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El estrés tóxico de los niños que solo han conocido la violencia

Una profesional de Aldeas Infantiles cuenta cómo afecta a los pequeños de Siria no saber si sus padres están muertos o no y la agresividad que genera en ellos

Algunos de los niños a los que atiende Aldeas Infantiles en Alepo.
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Estuve en Siria el pasado 20 de enero. Esa noche hubo un bombardeo en Damasco. Pude ver el horror que los niños experimentaban al escuchar las explosiones, su impotencia, su rigidez, su parálisis ante el bombardeo.

Kareem, uno de esos niños, había perdido a su padre al inicio de la guerra, cuando apenas tenía seis años. Lo vio morir cuando una bomba golpeó su casa. Su madre desapareció y su hermano huyó. Fue capturado por grupos criminales y sufrió experiencias muy duras. Finalmente terminó en las calles, hasta que Aldeas Infantiles SOS lo rescató cuando tenía 12 años.

La falta de seguridad y de protección durante casi seis años, así como la exposición prolongada a la violencia, hicieron que Kareem desarrollara muchos síntomas de trastorno de estrés postraumático, así como otros problemas de salud mental. Cuando lo encontramos, su comportamiento era extremadamente agresivo. Le recetaron medicación psicotrópica para estabilizarlo, por su propio bien y por los que le rodeaban. Paralelamente, empezamos a trabajar estrechamente con él, tratando de contener sus episodios violentos y mostrándole que estábamos ahí para ayudarle, de forma incondicional, que tenía un nuevo hogar y que podía volver a ser un niño. Ha sido un proceso largo y difícil, y todavía hoy, cuando escucha los bombardeos, experimenta el horror y el pánico. Pero hemos conseguido que sienta que ya no está solo, que nos tiene a nosotros, que somos su familia.

Mi experiencia en Siria me ha demostrado que los niños tienen una gran capacidad de recuperación después de tales experiencias. Sin embargo, sigue siendo muy complicado ayudarles a recuperarse cuando todavía viven rodeados de violencia y de inseguridad.

Algunos de estos niños no entienden sus circunstancias. Es muy desconcertante para un niño no saber si su padre o su madre está vivo o muerto

Casi todos los menores bajo nuestro cuidado han experimentado estrés tóxico de una forma u otra. Muchos han vivido las consecuencias de la guerra, el odio y el desastre, y todos han sufrido algún tipo de abandono. A veces, algunos son bastante hiperactivos, pero no se trata de la hiperactividad normal de los niños pequeños, sino de una caracterizada por gran agresividad. Esto es especialmente evidente en los chicos.

Tenemos muchos casos de niños cuyos padres murieron o simplemente desaparecieron y ellos se quedaron solos. Algunas veces han pasado de un cuidador a otro o han vivido en las calles, como Kareem, hasta que encontraron un hogar seguro y protector gracias a los programas de Aldeas. Algunos de estos niños no entienden sus circunstancias. Es muy desconcertante para un niño no saber si su padre o su madre está vivo o muerto. La incertidumbre sobre el paradero de sus padres o seres queridos es más doloroso que saber que están muertos.

Los niños necesitan mantener la relación con sus familias, incluso si son parientes lejanos, porque un pequeño que no está conectado con una familia no tiene un sentido de pertenencia y puede experimentar una crisis de identidad.

He visto esto no solo en Siria, sino también en Somalia. Una crisis de identidad puede llevar a la agresividad o a un comportamiento que es perjudicial para el propio menor y para los demás. Conocí a algunos en Somalia, por ejemplo, que no tenían ningún contacto con su familia, que habían sido abandonados o habían nacido fuera del matrimonio, y que comenzaban a consumir drogas y a llevar estilos de vida que no eran propicios para ellos.

Por eso es tan importante que los profesionales continúen destinando sus esfuerzos a la búsqueda de familiares en Siria. Saber dónde están los padres, incluso si están muertos, permitirá al niño pasar página. Aunque desde Aldeas nos centremos en el cuidado familiar y en proporcionar un hogar seguro y protector, no somos los padres de estos niños. Todavía necesitan una identidad y un sentido de pertenencia a su familia. Y debemos trabajar para ofrecérselo.

La experiencia en Siria ha sido muy importante y enriquecedora para mí profesional y personalmente. Como terapeuta, lees mucho sobre el trauma, lo estudias, lo analizas y lo investigas. Pero cuando lo ves de cerca todo cambia, porque estás en constante contacto con personas que viven con los efectos del trauma y que aún se desenvuelven en el contexto del trauma. Es revelador.

Lo que más me ha impresionado en estos años es ver la resiliencia de las personas y su crecimiento postraumático. La gente en Siria está pasando por experiencias muy difíciles, vivencias que destrozarían a otras personas y, sin embargo, tiene mucha capacidad de recuperación. Esto lo vemos en Aldeas Infantiles SOS todos los días.

Es una de las grandes lecciones que he aprendido en Siria de las personas: su enorme capacidad de recuperación y su capacidad de encontrar un significado incluso cuando no lo hay.

Muchos de los niños a los que apoyamos están progresando. No son víctimas pasivas sino supervivientes que mejoran. Han podido redescubrir quiénes son y pueden volver a confiar en los adultos.

Teresa Ngigi es asesora de salud mental y apoyo psicosocial de Aldeas Infantiles SOS en Siria.

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