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Estas son las claves para reducir la obesidad en niños y adolescentes

El deporte y los buenos hábitos alimenticios son esenciales para superar las dramáticas cifras que apuntan a que más de un 23% de los menores en España tiene sobrepeso

Un niño se pesa en una báscula.
Un niño se pesa en una báscula.getty

Ahora hay más casos de obesidad y sobrepeso que en las generaciones anteriores en España, llegando a aumentar drásticamente en los últimos 20 años. El deporte y los buenos hábitos alimenticios son clave para superar las dramáticas cifras, que algunos expertos tachan de epidemia, pero parece que padres, niños y adolescentes, y la sociedad, no tenemos interiorizados estos cambios de actitud y costumbres. El último estudio Aladino de 2016 mostraba la realidad: la prevalencia de la obesidad en España en menores es del 18,1% y el sobrepeso afecta ya al 23,2% de este grupo.

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¿Qué hábitos alimentarios practican los jóvenes? Álvaro Chicote, joven universitario en la Universidad de Alcalá de Henares, explica que ya “está un poco arraigado en la sociedad hacer cinco comidas al día, que es lo que recomiendan los médicos. Pero, en mi opinión, hay gente que no hace la que toca entre el desayuno y el almuerzo.”

Otro de los problemas de nuestro tiempo es cómo nos relacionamos con amigos o familiares. ¿Qué consecuencias está teniendo ese modelo de socialización de los hobbies? La pediatra Olga Pérez, experta tratando a pacientes obsesos y con sobrepeso en el Hospital Clínico San Carlos, lo analiza con clarividencia: “El fin de semana todas las quedadas son entorno a las comidas, no se queda para andar por un camino o para ir al parque a que los niños jueguen o patinen. Esos ejemplos se transmiten a los menores que aprenden copiando los usos de sus mayores. Desde el punto de vista de los niños es fundamental la cuestión ejemplarizante, si no te ven a ti hacerlo, no te van a imitar. En esta cultura de las imágenes también es clave. Empieza a haber supermercados y grupos de gente atentos a hacer una nutrición saludable con más fibras y semillas”.

Por su parte, Chicote explica que “¡está de moda comer aguacates!, según he visto en las redes. En algunos restaurantes cuesta hasta 20 euros. El influencer de turno le hace una foto, la sube a Instagram, y luego se come por detrás una hamburguesa. No la enseña”. Para él, en las redes se vincula la comida de alimentos “más a una necesidad social que a practicar buenos hábitos alimenticios”. Otra de las consecuencias es que “niños y adolescentes coman poco pescados y verduras porque si a un joven le ofreces un filete de merluza, no le es atractivo; has de buscar una forma atractiva para la cartera y para el paladar”, añade este joven.

¿Qué modelos alimenticios y qué prácticas físicas y deportivas existen frente a esos hábitos equivocados? En este entorno, Pérez ve indispensable “volver a la dieta mediterránea en la que hay más porcentaje de frutas y verduras. Cuando ves los menús de los colegios, solo algunos ofrecen una primera opción en la que el niño puede elegir si quiere que sea verdura u otro primer plato. Si les dejamos solos, la elección entre un plato de macarrones o de brócoli; el niño elegirá macarrones. E igual hay que hacer en las casas”.

Los horarios laborales y estudiantiles, y el mayor cúmulo de actividades extras, también inciden en nuestros hábitos culinarios. Se come más rápido y menos saludable. Se ha importado la costumbre estadounidense de la comida rápida. Frente a ella emergió el movimiento comer lento en Italia. Como nos recuerda Chicote “ese movimiento defiende la necesidad de comer bien, con calma y eligiendo lo que comemos”.

Pérez advierte de que es necesario que cambien ciertos detalles clave como “que el precio de frutas y verduras sea más asequible, e ir más veces al supermercado para evitar que se estropeen aquellas por su caducidad. También hay que cambiarlo en los colegios y centros laborales. Qué duda cabe que la proteína animal es incuestionable, y hay que tomar una dieta equilibrada. Evitar los precocinados, los hipercalóricos, y los chocolates con leche en los menús escolares y en los centros de trabajo en la medida de lo posible. En los colegios que cada día de la semana se haga cereal en la merienda de media mañana. Por ejemplo, los martes, frutas. Los miércoles, un lácteo. Y organizarlos para hacer una secuenciación de los alimentos”.

Sobre este tema, Chicote reconoce que tiene pendientes comer pescado y verduras crudas, dos de los cuatro ingredientes básicos de la dieta mediterránea junto a frutas y carnes. Él tiende a comer más por la vista que por lo que necesita, a pesar de los ingentes esfuerzos de sus padres para que modifique ciertos hábitos. Él intenta compensarlo “comiendo potajes, forma bastante atractiva para los jóvenes de comer legumbres y verduras, y añadiendo estofados o arroz”.

Además, este joven defiende la imaginación creativa al servicio de los hábitos alimenticios sanos: “En vez de hacer la hamburguesa de carne, hacerla de pescado, y a un mismo o similar coste. También empanando la comida.” Pérez corrobora la necesidad de aunar la creatividad en la cocina para seducir a niños y adolescentes con buenos hábitos culinarios: “Visualmente si es atractivo o no, condiciona mucho, y aumenta la sensación de querer probar. Cuando se ofrecen las verduras o el pescado, que son los menos agradecidos para los niños, la presentación es clave.”

La importancia de una vida saludable

La vida saludable implica practicar actividad física y deportiva con cotidianidad. Hasta que llegó a la universidad, Chicote jugaba al tenis, pádel, frontenis y ping pong. Pero al cambiar de urbe, abandonó esas aficiones, y tiene dificultades para conocer a otros con sus mismos pasatiempos: “No es fácil entrar en el ambiente deportivo de una ciudad en un deporte individual si no conoces a alguien. Me gusta el billar, he tenido que conectar con tres personas distintas porque el presidente del club de billar está fuera de Guadalajara. Sería más fácil si lo pusieran en El Tablón de Anuncios de la universidad.”

Ahondando en la práctica deportiva y física, Pérez nos propone “fomentar los deportes de equipo. Hay niños que tienen como máximo dos horas de Educación Física a la semana, y esa es tan importante como que en el Programa Escolar se incremente la actividad física en al menos una hora diaria, como cualquier otra asignatura de más peso. En mi opinión, se fomentan actividades extraescolares aprovechando la hora del comedor como: Música o Inglés, en detrimento de las actividades deportivas”.

Las responsabilidades estudiantiles también inciden en la menor práctica deportiva de los adolescentes españoles. “La parte académica empieza a ser más importante y estresante. Asimismo influyen los tiempos de los traslados para practicarlos”, cuenta Chicote. El saber recomendar también afecta a la pérdida del hábito deportivo: deja de ser lúdico y divertido para ser una obligación más. Se institucionaliza todo excesivamente, pierde espontaneidad y libertad. “Hay que encontrar un deporte que no te cueste hacerlo e ir contento”, añade el joven.

Ante estas situaciones cotidianas, Pérez aboga por dos propuestas: “La primera es que los niños no salen a la calle con las familias o a jugar. Cuando les haces una recomendación a los padres, su respuesta es: No tenemos horas para ir. Segundo, solo están pensando en las extraescolares. Hay muchas otras actividades que no pensamos que puedan beneficiar porque no son regladas. Puede irse uno a pasear por la calle. O si llueve, puede estar subiendo o bajando las escaleras en casa, por ejemplo”.

En cuanto a la tecnología, “estamos interesados en aprovechar las App de los móviles que a los niños les encanta y utilizarlas para potenciar el ejercicio. Es un tema por explotar y puede ser una buena oferta para fomentar el deporte, la salubridad y los buenos hábitos alimenticios”, concluye la experta.

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