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MIRADOR
Columna
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La manada

Lo peor de cualquier manada se conoce cuando ya ha ejecutado sus fines de nacimiento

Jorge M. Reverte
Manifestación del Día Internacional de la Mujer en Madrid.
Manifestación del Día Internacional de la Mujer en Madrid. © Samuel Sánchez

La autollamada “Manada” tiene un himno que comparte con cientos de manadas, que lo son muchas de ellas sin saberlo, dispersas por todo el territorio español.

Lo peor de cualquier manada se conoce cuando ya ha ejecutado sus fines de nacimiento. Hasta entonces, todo es un juego con una gracia que, eso sí, contiene demasiada sal gorda. Nos podemos parar a escuchar en cualquier festejo de pueblo: “Los estudiantes navarros, cuando van a la posada, lo primero que preguntan, me cago en la, donde duerme la criada”. Y si no hay, pues el ama.

En la canción, popularísima, no hay ningún indicio de que la criada o el ama tengan que dar su consentimiento, ni de que vayan a caer rendidas a los encantos de ninguno de los miembros de la manada. Simplemente, el grupo irá a su cuarto y ya está.

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Puede ser que haya alguien que no haya cantado tan delicada canción, víctima del alcohol y del contagioso compañerismo machista. Pero es seguro que la mayoría de quienes han asistido a alguna fiesta patronal la ha entonado con fruición y sin autocrítica. Por supuesto, eso no supone que luego hayan cometido hechos tan repugnantes como los que en estos días han ocupado al país.

Pero hay que reconocer que un buen himno prepara. Lo saben muy bien los patriotas.

Quien haya viajado alguna vez por la Francia rural, tan deliciosa, con su dulce olor a mantequilla y sus limpios y ordenados paisajes, no puede imaginar con facilidad que sus encantadores campesinos puedan llegar al extremo de hacer que la sangre de alguien riegue los surcos de sus campos. Pero es que su himno lo pide. Como también hay himnos que demandan o festejan un “buen golpe de hoz” y los cantan personas que normalmente no cruzan la calle con el semáforo en rojo.

Yo siento un escalofrío en el cuello al escuchar lo del “bon cop de falç”, pero lo siento más fuerte aún cuando me recuerdo a mí mismo cantar entre risotadas y a voz en grito lo de los estudiantes navarros en las fiestas de San Fermín, uno de los mejores ejemplos de machismo consentido, donde deberían perseguir a las autoproclamadas manadas de estudiantes navarros.

Y los civilizados países europeos deberían ir cambiando poco a poco sus amenazantes símbolos musicales. No estaría de más.

En España en eso vamos bien. Nadie se puede sentir amenazado por un “lololo”. Aunque, eso sí, el patrón de nuestra pacífica patria se llama Santiago “matamoros”.

Todos tenemos algún símbolo que pulir. Yo, desde que no canto lo de los estudiantes, violo menos.

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