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Océanos, mares y ríos que pueden salvar África

Los expertos advierten que las oportunidades que el sector de la llamada 'economía azul' podrían representar para el desarrollo del continente dependen de la buena gobernanza

Jeremy Bishop (Unsplash)
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El océano Atlántico, el mar Mediterráneo, el mar Rojo y el océano Índico bañan 30.500 kilómetros cuadrados de línea costera africana. Auténticas masas de agua dulce como las que ocupan los 68.000 kilómetros cuadrados del lago Victoria, los cerca de 33.000 del lago Tanganika o los casi 30.000 del lago Malawi, los 6.800 del río Nilo, los cerca de 5.000 del río Congo o los 4.200 del río Níger, riegan el interior del continente africano. Además, África dispone del 17% de los recursos hídricos del mundo. Por ello no es extraño que para la Unión Africana, la denominada economía azul (aquella que reconoce la importancia de mares y océanos como motor de desarrollo) sea “la nueva frontera del renacimiento africano". Y que las actividades relacionadas con el agua otorguen al continente una nueva posición geopolítica y estratégica mundial que podría contribuir a reducir la pobreza, mejorar la seguridad alimentaria y energética, el empleo, el crecimiento económico o las exportaciones del continente.

“La economía azul se deriva de los principios del desarrollo sostenible, pero con una perspectiva especial en los ecosistemas marinos y acuáticos. Según algunas estimaciones, pueden compensar más de dos tercios de los servicios que emanan del capital natural del planeta”, explica la especialista Daya Bragante, Jefa del Grupo de Iniciativas Subregionales de la Comisión Económica para África en África Oriental.

Surgido de la Conferencia de Río+20 de 2012, el concepto de economía azul se postula como un impulsor primordial para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Este modelo económico en boga hace hincapié en la conservación y la gestión sostenible, basado en la premisa de que los ecosistemas oceánicos saludables son más productivos y representan una forma de garantizar que los Estados en vías de desarrollo se beneficien de manera equitativa de sus recursos marinos. Es así como la pesca y el turismo, el transporte marítimo y los puertos, la minería costera en aguas profundas o la energía marina se han convertido en sectores cada vez de más interés para los Gobiernos africanos.

“Más allá del objetivo 14 de los ODS sobre la conservación y el uso sostenible de los océanos, mares y recursos marinos, la economía azul ofrece una variedad de oportunidades para contribuir a erradicar la pobreza (el ODS 1), mejorar la seguridad alimentaria y eliminar el hambre (ODS 2) y para acceder a agua limpia (ODS 6)”, explica Bragante sobre la capacidad de este sector como impulsor de desarrollo.

Otro experto en la materia es Essam Yassin Mohammed, investigador principal de economía ambiental del Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo (IIED). “La economía azul siempre ha sido un sector importante para África y es clave para su desarrollo. Las ganancias de las exportaciones de pescado por sí solas son de unos cinco mil millones de dólares al año y más del 90% del comercio de África se realiza por mar”, expresa. A lo que la experta de la Comisión Económica para África añade un ejemplo que elucida la importancia de este nuevo modelo de desarrollo: “Los Grandes Lagos africanos en África oriental contienen la mayor proporción de agua dulce superficial en el mundo (27%). Esta y la pesca oceánica contribuyen de manera vital a la seguridad alimentaria y nutricional de más de 200 millones de africanos y proporcionan ingresos a más de otros 10 millones”.

El mar, la nueva 'fiebre del oro'

Según los últimos datos de la Unión Africana, el valor agregado del sector pesquero en África se estima en más de 24 mil millones de dólares, lo que representa el 1.26 por ciento del PIB de todos los países africanos. Además, en su conjunto (incluida la acuicultura) emplea a 12,3 millones de personas, aproximadamente el 2,1% de la población continental de entre 15 y 64 años, incluidas las mujeres, que representan cerca de un tercio del total. Sin embargo, la pesca está en gran medida infraexplotada y hace falta más profesionalización.

Otro de los sectores pujantes, el de las actividades energéticas relacionadas con los asuntos marítimos, alcanzará los 2.500 millones de euros en 2020 según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Las energías renovables marítimas pueden proporcionar hasta el 400% de la demanda energética mundial actual.

El mar también es objetivo para lo que se conoce como "la nueva fiebre del oro". Países como Namibia, ya están explotando de manera efectiva la industria minera marina. Debmarine Namibia, una empresa creada por el Gobierno de Namibia y el gigante de los diamantes De Beers, están dragando diamantes a más de 120 metros de profundidad, y la empresa planea construir un buque cisterna de 142 millones de dólares para 2021, el mayor buque minero de diamantes del mundo. Al otro lado del continente, en el Mar Rojo y alrededor de Madagascar, la empresa saudí Manafa International también barre las costas africanas en busca de cobre, oro, cobalto o manganeso. Sin embargo, ambientólogos y científicos marinos argumentan que la minería de los fondos marinos degrada el hábitat de especies marinas como tiburones, ballenas, delfines o focas.

Otro segmento de la economía azul, la industria del turismo, parece ser uno de los más pujantes. “Los países insulares y costeros de África representan más del 95 % del total de las llegadas de turistas e ingresos por turismo en el continente. En Cabo Verde, Mauricio y Seychelles, el sector contribuye con el 45%, 24% y 65% del PIB, respectivamente”, afirma Bragante. Además la experta asegura que África también podría aprovechar sectores emergentes como el de las energías renovables y la minería en aguas profundas debido al crecimiento de la demanda global de minerales y el rápido avance tecnológico. “La Agencia Internacional de Energía estima que la renovable oceánica tiene el potencial suficiente para satisfacer hasta el 400% de la demanda energética mundial actual”, expone.

A pesar de todo, si bien la economía azul puede proporcionar empleos muy necesarios para África, el desafío radica en cómo explotar los recursos hídricos de manera sostenible. Por ello, Essam Yassin Mohammed es precavido y advierte que con "demasiada frecuencia", los Gobiernos y las empresas "ven el océano como algo para explotar o saquear". Además, opina que a medida que se realizan esfuerzos para explotar el ecosistema oceánico de África, el principal recelo viene de la necesidad de preservar los recursos marinos. “Para que la economía azul sea eficaz, es fundamental que sea sostenible y equitativa y que beneficie verdaderamente a las comunidades costeras de África”, cuenta.

Pero, ¿cómo?

Según Daya Bragante, el requisito previo para generar impactos positivos es la formulación de políticas elaboradas con el consenso y la participación de todas las partes interesadas. “La realización de todo el potencial de la economía azul requiere la inclusión efectiva de todos los grupos sociales, especialmente las mujeres, los jóvenes, las comunidades locales y los grupos marginados o insuficientemente representados. Para la Visión 2063 de la Unión Africana, los jóvenes africanos, tanto hombres como mujeres, deben contribuir significativamente a la innovación y el espíritu empresarial. Por ello, facilitar el acceso de estos grupos a la educación, capacitación, habilidades, tecnología, servicios de salud y actividades recreativas y culturales, así como fuentes adecuadas de financiación, será esencial”, asegura.

Para ello, Bragante insta a los Gobiernos a trabajar en esta dirección y los emplaza a sensibilizar a los jóvenes tanto como ofrecerles herramientas para que puedan desarrollar este sector de forma sostenible. “Los países africanos tienen una oportunidad única para crear incentivos para el empleo juvenil en sectores especializados de la economía azul, que puede ayudar a promover el conocimiento y aumentar la conciencia sobre el agua, el cambio climático y la administración ambiental, y fomentar prácticas comerciales amigables con el medio ambiente”.

El reto de preservar recursos que ya están amenazados

Los desafíos económicos, geopolíticos, sociales y ambientales, incluido el cambio climático, tienen un impacto negativo en los activos existentes de la economía azul y afectan negativamente a sectores como la pesca o el turismo. Según los expertos, un conocimiento insuficiente de la escala de los recursos, la falta de enfoques multisectoriales y marcos legales o reglamentarios débiles, son algunas de las luchas pendientes que ponen en riesgo las potencialidades de la economía azul.

“El cambio climático y la mala gestión ambiental son amenazas crecientes para la integridad y sostenibilidad de los recursos acuáticos y marinos en los que se basa la economía azul. Áreas extensas de África ya sufren impactos climáticos como inundaciones y sequías, aumento del nivel del mar, erosión costera, intrusión de agua salada, calentamiento de las aguas del mar, acidificación de los océanos, decoloración de corales y un aumento de especies invasoras como resultado del calentamiento global”, advierte Bragante, que apunta a la mala gobernanza ambiental como conductor de la contaminación industrial, la deforestación por actividades agrícolas, la sedimentación de ríos y lagos, la disminución de la biodiversidad, la contaminación por transporte marítimo o el vertido de residuos tóxicos. “La contaminación del agua se ha convertido en una de las principales causas de muerte y enfermedades en África”, alerta.

Si bien un tercio de los países africanos no tienen salida al mar, el transporte marítimo sigue siendo la principal puerta de entrada al mercado mundial, especialmente para los principales puertos: Marruecos, Egipto, Sudáfrica, Yibuti, Togo y Mauricio. Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), África contribuye con una participación al comercio mundial marítimo del 7%, de los cuales un 40% fue petróleo crudo en 2017, y cuyos principales socios comerciales son la Unión Europea, Estados Unidos o China. Sin embargo, si se plantea aumentar las exportaciones marítimas, la mejora de políticas de preservación del medio será obligatoria.

Los países africanos tienen una oportunidad única para crear incentivos para el empleo juvenil en sectores especializados de la economía azul

Una evidencia de esta necesidad es la peligrosidad de los desechos plásticos acumulados en lagos, ríos, mares y océanos. “ONU Medioambiente ha estimado que alrededor de 8 millones de toneladas entran a los océanos en todo el mundo por año, lo que representa el 80% de toda la basura mundial. Un artículo de 2017 titulado Desafíos y soluciones emergentes para los residuos plásticos en tierra en África destaca la falta de medidas precisas como las brechas de conocimiento”, explica.

La economía azul, a su vez, enfrenta desafíos relativos a dimensiones geopolíticas y de seguridad, como ocurre con la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada, que prevalece a lo largo de toda África. Muchos buques extranjeros sin licencia sobreexplotan las poblaciones de peces de la región generado devastadoras consecuencias sociales, económicas y humanas. Según el Africa Progress Panel solamente en África Occidental se pierden 1,3 mil millones de dólares al año a causa de estas prácticas. Además, entre las flotas con bandera nacional solo Liberia está en la lista de los estados con mejor bandera en cuanto a tonelaje según la UNCTAD.

“Es crucial que los beneficios de la pesca u otros usos del océano se distribuyan equitativamente, para asegurar que las comunidades más vulnerables no se queden atrás. Y, es importante que al desarrollar la economía azul, la automatización no le quite el trabajo a las personas. Esto es particularmente importante para África, que para 2030 albergará al 25% de los jóvenes del mundo”, advierte Essam Yassin Mohammed.

Pero, ¿cómo actuar cuando en la mayoría de países africanos no hay suficientes recursos ni buques guardacostas para monitorear y frenar asuntos como la pesca ilegal? Mohammed cree que la respuesta principal debe conllevar al apoyo de los Estados. Y a su vez, dice: “Los gobiernos también deben proteger a las mujeres y los hombres que dependen del océano para su sustento. Deben proporcionar redes de seguridad social, como compensaciones durante las prohibiciones de pesca, alimentos, refugio y dinero durante períodos de crisis económicas. Es crucial que al desarrollar políticas se consideren las necesidades de las comunidades costeras”. Y además, reivindica: “Hace falta un frente común contra al cambio climático”.

Medidas para una economía azul sostenible

A pesar de la escasez de estrategias nacionales en vistas a una economía azul sostenible, África está tomando medidas tanto a nivel nacional, regional como multilateral, mientras organismos internacionales y expertos del campo del desarrollo convienen en la dimensión estratégica de la economía azul para el futuro del continente.

“Los foros internacionales, regionales y nacionales y otras actividades de sensibilización, como la próxima Conferencia en economía azul sostenible en Nairobi [que se ha celebrado entre el 26 y 28 de noviembre en la capital keniana], representan también oportunidades para mejorar el conocimiento de los recursos azules, el desarrollo de capacidades, identificar y difundir nuevas tecnologías, promover la innovación y fortalecer la formulación de políticas”, opina Daya Bragante.

Según la experta, modelos como la Operación Phakisa, lanzada en 2014 en Sudáfrica, desbloquean el potencial económico de los océanos y trazan sendas a seguir para el resto de países africanos. “Hasta la fecha, Sudáfrica ha creado 6.633 empleos de la economía azul desde octubre de 2014. Esto ilustra los impactos positivos que este modelo puede producir en la sociedad y las economías”, concluye.

La economía azul puede proporcionar empleos muy necesarios para África, el desafío radica en cómo explotar los recursos hídricos de manera sostenible

La Agenda 2063 de la Unión Africana da un papel fundamental a las actividades económicas que emanan de los océanos, mares, fondos marinos, lagos y ríos de África. De la misma forma, el manual práctico sobre economía azul lanzado en 2016 por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (UNECA), es una metodología muy interesante para la incorporación de los principios de la economía azul en programas y planes de desarrollo regionales y nacionales.

Otro mecanismo de protección de este sector es la Carta sobre seguridad marítima y desarrollo o Carta de Lomé, firmada en Togo en 2016 y dónde más de 30 países africanos acuerdan una acción coordinada de cooperación en formación, educación y desarrollo de capacidades o un compromiso para establecer agencias nacionales de coordinación marítima y armonizar la legislación marítima estatal. Además, por su lado, el Banco Mundial, la FAO y la Agencia Africana de Desarrollo se han asociado en una estrategia común —el Paquete africano para economías oceánicas resilientes al cambio climático, un impulso para apoyar a 29 estados costeros e isleños africanos­—, considerado el mayor mecanismo de apoyo multilateral para la economía azul africana, que prevé una inversión total de 3,5 mil millones de dólares.

Por otro lado, el Grupo del Banco Mundial acaba de firmar un acuerdo apodado PROBLUE donde varios donantes se han comprometido a la creación de un fondo fiduciario para hacer frente a la contaminación marina, gestionar la pesca y facilitar el crecimiento sostenible de las economías costeras. Acuerdo que se suma a los esfuerzos realizados durante las últimas dos décadas por la FAO para promover las políticas y prácticas sostenibles de pesca y acuicultura con el Código de Conducta para la Pesca Responsable (CCPR) como marco de referencia mundial para lograrlo.

Preservar los recursos marinos africanos (y eliminar el plástico)

Concienciar sobre el cambio climático y la conexión oceánica o la contaminación de plásticos en los océanos es una de las prioridades básicas de muchos Gobiernos y organismos, que incorporan cada vez más estas temáticas en su trabajo. Uno de los proyectos más atractivos que se están desarrollando actualmente en África es el Flipflopi, el primer prototipo de barco hecho con plástico 100% reciclado, que navegará 500 kilómetros desde la isla de Lamu, en Kenia, hasta el archipiélago de Zanzíbar, en Tanzania, a principios de 2019. Se ha construido a partir de miles de sandalias (flip-flops) reutilizadas y plástico recolectado durante batidas de limpieza en playas a lo largo de las costas de Kenia con el objetivo de que visite escuelas, comunidades e intendencias gubernamentales para compartir conocimientos sobre cómo reducir la contaminación por plásticos y contribuir a la conservación del medio ambiente.

El mar es de vital importancia para el futuro del continente y es capital preservarlo como recurso que es. Así lo aseguraba el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, el pasado mes de junio en motivo de los Días Mundiales del Medio Ambiente y del Océano, diciendo que hay más partículas microplásticas en el océano que estrellas en nuestra galaxia. Por ello hay que actuar cuanto antes, especialmente en un contexto como el africano, donde las bajas tasas de desarrollo, el aumento de la población y la amenaza del cambio climático hacen que las opciones de un futuro sostenible sean complejas.

¿Qué hacen los Gobiernos? La política gubernamental más común en África es la prohibición o los impuestos sobre las bolsas de plástico, como ocurre en el caso de Kenia, Camerún, Egipto, Eritrea, Ghana, Marruecos, Nigeria, Ruanda, Sudáfrica o Tanzania. Mauritania fue uno de los pioneros en prohibirlas, después de que en los años setenta se perdiera el 70% del ganado debido a la ingestión de plástico. Asimismo, proyectos y empresas sociales como Wecyclers en Nigeria, Congo Salubrité en República Democrática del Cono u Ocean Sole en Kenia, generan empleos e ingresos de los desechos marinos.

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