Hablan los trumpistas
Jeb Bush falló en su vaticinio. No fue el único. En diciembre de 2015, a falta de dos meses para que el pequeño estado de Iowa abriese al baile de caucus (asambleas electivas) y primarias, Trump seguía encabezando los sondeos.
Bush, el ungido, era una nota al pie de página. Y Trump un misterio. ¿Por qué millones de estadounidenses creían a un bocazas excéntrico y maleducado, un gamberro adicto a los comentarios machistas, xenófobos y autoritarios?
¿Por qué millones de estadounidenses creían a un bocazas adicto a los comentarios machistas, xenófobos y autoritarios?
A continuación, algunas opiniones recogidas aquel invierno en mítines en Iowa y Virginia, y la opinión de un psicoterapeuta.
“Nuestro país está inundado de personas que no quieren hablar inglés, que no quieren ser americanas”. Neal Kriete, soldador jubilado de Hayes (Virginia).
“Estamos en el gran estado de Virginia, que representaba a la Confederación. Los sureños estamos muy orgullosos de nuestra herencia, de las tradiciones que están desapareciendo, como Dios, familia, país, todos estos valores que amamos, como la Segunda Enmienda”, Jason Sulser, un hombre que exhibe en un mitin de Trump la bandera con la cruz de San Andrés con estrellas sobre fondo rojo, el emblema confederado que muchos estadounidenses asocian con el esclavismo de los estados del sur. La Segunda Enmienda de la Constitución garantiza, según la interpretación vigente, el derecho a portar armas de fuego.
“¿Para qué diario de izquierdas trabaja usted?” Karlis Norkus, un expolicía originario de Letonia que ejerce de conductor de autobús.
“EL PAÍS”.
“¿De Arabia Saudí?”
Después añade: “El terrorismo ya está aquí, por eso llevo un arma allí adónde voy. Yo no voy a ser un cordero… Cuando hay una zona libre de armas, el lobo entra y dispara a los corderos, y los corderos no pueden hacer más que decir: ‘Beeee. Y morir”
“Parece que Trump no gusta a nadie… excepto a millones de votantes americanos”. John Anderson (Illinois).
Diálogo en Davenport (Iowa) entre dos mujeres republicanas, una partidaria de Trump y otra detractora:
–Conozco a demasiadas mujeres republicanas que me dijeron que jamás votarán por él.
–Yo soy una mujer republicana.
–Trump dijo haber visto miles de musulmanes celebrando después del 11-S [en Nueva Jersey, un bulo propagado por Trump].
– ¿No los viste?… De todos modos, qué importa si los ofendemos.
“… el narcisista extremo tiene una imagen del yo grandiosa y carece de empatía hacia los demás. Constantemente se siente impulsado a demostrar que él es un ganador, con frecuencia a expensas de las personas a las que desprecia, los perdedores. Cuando se le critica, o cuando se cuestiona la imagen que él tiene de sí mismo, típicamente se defiende con indignación, desprecio y acusaciones… La grandiosidad de Trump es aparente: siente una necesidad constante de anunciar que él es el más grande y el mejor en todo lo que hace. Continuamente se refiere a sus oponentes como perdedores… El atractivo de Trump es un producto de los tiempos inciertos en los que vivimos.
"Parece que Trump no gusta a nadie… excepto a millones de votantes americanos”
Durante periodos de convulsión social, de inseguridad financiera y amenazas de violencia, los seres humanos regresamos a una mentalidad de blanco y negro, de nosotros contra ellos. Enfrentados a problemas complejos y aparentemente insolubles, buscamos respuestas simples que resuelvan nuestras ansiedades. Suspiramos por un líder fuerte que nos haga sentir seguros. A muchos individuos, la personalidad grandiosa y desagradable de Trump les parece un signo de fuerza. Su confianza en sí mismo y sus respuestas simplistas –construye un muro, bombardea [a los terroristas] hasta hacerles trizas– hacen que muchos votantes desencantados crean que él sabe exactamente qué hacer… [Sus votantes] tienden a ser blancos, mayores y menos educados que otros republicanos. Son personas cuyos puestos de trabajo están amenazados por la globalización y que carecen de la educación necesaria para los empleos disponibles en la era de la información. Mientras se reduce el porcentaje de blancos en la población, también sienten que su posición social se erosiona.
En el ámbito psicológico, su autoestima y su sentido del valor están bajo asedio. Están asustados e inseguros. Ante estas heridas narcisistas, Trump ofrece una vía para reinflar la autoestima, y lo hace mediante tres defensas narcisistas típicas: agitar tu rabia con indignación autocomplaciente, expresar el desprecio por otras personas y culpar a otros por tus problemas”, Joseph Burgo, autor de The Narcissist You Know: Defending Yourself Against Extreme Narcissists in an All-About-Me World (El narcisista que conoces: defiéndete ante los narcisistas extremos en un mundo que solo gira en torno a mí).