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Columna
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‘Posh’

La acción se produce en el espacio que hay entre dos hechos; a donde no ha llegado la segunda noticia ya está el prejuicio y la arenga

Manuel Jabois
Vigilia en Trafalgar Square, Londres, por las víctimas de Mánchester.
Vigilia en Trafalgar Square, Londres, por las víctimas de Mánchester.TOBY MELVILLE (REUTERS)

A las 22.30 del lunes se produjo una explosión en Mánchester durante la celebración de un concierto. Unos minutos después, varios asistentes publicaron vídeos y tuits sobre lo que había ocurrido. Eso no significaba que todo el mundo tuviese la misma información al instante, sino que todo el mundo pasó a desconocer lo mismo que desconocían ellos. La diferencia entre los emisores de la información y sus receptores es que los primeros bastante tenían encima, y los segundos no tenían suficiente.

Así, en Mánchester, como en Londres y como en París, la demanda urgente de información se cubrió con especulaciones, disparates, rumores y opiniones contundentes hasta formar una realidad paralela: hechos alternativos, o sea, la vieja mentira. Sucede porque los hechos no aspiran a nada, pues no admiten interpretaciones, y las opiniones aspiran a que los hechos encajen en ellas. La distancia que hay entre una noticia (explosión) a otra (naturaleza de la explosión) es territorio fértil: pueden rellenarse las casillas a gusto. Atentado, autor, raza, religión, sexo, altura del muro a construir, responsabilidad de los Gobiernos. Si es una bomba, quién nos conviene que sea: a quién hay que convencer para que la haya puesto. No esperes a saber qué pasó; haz tú mismo que pase.

Sucede todo tan rápido que las interpretaciones adelantan a las noticias: antes del qué llega el porqué. A veces se producen situaciones cómicas si el suceso ocurre cuando hay tertulia en directo. “Se acaba de caer un avión en Ucrania”. “Lo condeno absolutamente”. “¿Qué pudo pasar?”. “Pues con los datos que manejo...” (el tertuliano mira el móvil, esperando que le llegue un whatsapp extraviado del jefe de los servicios de espionaje ucranios, pero solo hay un “papi te estamos viendo”, de su hijo pequeño).

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En la mayoría de ocasiones, sin embargo, el mismo lenguaje que disfraza la mentira como hecho alternativo se aplica a sus autores, de moda como alt-right o políticamente incorrectos dependiendo de la minoría del mes; una licencia lingüística para que el fascismo actúe bajo otra etiqueta, como cuando Marine Le Pen quiso cambiar el nombre del Frente Nacional para ponerle Norit. Lo importante es expresarse libremente, dicen revisando pasaportes.

La acción se produce en el espacio que hay entre dos hechos; a donde no ha llegado la segunda noticia ya está el prejuicio y la arenga, así que cuando llega no solo está todo vendido, sino que se presenta travestida para que parezca la confirmación científica de un sesgo. En caso contrario se anunciará una conspiración; si el terrorista defrauda, los más aturdidos levantarán los ataúdes para comprobar si hay muertos.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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