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Fuera de ruta

Viajes en busca del silencio

Lejos del tráfico, de las multitudes y de los teléfonos móviles existe un turismo cuyo objetivo es huir del ruido

Una de las caminatas meditativas que ofrece Casa Cuadrau en el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido, en Huesca.
Una de las caminatas meditativas que ofrece Casa Cuadrau en el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido, en Huesca.

El silencio es un sonido. Se escucha cuando no se oye nada, ni un tintineo, ni un segundero, ni un teclado. Las ciudades y sus ruidos atrofian el oído… y el ruido está en todas partes. En cláxones y conversaciones, en pantallas y altavoces, en lo que comemos y olemos. Viajar es escapar. Y escapar no es solo huir del estrés. El turismo de silencio regala salud y crece. Desde hoteles que no permiten llevar los móviles conectados en sus espacios comunes, como el Goring de Londres, hasta trenes que te llevan bajo el pacto de que no hables; granjas remotas sin cobertura, como Mimos de Arnoia, salas de espera como la Silent Lounge del aeropuerto de Copenhague —un oasis de calma en colores neutros—, templos para retiro de introspección, como el Kagyu Samye Ling, y caminos meditativos, tan antiguos como el silencio. Es un lujo que ya buscan muchos.

Viajar es escapar, y no solo del estrés. Existen hoteles silenciosos, granjas sin cobertura y templos para retiros

“La naturaleza suena, el silencio total no existe, pero es necesario para el descanso de la mente”, dice Daniel Benito Po, uno de los padres de la Casa Cuadrau, un alojamiento en la aldea de Vio (Huesca) que acoge retiros de meditación. “La palabra consume muchísima energía. La contaminación acústica y sensorial de las ciudades tiene consecuencias como el estrés, la ansiedad, la agorafobia y los pitidos en los oídos”, explica. Muchos de sus clientes buscan, por alguno de estos motivos, una plaza en este altiplano del Monte Perdido. “Los acúfenos son un problema frecuente y la meditación puede reducir estos ruidos”, insiste Benito Po.

Propuestas como esta ofrecen permanecer, al menos en determinados momentos del día, en absoluto silencio, “lejos de la tecnología, de los libros, de los teléfonos y de las voces”, dice este profesor. “Comer callado ayuda a saborear con todos los sentidos. Callamos en clase o durante una caminata meditativa. De primeras, puede dar miedo”, explica, “porque asociamos el silencio con estar enfadado o con algún problema”. Pero se trata de un entrenamiento liberador que ayuda a escucharse. “Una vez que la mente se deja libre, esta corre”.

Antes de hacerse profesora de yoga, Cándida Vivalda, que imparte Jivamukti y talleres de meditación en Madrid, buscó espacios para el silencio en Asia. “Esperaba encontrar respuesta a mis inquietudes”, relata. El viaje de Vivalda la llevó al monasterio de Kopan, en Nepal. Allí vivió en silencio durante 12 días. “Hay que liberarse de interacciones y mensajes continuos, de notificaciones que nos exigen estar hablando casi siempre”, dice.

Vista del monasterio de Kopan, cerca de Katmandú, en Nepal.
Vista del monasterio de Kopan, cerca de Katmandú, en Nepal.getty

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Tíbet o el Camino de Santiago

Hay sitios para el recogimiento en todo el mundo. Desde los templos budistas del desierto del Gobi a los de Ladakh, en el Tíbet. El Camino de Santiago es transitado anualmente por millones de viajeros, y hay monasterios de clausura como el Divino Salvador (en Ferreira de Pantón, Lugo), en plena Ribeira Sacra, que ofrecen retiros de una semana. Y esta misma filosofía, en efecto, se traslada a algunos hoteles, que responden con su oferta a una demanda en crecimiento: desintoxicarse de tecnología. Las cadenas hoteleras Barceló y Vincci ofrecen paquetes de este tipo en algunos de sus alojamientos en Marbella, Sierra Nevada o Chiclana.

Aislarse. Es lo que buscaba Ines Muller, una joven francesa que dejó su puesto de directiva de marketing online. La primera tentativa llegó el pasado verano, cuando aterrizó en una granja en la localidad de Cimo de Vila, cerca de Arnoia (Portugal). Pasó un mes rodeada de animales, filtrando agua de lavanda. Y no fue capaz de volver a la ciudad. “Cuando regresé al ruido, me di cuenta de que necesitaba volver a huir”, explica la joven, de 25 años. Ahora vive y trabaja en esta granja, “es un alivio no tener que lidiar con el estrés de miles de personas”, dice.

El mítico gurú indio Swami Sivananda (1887-1963) escribió: “Siente el silencio, tócalo y saboréalo. El silencio es la música de tu alma”. Es esta filosofía la que inspira a cada vez más viajeros. Y marca tendencia. “La gente se empieza a dar cuenta de la inercia que produce la contaminación sensorial”, explica el dueño de Casa Cuadrau. “Cuando quitamos esos ruidos, empezamos a escuchar el ruido interno. El silencio da espacio y eso da lugar a escuchar lo que nos dice el cuerpo… Esta forma de viajar modifica muchas vidas”.

Y quien no puede huir de las grandes ciudades, al menos puede buscar sus rincones más tranquilos en las guías que la artista Siobhan Wall dedica a Londres, Nueva York, Ámsterdam o París, donde se suceden desde jardines secretos a galerías de arte y salones de té lejos del ruido.

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