Esta variedad es muy valiosa para mejorar la productividad de las plantas.

    Estofado sureño de maíz y pollo
  • Pescado

    Pescado

    El pescado juega un papel importante en la lucha contra la malnutrición, porque no es solo una fuente de proteínas y grasas saludables, sino que también aporta nutrientes como los ácidos omega-3. Los pequeños peces y mariscos de los que se come la piel y las espinas añaden un valor nutricional adicional.

    Una mayor producción y consumo de pescado ayuda a los paises en desarrollo, donde muchas veces es la única fuente de proteína animal a la que tiene acceso la población, además de proveer sales de yodo. Casi 3.100 millones de personas depende del pescado para el 20% o más de su consumo anual de proteína animal.

  • Legumbres

    Legumbres

    Las facultades que se atribuyen a frijoles o alubias, guisantes, garbanzos, habas o lentejas (de mayor a menor producción mundial) influyen en la nutrición, en la salud, en el cambio climático, en la biodiversidad y en la seguridad alimentaria. Contribuyen a mejorar la salud porque reducen las cardiopatías, evitan la falta de hierro o ayudan a controlar el peso. También mejoran la absorción de carbono por los suelos, aportando su granito de tierra contra el cambio climático y, además, no requieren fertilizantes nitrogenados, evitando la emisión de gases que conlleva la fabricación de estos abonos.

    Ante los cambios en la dieta y la creciente demanda de proteínas, las legumbres pueden ser además un buen sustitutivo de las de origen animal. Este año la ONU celebra su año internacional.

    Garbanzos con espinacas y panceta
  • Plátano

    Plátano

    El banano se cultiva en todas las regiones tropicales y tiene una importancia fundamental para las economías de muchos países en desarrollo. En términos de valor bruto de producción, el banano es el cuarto cultivo alimentario más importante del mundo, después del arroz, el trigo y el maíz. Es tanto un alimento básico como un producto de exportación. Como alimento básico, los bananos, incluidos los plátanos, contribuyen a la seguridad alimentaria de millones de personas en gran parte del mundo en desarrollo y, al comercializarse en mercados locales, proporcionan ingresos y empleo a las poblaciones rurales. Como producto de exportación, impulsa de forma decisiva las economías de muchos países de bajos ingresos y con déficit de alimentos, entre los que figuran Ecuador (el mayor exportador mundial), Camerún o Filipinas. Es la fruta fresca más exportada del mundo en cuanto a volumen y valor.

    Plátano macho con arroz, frijoles y huevo
  • Yuca

    Yuca

    La yuca es un cultivo muy versátil utilizado por pequeños campesinos en más de 100 países. Sus raíces son ricas en hidratos de carbono, mientras que su hojas tiernas contienen hasta un 25 por ciento de proteínas, además de hierro, calcio y vitaminas A y C. Otras partes de la planta pueden utilizarse como alimento para animales, y el ganado criado con yuca tiene una buena resistencia a las enfermedades y bajas tasas de mortalidad.

    A diferencia de otros cultivos más rentables, la yuca puede crecer en suelos ácidos, poco fértiles o sometidos a largos periodos de sequía. Por eso, la yuca y su harina son una alternativa interesante al trigo y al maíz, y un aliado para la resiliencia de territorios sometidos a eventos climáticos desfavorables o con gran dependencia de la lluvia.

    Yuca frita con mayonesa de ají y cilantro
  • Soja

    Soja

    A pesar de pertenecer a la familia de las legumbres, la soja y sus granos merecen un apartado especial. Cultivadas desde hace miles de años en China y otras zonas del Sur y el Este de Asia, sirven tanto para la alimentación animal como humana. De los granos se obtiene aceite y harina de soja. Tiene la ventaja de fijar el nitrógeno en los suelos exhaustos tras otros cultivos intensivos, permitiendo utilizarlos.

    Sin embargo, dedicarse al monocultivo de soja puede dar lugar a desequilibrios tanto ecológicos como económicos si se lleva a cabo durante un periodo prolongado dedicando a ello grandes extensiones de tierra.

  • Quinua

    Quinua

    La quinua es un ‘pseudocereal’ con un alto valor nutritivo que pueblos indígena de América Latina han mantenido y preservado utilizando sus conocimientos y prácticas tradicionales.

    Ante el reto de alimentar a la creciente población mundial, la quinua se convierte en una alternativa de calidad para reducir la dependencia de alimentos como el trigo y el arroz.

    Entre 1992 y 2010, la producción total de quinua en los principales países productores (Bolivia, Perú y Ecuador) llegó a duplicarse e incluso a triplicarse. Además, su cultivo se extiende ya a más de 70 países como Francia, Inglaterra, Holanda e Italia, o Kenia, India y Estados Unidos.

    Esta promoción y expansión de la quinua a países con alto poder adquisitivo ha hecho que en algunos lugares pase a considerarse un alimento de primera calidad o ‘gourmet’ en lugar de una alternativa asequible.

    Ensalada de quinua con aceitunas y encurtidos caseros
  • Carne

    Carnes

    El consumo de carne depende principalmente de la disponibilidad, el precio y la tradición. Su producción es un proceso complejo que no depende solo de la demanda (precio y renta) sino de muchos factores económicos y sociales. Desde la disponibilidad de forraje hasta la producción de leche o las creencias religiosas.

    En muchos países en desarrollo, el consumo de carne otorga un prestigio social y se reserva en ocasiones a las celebraciones o festividades. Además, tanto social como científicamente, se considera un alimento de alto valor nutritivo.

    Sin embargo, la producción de carne consume muchos más recursos (cultivar alimento para los animales compite con el cultivo agrícola para consumo humano en tierra, agua…) que la de otros alimentos. Pero aunque muchos vegetarianos demuestran que la carne no es esencial para una dieta adecuada nutricionalmente, la inclusión de productos animales facilita seguir una alimentación equilibrada.

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Plato de Arroz
Sopa de arroz integral y vegetales de otoño

Por Mònica Escudero

El arroz es un cereal básico en muchas culturas culinarias –especialmente en Oriente y América Latina– y el segundo más producido del mundo, tras el maíz, aunque es más importante que éste en la alimentación mundial (ya que el total de su consumo se dedica a al consumo humano, y es fuente de una quinta parte de las calorías que se consumen diariamente en el planeta).

Se estima que la producción mundial de arroz de 2016 será de 481.73 millones de toneladas, unos 10,4 millones de toneladas más que el año pasado que suponen un 2,13% de aumento en la producción. El principal productor mundial es China, con 146,5 millones de kilos, seguido de la India (106,5 millones) e Indonesia (36,6 millones).

Se prueba nuevas técnicas de cultivo para reducir su impacto climático (emisiones, uso de agua y tierra) en uno de los cuatro alimentos clave.

Uno de los últimos alimentos creados en un laboratorio con la finalidad de paliar los efectos de la malnutrición en el mundo es el arroz dorado, diseñado para producir beta-carotenos (precursor natural de la vitamina A) en la parte comestible del arroz en lugar de en su hoja, donde se genera de manera natural durante la fotosíntesis.

Ingo Potrykus y Peter Beyer, los principales creadores del arroz dorado –desarrollado en universidades con fondos públicos–, liberaron su patente para poder utilizarlo en misiones humanitarias, aunque Greenpeace sigue oponiéndose a su cultivo, ya que lo considera el primer paso para que las grandes corporaciones puedan imponer el uso de organismos modificados genéticamente.

Ingredientes

Para 4 personas

  • 1,5 l de caldo de verduras o pollo
  • 1 cebolla
  • 12 champiñones
  • 200 g de calabaza
  • 1 boniato pequeño
  • 120 g de arroz redondo integral
  • 2 cucharadas de perejil picado
  • 1 diente de ajo pequeño
  • Aceite de oliva
  • Sal
  • Tomillo
  • Queso curado rallado (opcional)
Preparación
  1. Pelar y picar fina la cebolla. Llevar al fuego en una olla a media llama hasta que se vea dorada y huela bien.
  2. Sacar la cebolla, añadir a la misma olla la calabaza y el boniato –pelados y cortados en dados medianos– y los champiñones limpios en octavos, con un poco más de aceite. Darles vueltas a fuego medio-alto durante un par de minutos más y reservar.
  3. En la misma olla, calentar el caldo y, cuando hierva, añadir el arroz integral. Cuando lleve 15 minutos cociéndose, añadir las verduras y terminar de cocinar todo junto unos 8-10 minutos más (el tiempo puede variar un poco dependiendo del tipo de arroz, es recomendable consultar)
  4. Hacer un majado con el ajo y el perejil, y añadirlos justo al sacar la sopa del fuego. Servir bien caliente, si se quiere con queso curado rallado por encima.
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Plato de patatas
Patatas y alcachofas con limón y pecorino

Por Mònica Escudero

La patata (Solanum tuberosum), conocida en Latinoamérica como ‘papa’ es una solanácea originaria del altiplano andino, donde se cultiva desde hace unos 8000 años. Existen más de 5.000 variedades, Fue uno de los alimentos que llegaron a Europa después del 1492 y, aunque en principio se cultivaba como rareza botánica, rápidamente descubrieron que era mucho más fácil de preparar que otras fuentes importantes de energía (como el trigo, que pedía ser molido y convertido en harina antes de su consumo).

Se convirtió rápidamente en un alimento tan básico que, cuando en 1845 apareció en Irlanda una plaga de tizón tardío que acabó con gran parte de las cosechas, desencadenó lo que se conoce como la Gran Hambruna, que provocó entre 2 y 2,5 millones de muertes.

Actualmente es uno de los alimentos más consumidos por el ser humano, siendo un cultivo relativamente sencillo y que no requiere demasiado espacio. La gran mayoría de la producción se consume cerca de donde se cosecha, por eso sus precios no están sujetos a las variaciones de los mercados internacionales.

Ingredientes

Para 4 personas

  • 4 patatas medianas
  • 8 alcachofas
  • 80 g de pecorino o parmesano
  • Aceite de oliva virgen extra
  • 1 limón
  • Cebollino
  • Sal
  • Pimienta
  1. Encender el horno a 180 grados. Envolver las patatas bien lavadas en papel de plata y quitar las hojas exteriores a las alcachofas, dejando dos o tres dedos de tallo al que quitaremos la capa exterior con ayuda de un pelador o puntilla.
  2. Hornear durante una hora aproximadamente, o hasta que las patatas cedan a la presión de los dedos y las hojas exteriores de la alcachofa estén secas y tostadas.
  3. Con cuidado para no quemarse, abrir las patatas y cortarlas a octavos. Quitar las hojas exteriores de la alcachofa y cortarlas a lo largo en cuartos.
  4. Disponer en un plato, regar con un poco de aceite de oliva virgen extra, el queso rallado o en escamas, ralladura de piel de limón, sal, pimienta y cebollino picado. Servir inmediatamente.
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Estofado sureño de maíz y pollo
Estofado sureño de maíz y pollo

Por Mònica Escudero

El maíz es una fuente básica de alimento en mucho lugares del mundo: a nivel mundial, se destinan 116 millones de toneladas anuales al consumo humano (solo un 30% de la producción total, el resto se utiliza como pienso). De este total el 30% se consume en África, y el 21% solo en el África subsahariana. El maíz puede llegar a constituir entre el 15 y el 20% del aporte calórico diario en las dietas de más de 20 países.

Cultivado desde hace unos 10.000 años por los indígenas mexicanos, es actualmente el cereal más producido del mundo, por encima del trigo y el arroz. Se conocen más de 300 variedades solo de maíz dulce, que fue introducido en Europa –donde su uso no es tan habitual como en América, Asia o África– en el S. XVII.

Sujeto a los vaivenes de los mercados, en muchos casos se ha apostado por él como monocultivo, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria cuando la cosecha no ha sido buena.

Actualmente es unos de los protagonistas –junto al arroz– de una posible ‘revolución transgénica’, liderada por Luis Rubio, un bioquímico que trabaja para conseguir supercereales que no requieran de abonos nitrogenados, lo que podría duplicar las cosechas de agricultores pobres y ser un buen punto de partida para luchar contra hambre en África.

Ingredientes

Para 4 personas

  • 4 mazorcas de maíz
  • 4 contramuslos de pollo
  • 1 cebolla grande
  • 2 zanahorias
  • 2 dientes de ajo
  • ½ pimiento rojo
  • 1 tomate maduro
  • Pimentón al gusto
  • 2 tazas de caldo de pollo, carne o verdura
  • 80 g de lentejas rojas
  1. Dorar la cebolla, el tomate, las zanahorias, el pimiento y el ajo picados en un poco de aceite, en una olla a fuego medio.
  2. Añadir los contramuslos de pollo y el pimentón y darles unas vueltas hasta que el pollo esté dorado por fuera.
  3. Verter el caldo y, cuando llegue a ebullición, las lentejas rojas y las mazorcas cortadas a cuartos. En unos 20 minutos, cuando las lentejas se hayan cocido y engorden el estofado, servir.
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Garbanzos con espinacas y panceta
Garbanzos con espinacas y panceta

Por Mònica Escudero

Se conoce como legumbre a la semilla contenida en las plantas de la familia de las Leguminosas. Las diferentes especies de legumbres tienen diversos orígenes, que van desde Mesopotamia hasta la América precolombina, pasando por Asia oriental, siendo las primeras plantas cultivadas por el hombre.

Algunas de las legumbres más usadas para el consumo humano son las lentejas, la soja, los cacahuetes, los guisantes, las judías, las habas, la algarroba o el altramuz. Todas tienen una composición nutricional bastante parecida, con la excepción del cacahuete y la soja, que aumentan su contenido en lípidos al 18%, frente al escaso 4% del resto.

Las legumbres son ricas en albúmina vegetal –también llamada legumina– y proteínas, ya que éstas representan entre el 17 y el 25% de su composición total. A su vez son pobres en metionina y ricos en lisina, dos aminoácidos, lo que hace que se complementen muy bien con los cereales, que tienen los valores opuestos en estas moléculas. También contienen importantes valores de hidratos de carbono, lípidos, fibra, minerales y vitaminas.

La FAO celebra en 2016 el año internacional de las legumbres y destaca su valor proteico como sustituto de la proteína animal, con la consecuente reducción de la huella ecológica y su contribución a mitigar el cambio climático.

Ingredientes

Para 4 personas

  • 600 g de espinacas frescas
  • 600 g de garbanzos cocidos
  • 100 g de panceta curada con pimienta en lonchas gruesas
  • 2 dientes de ajo
  • 1 cucharadita de za’atar (o una mezcla de tomillo y sésamo)
  • 1 rebanada de pan de víspera
  • 2 cucharadas de aceite de oliva
  • Vinagre de vino blanco
  • Sal
  1. Hacer dados con la panceta y ponerla en una sartén a fuego medio hasta que suelte su grasa y se dore. Añadir el ajo laminado, dar un par de vueltas y añadir las espinacas en dos tandas.
  2. Cuando las espinacas hayan perdido volumen, añadir los garbanzos y el za’atar y saltear a fuego alegre un par de minutos. Sacar del fuego y reservar.
  3. Trocear el pan, untarlo con el aceite y tostar a fuego medio hasta que esté dorado y apetitoso. Regarlo con un chorro de vinagre, añadir el salteado, dar unas vueltas hasta que esté todo integrado y servir inmediatamente.
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Plátano macho con arroz, frijoles y huevo
Plátano macho con arroz, frijoles y huevo

Por Mònica Escudero

El plátano macho o banano es el quinto alimento más producido en el mundo, y la fruta más popular: se cultiva en 150 países, produciendo 105 millones de toneladas anuales. Aunque popularmente se cree que lo que la produce es un árbol, en realidad es el arbusto más alto del mundo, llegando fácilmente a los 15 metros de altura. Se estima que hay unas mil variedades del mismo, siendo la más popular la Cavendish. Su fruto tarda entre 80 y 180 días en llegar a su momento óptimo de recolección.

Aunque en parte del mundo solo se consume su variedad dulce, el plátano macho –también conocido como verde, dependiendo de la zona– se utiliza en muchas culturas como base o acompañamiento de platos salados: de hecho, en versión postre se consumen 43 millones de toneladas al año, mientras que para cocinar se usan 45 millones de toneladas

Los plátanos de consumo local –normalmente cultivados en sistemas extensivos tradicionales– son muy importantes para muchos países tropicales, desempeñando un rol básico en lo que a su seguridad alimentaria se refiere.

Ingredientes

Para 4 personas

  • 2 plátanos machos maduros
  • 150 g de arroz redondo (en crudo)
  • 300 g de frijoles o judías rojas (ya cocidos)
  • Una taza de salsa de tomate
  • 4 huevos de gallinas felices
  • Aceite de oliva
  • Sal
  1. Hervir el arroz en abundante agua hirviendo con sal unos 16 minutos (tiene que quedar al dente).
  2. Mientras, freír a fuego medio en aceite de oliva rebanadas de plátano macho. Cuando se retiren, escurrirlas y dejar el aceite restante. Mientras, calentar en otro cazo o sartén los frijoles y después la salsa de tomate.
  3. En el aceite que sobre de los plátanos, freír los huevos. Escurrir el arroz y montar el plato poniendo una base de arroz, encima plátano y frijoles y rematar con la salsa de tomate, el huevo y un punto de sal. Servir inmediatamente.
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Yuca frita con mayonesa de ají y cilantro
Yuca frita con mayonesa de ají y cilantro

Por Mònica Escudero

La yuca, mandioca o tapioca es un arbusto perenne originario de América del Sur, cuyas raíces cuajadas de almidones de gran valor nutricional se han convertido en clave para la alimentación mundial. Su introducción en zonas de África con un clima parecido al de su lugar de origen ha sido altamente exitosa, siendo ya la segunda fuente más importante de hidratos en países del subsaharianos, sólo superada por el maíz: alrededor de 500 millones de personas la consumen a diario.

Para hacerlo siempre hay que cocinarla o procesarla, ya que la raíz en crudo contiene elementos cianogénicos potencialmente tóxicos, que desaparecen con el escaldado, la ebullición, la fermentación o la extracción del jugo en frío para la posterior elaboración de harinas.

Se trata de un cultivo muy resistente que lo aguanta todo, lo que la convierte según parte de la comunidad científica en una de las mejores opciones para los agricultores africanos, amenazados por el cambio climático y la inminente subida de la temperatura media mundial. La yuca permite cultivos altamente productivos incluso con temperaturas altas, en suelos áridos y con poca agua: es más resistente que el maíz, las legumbres, el mijo, el sorgo o el plátano.

Ingredientes

Para 4 personas

  • 1 kg de yuca entera (un par de tubérculos medianos)
  • 1 huevo mediano a temperatura ambiente
  • 150 ml aproximadamente de aceite de girasol
  • Más aceite de girasol para freír
  • Sal al gusto
  • Ají o rocoto al gusto
  • 2 cucharadas de zumo de lima
  • 2 cucharadas de cilantro fresco picado
  1. Pelar y cortar la yuca en bastones, un poco más gruesos que las patatas fritas, desechando el centro leñoso.
  2. Llevar abundante agua a ebullición, poner los bastones de yuca y dejarlos cocer unos 15 minutos o hasta que cedan al tacto pero sin romperse. Escurrir con cuidado y dejar enfriar.
  3. Mientras, preparar una mayonesa poniendo el huevo y el aceite en un vaso batidor. Sin separar el brazo de la base, batir hasta que emulsione, y solo entonces levantar la batidora poco a poco para integrar el resto del aceite. Añadir el zumo de lima, sal y picante al gusto y mezclarlo con la batidora. Reservar en frío.
  4. Freír los bastones ya fríos y secos en abundante aceite de girasol bien caliente. Escurrir bien en un colador cubierto en papel de cocina y servir espolvoreado con cilantro picado, al punto de sal y acompañado de la mayonesa.
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Ensalada de quinua con aceitunas y encurtidos caseros
Ensalada de quinua con aceitunas y encurtidos caseros

Por Mònica Escudero

La quinua es una semilla que puede consumirse como un cereal, lo que la sitúa en la familia de los pseudocereales. La mayor parte de la energía que proporciona tiene forma de hidratos complejos, además de 16 gramos de proteínas y y 6 de grasas por cada 100 gramos de alimento en crudo.

Es originaria de los Andes peruanos, alrededor del lago Titicaca, donde era cultivada por las civilizaciones prehispánicas –hay evidencias de su domesticación entre los años 3.000 y 5.000 antes de Cristo–, que sustituyeron parte de su cultivo por el de los cereales que llevaron los españoles tras el descubrimiento.

Es importante lavar bien la quinua antes de cocinarla, en un tamiz o colador fino bajo el grifo y removiéndola para eliminar la saponina, una sustancia que le daría sabor amargo y que puede ser perjudicial para la salud si se consume en grandes cantidades.

Aunque contiene todos los aminoácidos esenciales, al promocionarse como fuente nutricional y alimento saludable parte de su producción se ha desviado fuera de sus países de origen, convirtiéndose en un producto con reclamo gourmet que se desvía de su objetivo inicial: contribuir a la seguridad alimentaria.

Ingredientes

Para 4 personas

  • ¾ de taza de quinua (en crudo)
  • 16 aceitunas negras (por ejemplo de Aragón, muerta o kalamata)
  • Un pepino mediano
  • Una cebolla roja mediana
  • ½ brócoli
  • 1 vaso de vinagre de manzana (o 1/de vinagre y ½ de agua)
  • 4 cucharadas de aceite de oliva
  • 1 cucharadita de semillas de mostaza
  • ¼ de taza de hojas de perejil fresco
  • 1 cucharada de azúca
  • Sal
  • Pimienta negra recién molida
  1. El día antes, cortar los pepinos por la mitad a lo largo y después picarlos no muy finos. Pelar y picar también la cebolla, y hacer arbolitos pequeños del brócoli, mientras troceamos también el tronco y las ramas.
  2. Poner las verduras en un bol con el vaso de vinagre –o una mezcla al 50% con agua si se quiere más suave– , las semillas de mostaza previamente tostadas en una sartén y media cucharadita rasa de sal. Dejar reposar tapado en la nevera de un día para otro.
  3. Lavar la quinua tres veces bajo agua corriente del grifo en un colador fino, hasta que deje de salir espuma. Cocinarla usando 3 veces su volumen (2 tazas y ¼, en este caso) de agua con un poco de sal durante unos 15 minutos o hasta que esté transparente y haya liberado el germen blanco.
  4. Dejar enfriar hasta que esté a temperatura ambiente y mezclar con los encurtidos escurridos, el perejil, las aceitunas, el aceite y sal y pimienta al gusto. El vinagre de los encurtidos ya le aporta una buena dosis de alegría, pero se puede añadir un poco más y hacer una vinagreta.