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Escapadas

La raya y el erizo

Castillos, juderías y ciudades fortificadas en la frontera entre España y Portugal. Un testimonio de compleja vecindad

Antonio Elorza
La ciudad portuguesa de Elvas, con su recinto abaluartado.
La ciudad portuguesa de Elvas, con su recinto abaluartado.C. Neto

El puente de Ayuda, sobre el Guadiana, es el símbolo de las relaciones entre Portugal y España, países separados por más de mil kilómetros de una frontera que, sin embargo, se conoce con un nombre coloquial más cercano: La Raya, o A Raia (en portugués). Hasta comienzos del siglo XVIII, la poderosa estructura del puente hizo posible la comunicación directa entre Elvas (Portugal) y Olivenza (España), las dos plazas fuertes de la frontera. Semidestruido en 1709 durante la Guerra de Sucesión española, encarnó una peculiar relación entre ambos países, mezcla de proximidad y distanciamiento. De hecho, solo hace pocos años, al ser construido un puente moderno a dos pasos del anterior, ha sido restablecido el enlace directo entre aquellas dos ciudades. Y aun cuando el último enfrentamiento armado se remonte a 1801, de norte a sur, sobre todo del lado portugués, una pléyade de castillos y ciudades fortificadas recuerda ese pasado conflictivo, cuyos principales hitos fueron la guerra de independencia portuguesa de la década de 1380 y la “de recuperación” que a partir de 1640 rompe la unión con la España de Felipe IV. De ahí que sea útil la figura del erizo para calificar el legado en Portugal de esos enfrentamientos y de la consiguiente sensación de desconfianza.

Hoy, esa siembra de castillos no evoca la guerra, sino la tranquilidad y el silencio. Sus arquitecturas diferenciadas permiten ponerles fecha y estilo, pero cuentan más las variantes de paisajes ondulados que los rodean, con tonalidades que mutan al discurrir el año. Acaba importando poco que unas pertenezcan a las 55 fundaciones decididas por el rey Dinis, a fines del siglo XIII, o que resulten del tipo de fortificación en estrella adoptado en los siglos XVII y XVIII. Cada una forma parte de una secuencia sin rupturas. Apenas franqueada la frontera por Fuentes de Oñoro (Salamanca) y Vilar Formoso, encontramos a la derecha dos ciudades fortificadas, Almeida y Trancoso, y a la izquierda, el pequeño castillo medieval de Castelo Mendo, envuelto por el racimo de casas apenas habitadas sobre un primer paisaje espléndido. El castillo de Marialva, algo más lejos, añade el atractivo propio de las ruinas románicas. En Almeida, el prolongado tiempo de paz ha hecho que la estrella de murallas se haya conservado como en tiempo de las guerras napoleónicas, mientras el sosiego sigue dominando la vida de sus habitantes.

Trancoso

El contraste es claro con la mayor vitalidad que muestra cerca de allí Trancoso, situada unos kilómetros hacia el interior. Las huellas del pasado también pueden apreciarse aquí, con paños de la muralla que se mantienen intactos en torno a un hermoso castillo en el que se alza la torre del homenaje, de época musulmana. La ciudad exhibe un curioso componente popular con el monumento a un zapatero profeta, de nombre Gonçalo Anes, Bandarra, que tuvo serios problemas con la Inquisición, cuya presencia en la zona debió ser intensa por la importancia de la población judaica. De esto ha quedado huella en la llamada Casa del Gato Negro, vivienda de un rabino que inscribió en su fachada bajorrelieves con la representación del León de Judá y de las puertas de Jerusalén. Como contrapartida, en Trancoso y en otros lugares, cruces grabadas en puertas o fachadas señalan peyorativamente la condición de cristiano nuevo del vecino. Al margen de la historia, junto a la Puerta del Rey encontramos un buen lugar para adquirir embutidos y conservas de alta calidad procedentes de la comarca.

Castillo de Belmonte, en Portugal.
Castillo de Belmonte, en Portugal.M. Cayetano

Belmonte

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La judería de Trancoso es una más de las que proliferan al oeste de La Raya, haciendo posible un recorrido temático de gran interés. Su hito fundamental es Belmonte, pueblo con un pasado excepcional situado sobre la autovía entre Guarda y Castelo Branco, hermoso tanto por su castillo como por su barrio judío. La persecución inquisitorial fue mucho más débil en Portugal que en España, donde no quedó casi rastro de los judaizantes. En Belmonte, los cristianos nuevos se mantuvieron fieles a su fe hasta que en el siglo XX pudieron salir a la luz pública. Un emocionante museo hebraico evoca su larga marcha en la oscuridad, e incluso hay en la localidad una carnicería kosher. Más de cien kilómetros hacia el Sur, en Castelo de Vide, centro de recepción para los judíos españoles en 1492, una sinagoga redescubierta sirve de memorial en el corazón de la judería, pero la comunidad hebraica ha desaparecido. De Belmonte hacia La Raya con España se suceden los castillos góticos, fruto de la preocupación del rey Dinis a fines del siglo XIII por asegurar sus conquistas sobre León. El de mayor atractivo es Sortelha, prototipo de pequeña fortaleza defensiva instalada sobre un roquedal. Destacan allí los excelentes platos de caza ofrecidos por el restaurante situado dentro del recinto.

Monsanto

Hay tres grandes momentos en el recorrido fronterizo de Norte a Sur: el castillo de Monsanto y las poblaciones fortificadas de Marvão y Monsaraz. Tal vez Monsanto sea lo más impresionante como construcción, con la fortaleza templaria coronando la pirámide de rocas sobre la cual se insertan literalmente las casas del pueblo. Desde abajo, los muros del castillo resuelven en su linealidad el puzle ascendente en el cual encajan los bolones del berrocal. En las viviendas locales, esas mismas superficies graníticas sirven de pared a los dormitorios o de separación en los pasillos.

Marvão

Marvão, a casi mil metros de altura, representa la grandiosidad. En días claros, la vista sobre las tierras de Cáceres —al este— y sobre el centro de Portugal —al oeste— se extiende hacia el infinito y puede ser contemplada desde distintos ángulos. Dentro de los muros, las calles de casas blancas se dirigen al castillo instalado sobre los canchos, a cuya entrada una impresionante cisterna asegura el agua al conjunto. Los alojamientos, con el inevitable rey Dinis por emblema, son de buen precio y cómodos, y tienen el complemento de una sabrosa restauración basada en la caza de la zona.

Interior de la fortificación portuguesa de Monsaraz.
Interior de la fortificación portuguesa de Monsaraz.M. Runkel

Monsaraz

Al sur, el recinto de Monsaraz es más reducido. Al igual que Marvão, la fortaleza es el núcleo del que dependieron las poblaciones en el llano. Si un centenar de almas habitan el fuerte de Marvão, el de Monsaraz está aún menos poblado. El aliciente intramuros es aquí una curiosa pintura del siglo XV, de ingenuo naturalismo, donde se distingue el buen juez del malo, que dicta sentencias recibiendo perdices de las partes. Pero cuenta sobre todo con un paisaje que en días de sol se torna esplendoroso, al prolongar la vista sobre el extensísimo e irregular embalse sobre el Guadiana, llamado por los locales lago de Alqueva. En el descenso de Monsaraz resulta fácil dar con menhires y cromlechs (como en los alrededores de Marvão). La población en el llano, Reguengos de Monsaraz, es la cabeza de la más famosa comarca de viñedos de la región del Alentejo, con una hacienda documentada desde el siglo XIII y hoy bajo gestión australiana. Por fin, desde Monsaraz, o desde la vecina fortaleza de Mourão, el viaje puede continuar hacia el Sur, en busca de Moura, una preciosa población de casas blancas con las correspondientes leyendas sobre un pasado musulmán y un pozo árabe verdadero en la calle de la Morería. Moura es cabeza de una comarca oleícola, lo que influye sobre la gastronomía local: en el restaurante más recomendado por las guías, su plato estrella, el bacalao al horno, nada en un verdadero mar de aceite.

Javier Belloso

Olivenza

Volviendo hacia el eje de caminos que enlaza con la frontera de Badajoz hay dos sorpresas a ambos lados de La Raya. Hacia el Este, la historia ha hecho una jugada al ofrecer en territorio español las más bellas expresiones de arte portugués en el espacio fronterizo. A lo largo de cinco siglos, de 1297 a 1801, la pacense Olivenza fue portuguesa. Su fortaleza era una cabeza de puente allende el Guadiana (que encerraba a Badajoz en una pinza con Elvas) dotada de una impresionante red de modernas fortificaciones. Desde entonces, la configuración portuguesa de Olivenza se ha mantenido en el trazado urbano, con presencias manuelinas en las iglesias y culminación en la capilla de la Misericordia, una joya decorada en el siglo XVIII integrando azulejos historiados y altares joaninos. El conjunto es excepcional. Olivenza es también una ciudad para comer muy bien, con generosas tapas, exuberantes tiendas de embutidos y un extraño dulce de nombre técula mécula.

Vila Viçosa

Su contrapunto, al otro lado de La Raya, es la localidad de Vila Viçosa. A sus puertas está Borba, sede de la mayor cooperativa vinícola del país, con algunas tiendas de antigüedades y una curiosa tasca donde el comensal puede enfrentarse con los platos alentejanos más contundentes. Lo contrario de la elegante pousada que en Villaviciosa —nombre en castellano— acompaña al gran palacio ducal de los Braganza, cuya estratégica localización hubiera debido servir de advertencia a los reyes de España. Fue allí donde el duque Juan aceptó la corona frente a Felipe IV en 1640. Para interesados en la historia, su visita guiada es útil. Aunque menos fascinante que recorrer los castillos constituidos en erizo protector junto a La Raya.

Antonio Elorza es catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.

Guía

Información

» Avanza (www.avanzabus.com) viaja en autobús de Madrid a Badajoz desde 62,95 euros ida y vuelta.

» Damas (www.damas-sa.es) enlaza en autobús Badajoz con Olivenza por 3,76 euros ida y vuelta.

» Turismo de Portugal (www.visitportugal.com).

» Turismo del Alentejo (www.visit­alentejo.pt).

» Turismo de Olivenza (www.ayuntamientodeolivenza.com).

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