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el médico de mi hij@
Tribuna
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¡Socorro! Un adolescente ha llegado a casa de repente

Pensé que había pasado lo peor. Mocos, toses, quitar pañal, aprender a multiplicar, pero, no, todo es una trampa. Y se confirma con la adolescencia

Dos adolescentes se hacen un 'selfie'.
Dos adolescentes se hacen un 'selfie'. getty

Pensé que había pasado lo peor. Mocos, toses, quitar pañal, aprender a multiplicar, pero, no, todo es una trampa. Y se confirma con la adolescencia. Esa trampa es creerte el tópico de que cuando crezca, ya verás, todo mejora. Trampa, trampa.

En mitad del pasillo, hay un “fideo”, largo como un día sin pan, que no controla el tono de su voz y no sabes si te da un recado o se está muriendo por algo “supermega importante". ¡Mamá yo tengo una vida!” y que tú no entiendes que a las ocho de la mañana lo sea. Al parecer, es vital.

El médico de mi hij@

Para ayudar a los padres en la tarea de encontrar información útil, fiable y basada en la evidencia científica, y a la vez, crear una comunidad donde profesionales y familias se enseñen los unos a los otros, nació en 2011 el grupo de Facebook El médico de mi hij@.

En él, profesionales de todos los campos relacionados con la salud infantil, entre ellos su creador, el pediatra y colaborador de este diario Jesús Martínez, atienden a las dudas que nos pueden surgir en el día a día de forma gratuita.

Ríete de los pactos de la guerra fría. O estás en permanente discusión o pactas hasta esos pantalones que parecen de Carpanta, pero son lo más de lo más (ahí es fácil, superamos los ochenta y noventa. Eso fue un Máster). Al final, decides que hay unas líneas rojas que no vas a permitir que se traspasen (horarios de llegada, uso del móvil, por la semana no se sale,…) y escuchas la frase que te hunde en la miseria: mamá no tienes ni idea. De repente, hay una regresión; sientes una parálisis total. No, no, no. Yo que juré como Scarlett sobre tierra de Vigo que jamás iba a educar como en los setenta y ochenta, que iba a dialogar, que razonando se consigue más que imponiendo y todas esas cosas que planificamos…la vida me ha dado un gran zasca. Repetimos roles y muchos.

Ser padres, en este momento, no es fácil. Hemos perdido la tribu, los niños han pasado de jugar a su aire a jugar con el adulto al lado. Las tecnologías son parte de su cotidianidad. La incorporación de la madre al trabajo y que las actividades extraescolares sean parte del día a día nos hace correr como gallinas sin cabeza. Nos dijeron que la calidad es mejor que la cantidad y nosotros queremos las dos cosas porque vemos que nos perdemos casi todo. Es el ritmo de los tiempos que corren. Y el fin de semana no llega para nada. Nos atiborran con términos, etiquetas y objetivos que si no cumplimos nos convencemos que somos malos padres.

Démonos permiso para equivocarnos, no pasa nada. Esto es ensayo-error. Al final generación tras generación, existen las mismas preguntas y los mismos miedos (el sexo, las drogas, los amigos, los estudios,…).

En la infancia, hay una figura que nos ayuda en la crianza que es el pediatra. Mitiga nuestros temores, nos asesora, confiamos en el experto. El niño empieza a crecer y esas visitas se alargan en el tiempo y como mucho, con un invierno benigno, lo ves una vez al año. Es así. Y justo, ves como madre que te asaltan las grandes dudas. Porque ese niño que tardaba en hablar cuando era bebé, habla perfectamente y ahora gruñe; el que no crecía, lo hace tan rápido que en casa va tropezando con todo, el que tenía granitos, ahora son granazos; al que se le resistía las tablas de multiplicar (y el disco de Miliki fue nuestra banda sonora) ahora tiene que decidir sobre su futuro.

La adolescencia empieza antes, quizá no solo físicamente, si no influidos por las nuevas tecnologías, internet a su alcance, tan necesario en el día a día pero difícil de manejar. Tienes que ir por delante en las aplicaciones que ellos usan. Si Tuenti me pareció la caña, el día que descubrí Snapchat ya me quise bajar del mundo. Vamos un paso por detrás. Y no entienden que somos la generación que mejor nos hemos adaptado al mundo tecnológico. Pasamos del teléfono de ruedita a todo lo que tenemos ahora, sin complejos. Adaptándonos, formándonos.

Con suerte, al final del día, tenemos un hijo que nos da un beso y un abrazo. Y cuando duerme ves al bebé que era. Y sabes que al despertar volverás a pensar en la adolescencia bendito tesoro a ver si te vas para no volver. Y claro, volveremos al lío del nido vacío…Resumiendo que nunca estamos contentos. Pero eso, será mañana que amanecerá otra vez…

Ana Román Rodríguez, cofundadora de Arae Servihogar C. B.

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