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Ni a sus hijos ni a sus perros: el nuevo peligro del movimiento antivacunas son las mascotas

La tendencia a no inmunizar a los animales ya se ha detectado en países como Estados Unidos y Reino Unido, y puede impulsar el auge de enfermedades como la rabia

A pesar de que distintos estudios han demostrado que no existe relación entre las vacunas y el autismo, el movimiento antivacunas no ha dejado de crecer en los últimos años, llevando a la sociedad a un punto en el que gobiernos —como el de Italia y el de la Xunta de Galicia— han planteado medidas como la prohibición de acudir a clase sin estar vacunados, o exigir cartillas que lo demuestren. También los pediatras estadounidenses han pedido a plataformas como Google y Facebook que luchen en contra de las informaciones falsas que se divulgan al respecto.

Sin embargo, nada de esto parece ser suficiente y hay quien lleva sus convicciones más allá de la crianza de sus hijos: ya se registran casos de personas que no quieren vacunar a sus mascotas, a pesar del riesgo para la salud que conlleva esta decisión. "Las familias cuidan de sus perros como si fueran un miembro más y lo hacen de acuerdo con sus creencias ", dice Rafael Laguens, el presidente de la Federación Europea de Veterinarios (FEV). "Si una persona decide no vacunar a sus hijos porque cree (sin fundamento alguno) que no es lo mejor para ellos, tampoco vacunarán a sus perros", explica.

Por ahora, la población antivacunas es mínima en España, pero el auge de la tendencia en países como Estados Unidos, Australia y Reino Unido es preocupante. En el último país, según un informe realizado por la fundación People´s Dispensary for Sick Animals, un 25% de los dueños de perros admiten que no han vacunado a sus cachorros. Es decir, unos 2,2 millones de canes están expuestos a contagiarse y a transmitir enfermedades graves tanto para el animal como para las personas.

Cáncer, alergias y artritis, alarmas sin fundamento

Ante tales cifras y después de que el programa matinal de gran audiencia en Reino Unido Good Morning Britain lanzara un tuit buscando propietarios que no vacunasen a sus perros por miedo a desarrollar autismo y otras enfermedades, la Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals, la mayor asociación por el bienestar animal del país, tuvo que salir al paso y desmentir cualquier vinculación con esta enfermedad. De hecho, "no hay ningún caso de autismo en perros en el mundo. Este trastorno no se desarrolla en animales y, en el hipotético caso de que lo hiciera, no sería por culpa de una vacuna", sentencia el presidente de la FEV.

Si en Reino Unido la situación empieza a ser preocupante, en Estados Unidos la difusión de estas creencias lo es aún más. Son varias las páginas web en las que aseguran que no existe evidencia científica que indique que los perros necesiten vacunarse anualmente y aseguran que las vacunas son peligrosas porque pueden provocar cáncer, desórdenes genéticos, alergias o artritis. Uno de los veterinarios que lo argumenta, John Robb, perdió su licencia para ejercer la profesión al ser denunciado por la Junta Estatal de Medicina Veterinaria en Connecticut, al descubrir que estaba suministrando menos dosis de las vacunas contra la rabia en perros de tamaño pequeño (hasta 18 kg). Es algo totalmente prohibido, ya que tanto ley de EE UU como la Organización Mundial de la Salud (OMS) habla de una dosis estándar, una determinada cantidad de anticuerpos que hay que suministrar para conseguir la inmunidad, independientemente del peso.

Pero la presión del núcleo duro de los antivacunas ha sido fuerte. Se percibe, por ejemplo, en las decisiones de algunos estados en los que se ha extendido hasta los tres años el periodo de vacunación del recuerdo de la rabia, otros incluso permiten eliminarlo si, ante un análisis de sangre previo al animal, observan aún ciertos anticuerpos que le pueden ayudar a ser inmune sin necesidad de otro pinchazo. Algo que para Laguens es un sinsentido. "Si evaluamos el riesgo-beneficio de las vacunas, tanto para perros como para humanos, la balanza siempre se inclinará por el beneficio, como han indicado numerosos estudios científicos", asegura.

Además, la Asociación Mundial de Pequeños Animales se reúne cada año para revisar la evidencia científica disponible y las experiencias personales de los dueños de las mascotas con el objetivo de marcar las directrices con respecto a la vacunación. Su trabajo incluye aquellas vacunas que resultan esenciales para ellos y aquellas que no lo son tanto, siempre con la intención de minimizar reacciones adversas en los animales.

Un movimiento que podría traer la rabia de vuelta

"Hay una diversidad normativa al respecto porque el calendario de vacunación del perro depende tanto de su raza como del país, incluso de la Comunidad Autónoma en la que viva", explica el veterinario Alfredo Fernández. Es algo que, en su opinión, puede ser injusto para el animal. "Solo se mira por la protección del humano, pero el perro puede sufrir enfermedades que le pueden costar la vida y contra las que no es obligatorio vacunar", subraya.

En España, donde un 40% de las familias tienen mascota y casi todas están registradas —es decir, cuentan con su cartilla sanitaria y están identificadas con un chip—, solo la vacuna de la rabia obligatoria. Sin embargo, existe un protocolo básico de las clínicas veterinarias para proteger a los animales de las enfermedades que les pueden causar la muerte. "Desde que nacen y hasta las seis semanas, los cachorros tienen que estar con su madre, es lo mejor para ellos porque el calostro que reciben les transmiten inmunidad, y no es necesario vacunarlos antes porque los anticuerpos maternos podrían contrarrestar el efecto", explica el veterinario. Pero luego sí llegan las vacunas.

Entre la sexta y la octava semana, los cachorros son desparasitados y se les pone una vacuna que los inmuniza contra dos enfermedades mortales para el perro: el moquillo y la parvovirosis (una gastroenteristis vírica muy peligrosa para el animal, que le puede causar la muerte en tan solo 72 horas). Después, entre la novena y la duodécima semana de vida, se les administra la segunda dosis de esas dos, y también las vacunas de la hepatitis vírica y la leptospirosis. Entre la decimotercera y decimosexta, se les pone el recuerdo de la tetravalente (moquillo, parvovirus, hepatitis vírica y leptospirosis), y, a partir de los tres , la antirrábica, que se refuerzan anualmente (en algunas comunidades cada dos años) para mantener la inmunidad.

"Gracias a este protocolo de vacunación, en Europa se han conseguido erradicar enfermedades como la rabia, pero no así en el resto del mundo, donde aún se producen 60.000 casos al año, especialmente en niños y tras una mordedura de perros infectados, ya que su sistema inmune es el más delicado", explica el presidente de los veterinarios europeos. Es decir, el no vacunar a los animales puede aumentar el riesgo de que reaparezcan brotes de enfermedades que ya están controladas. Algo por lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha decidido incluir el movimiento antivacunas entre las principales amenazas para la salud de 2019

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