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Un Madrid de papel

Ruta por las mejores papelerías de la ciudad, en las que el placer de la buena letra sigue atrayendo a sus fieles

Esther García Llovet
Ana Martínez Salazar (izquierda) y su hermana Fernanda, en la papelería Salazar de Madrid.
Ana Martínez Salazar (izquierda) y su hermana Fernanda, en la papelería Salazar de Madrid. Alfredo Arias

Hace muchos años y en una galaxia muy lejana la gente tenía letra, buena o mala, pero única e inconfundible, y no había nada como comprar la primera pluma, cargarla de tinta color añil y luego probarla en papel, cuanto más poroso mejor. Después de eso ya creías que podías escribir el Pulitzer. Ahora con el ordenador ya no tenemos ni puño ni letra y cuando nos toca escribir algo a mano no reconocemos esas colas de rata que cruzan la página. Igual que estamos recuperando el lettering (la letra dibujada), y se están poniendo de moda el zentangle (dibujo de patrones repetitivos) y el scrapbooking (libro de recortes para preservar fotos y recuerdos de forma creativa), ha llegado el momento de recuperar nuestra letra y también las papelerías y su magia. En Madrid siguen ahí las de siempre, esas a las que nos quedamos pegados mirando la estrella polar de una Montblanc o la flecha ultrasónica de una Parker.

Salazar, en pleno centro de Chamberí (Luchana 9), está a puntito de cumplir los 112 años. La recordaréis enseguida, es la que tiene las cabezas de hucha de porcelana en el enorme y abigarrado escaparate. Chinos y negritos, reproducciones de las originales que las hermanas Ana y Fernanda están encantadas de encargar. Las hermanas son las hijas de Elena Salazar (Fernanda nació encima de la papelería), quien atendió la tienda hasta cumplidos los 86 y conoció el establecimiento cuando aún era un estanco y se reunía una tertulia alrededor del magistrado Cuesta. Ahora encontraréis eso que ya creíais que no existía en ninguna parte: recambios de plumas, calendarios de adviento, apuralápices, timbrados en relieve, plumas de ave, cantoneras. Cuando vayáis podéis coincidir con Forges o Gerardo Vera, o leer sus dedicatorias en el libro de firmas.

javier belloso

Muy cerca está Depapel, en Justiniano, 7. Se inauguró en 1983, cuando Chantall y Cristina Luengo decidieron abrir una puerta al maravilloso universo del papel después de visitar las ferias de Shanghái y Francfort. Dejaros seducir por el papel de aguas y los pliegos de encuadernación que traen de Alemania o Nepal, cuadernos, libretas y cajas exquisitas y preciosas. Es de los pocos sitios donde encontrar los pliegos y ejemplares únicos de Montserrat Buxó. Muy frecuentada por diseñadores y arquitectos, están especializadas en manipulado y envoltorio de regalos, no importa ni tamaño ni forma, desde tablas de surf a relojes de cuco. Cristina es también la que diseña los christmas y customiza los escaparates según la temporada, como si fueran escenarios un poco locos.

Origami

También especializada en papel es Palmapapel, en el número 34 de la calle de La Palma. Ahí abrió Cristina Martín su local hace 15 años, siendo la primera en vender papel ecológico y reciclado con el que aún trabaja en la elaboración de cuadernos y libretas artesanales en la trastienda. Además de traer materiales de Italia, Japón o Inglaterra con los que fabrica pantallas de lámparas o cartas de restaurante, es de las pocas en tener papel para origami en Madrid. Por Palmapapel pasan fotógrafos, escritores y decoradores, pero de quien mejor recuerdo tiene Cristina es de Lorenzo Caprile, su “hado padrino”, quien ojalá ilumine su nuevo proyecto de línea de diseño propio, que arranca en febrero.

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Sacristán, en pleno centro (Mayor, 27), es otra de las veteranas. Abrió sus puertas en 1915 de la mano de la familia Sacristán (originalmente era un estanco) y fue de las primeras en importar plumas desde Estados Unidos. Actualmente pertenece a Jesús Ramos y sus hijos Javier y Cristina, pero continúan con la especialidad de la casa: estilográficas y plumas de las mejores marcas, con una atención al cliente individualizada (Alec Baldwin incluido) y envío de piezas o reparaciones o plumas difíciles de encontrar a cualquier punto de España o América.

Dennis Flores en la papelería Jeco, en Madrid.
Dennis Flores en la papelería Jeco, en Madrid.Alfredo Arias

Jeco, en la calle de Pelayo, 38, es el Arca de Noé de los pintores y de cualquier aficionado a las bellas artes: dos plantas enormes repletas de bastidores, óleos, acuarelas, lápices de grafito y pinceles. El local original abrió después de la guerra en la calle Hortaleza y María Jesús, la actual dueña y tercera generación de las cuatro que llevan atendiendo el local, recuerda ver a su abuelo Jesús Barriopedro fabricando los colores a mano. Antes se hacían por encargo, mezclando zinc y pigmento a pelo en unos recipientes de la casa que María Jesús reconoce haber visto en el Museo Sorolla. También recuerda cuando de pequeña caminaba por encima de los lienzos de Gordillo al llevarle las pinturas al estudio, porque por aquí han pasado y siguen pasando todos y los mejores: Antonio López, Toral, Úrculo o Macarrón.

Justo a la vuelta y fondo con fondo, en Hortaleza, 82, está Jeco Arte Urbano, especializada en material para ilustradores y grafiteros. Únicos en importar los rotuladores japoneses Copic (“el Ferrari de los rotuladores”, como les llama Paco, el encargado), ofrecen también sprays para material textil, sprays acrílicos no tóxicos, chalk paint (¡también en rotulador!), rotus acualerables de Tombow y markers de Winsor&Newton en mil y un tonos. Hay más colores aquí que en un sueño lisérgico.

Y para los que se han subido al carro de la slowlife (la vida lenta) o quieren desestresarse del ajetreo diario, nada como dedicar las tardes de invierno al scrapbooking. La mayoría de las tiendas dedicadas al scrap y al do it yourself (hágalo usted mismo) están en Internet, pero en Madrid contamos con Delipapel, en San Mateo, 9, un espacio abierto hace dos años por María Riesco donde encontramos todo lo necesario para desatar nuestra creatividad y la de los más pequeños de la familia (también proveen a otras tiendas). Tiene la exclusiva de Martha Stewart (troqueladoras, stencils para estampar con plantillas y papel para decorar superficies con imágenes de papel, o decoupage), pintura a la tiza Fleur (la más cubriente del mercado), pintura magnética (magnetiza cualquier superficie como si fuera un imán) y los mil productos habituales para el scrap: cintas decorativas, sellos, botones, cuadernos, piezas de madera. Imparten también talleres y ofrecen servicios a empresas para personalizar regalos “hechos a mano”.

Así que papelerías no faltan, solo tenemos que aprovechar el año que empieza para pasar de tanto ordenador y abrir un cuaderno nuevo con una página en blanco para nuestra propia letra.

Esther García Llovet es autora de la novela Cómo dejar de escribir (Anagrama).

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