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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
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urbanismo

El futuro incierto del proyecto urbano

El paradigma de desarrollo urbano siempre está en sintonía con los condicionantes del orden económico

Bangkok, Tailandia.
Bangkok, Tailandia. ROBERTO SCHMIDT (AFP)
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Es posible que el Proyecto Urbano como instrumento de actuación en la ciudad pueda seguir siendo útil en los próximos años y que las disciplinas urbanísticas puedan perfeccionarlo en su desarrollo. Pero las bases conceptuales y teóricas que lo fundamentaron desde el último cuarto del siglo XX están muy debilitadas y, en la actualidad, se caen a pedazos frente a nuestros ojos.

Los “treinta años gloriosos” del Estado de Bienestar y el consenso keynesiano (convencionalmente ubicados entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y el estancamiento económico de mediados de los setenta), tuvieron su correlato en materia de desarrollo urbano, como toda macrotendencia política-económica. Por un lado, grandes operaciones de renovación urbana localizadas en la ciudad existente, como los HLM franceses o los ambiciosos programas estadounidenses de demolición y reconstrucción de barrios. Por otro lado, la expansión a la periferia, no solo en Estados Unidos (donde esta tendencia vació los centros históricos y generó toda una cultura del suburbio), sino incluso en muchos países de Europa y Latinoamérica.

A partir de los ochenta y con más fuerza luego de la caída de los socialismos "realmente existentes", los paradigmas de desarrollo urbano se transforman por una doble acción contradictoria pero concurrente:

De estas tendencias deriva como paradigma más visible (al menos en Europa y las Américas) el del Proyecto Urbano en terrenos vacíos de las áreas urbanas centrales: puertos obsoletos, fábricas abandonadas, equipamientos relocalizados, etc., o las renovaciones parcela a parcela de áreas degradadas.

Los ejemplos canónicos coinciden en la revalorización del patrimonio construido y la reconstitución del espacio público como foco de las operaciones. Por otro lado, se ejercita y valoriza la colaboración entre el sector público y el privado en la realización de las operaciones. Son ejemplos clave de estas tendencias el proceso de transformación de Barcelona a partir de la transición democrática y el mecanismo de las Zonas de Gestión Concertada o ZAC (Zones d'Amenagement Concerteé) en Francia.

En algunos casos, se incorporan mecanismos de inclusión social y reparación de iniquidades. Es, por ejemplo, lo que ocurre en Barcelona con el proceso de transformación de la barriada obrera e inmigrante de Nou Barris, o en Latinoamérica con las actuaciones de Favela-Bairro en Brasil o el urbanismo social de Medellín con sus Proyectos Urbanos Inclusivos. Una derivación natural de estas tendencias es el énfasis que progresivamente se otorga a la sostenibilidad ambiental y, ligada a esta, la reconversión de la movilidad hacia el transporte público y los modos peatonal y ciclístico. También, la participación comunitaria en la definición de las estrategias y tácticas de transformación urbana, como por ejemplo ocurre con el Presupuesto Participativo originado en Porto Alegre.

Estos grandes proyectos urbanos en áreas centrales entraban en perfecta sintonía con algunos condicionantes del nuevo orden económico: constituyen instrumentos de marketing urbano en el marco de la promovida competencia entre ciudades en busca de inversiones, atraen el turismo internacional (una de las actividades claves de la nueva "economía de la experiencia", como la definió Jeremy Rifkin), generan lugares para las clases medias altas de las que surgen los profesionales necesarios para gestionar la economía global, y hasta a veces permiten a grandes grupos económicos darle un valor inmobiliario agregado a sus procesos de re-localización productiva, como en el caso de Pirelli en la Bicocca de Milán. Su énfasis en el rol estratégico de las grandes operaciones limita la responsabilidad y la inversión del sector público, promueve y facilita las oportunidades para el sector privado y transfiere al sector social buena parte de las responsabilidades por el mejoramiento de sus condiciones de habitar y su acceso a la vivienda.

Por supuesto (last but not least), constituyen campos de expansión y realización del capital internacional y, a través de muchos mecanismos, contribuyen a su volatilidad financiera.

Pero este proceso centrípeto de retorno o revalorización del centro no frena el proceso centrífugo de expansión a la periferia, que no solo continúa devorando suelo rural y natural en proporciones que en muchos casos superan a la de la superficie urbana original, sino que acentúa e incorpora componentes muy peligrosos en lo ambiental (destrucción de humedales, ocupación de áreas de riesgo, deforestación y predominio del automóvil privado como forma de movilidad) y en lo social, con la tendencia a una construcción de fortalezas excluyentes o "privatopías".

Dos libros de 1991, devenidos en clásicos, explican este fenómeno aparentemente contradictorio:

  1. La ciudad global, de Saskia Sassen, describe la concentración del gran capital en las grandes ciudades donde se gestionan los servicios avanzados a la producción;
  2. y Edge City, de Joel Garreau, sobre el fenómeno de la generación de nuevas ciudades no planificadas en sitios de Estados Unidos donde pocos años atrás solo se encontraba ganado pastando.

Ya desde fines del siglo pasado se escuchaban voces críticas a estas modalidades de desarrollo urbano. En 2008 se produce la crisis de las burbujas inmobiliarias, que podría asimilarse como signo de época con la crisis del petróleo de 1973, y que tiene vínculos muy fuertes con esa modalidad de desarrollo urbano. Tan fuertes que si la crisis se tratara de un caso policial (y no está lejos de serlo…) el Gran Proyecto Urbano contemporáneo sería uno de los sospechosos más directos.

La visión hegemónica del desarrollo urbano durante tres décadas resulta entonces fuertemente cuestionada por distintos motivos:

Varios acontecimientos de 2016 parecen consolidar este fin de ciclo, en particular: el triunfo de la posición separatista en el referéndum británico por la permanencia o retirada de la Unión Europea y la victoria electoral de Donald Trump (paradójicamente, un desarrollador de productos inmobiliarios) en Estados Unidos.

Algunos de los primeros anuncios de Trump traen reminiscencias de la vieja época del desarrollo urbano del siglo XX: eliminación de restricciones ambientales, construcción de grandes infraestructuras y promesas vagas de operaciones sobre los barrios pericentrales de las grandes ciudades (la inner city de los guetos étnicos) que podrían asimilarse a las grandes demoliciones y reconstrucciones contra las que escribió Jacobs.

¿Qué consecuencias tendrá este cambio de época en materia de desarrollo urbano?

La respuesta merece algo de precaución. Como dice la humorada, es difícil hacer pronósticos y mucho más difícil es hacerlos sobre el futuro... A su vez, no necesariamente los cambios políticos y económicos tienen un correlato mecánico en materia urbanística, y es muy probable que muchas de las tendencias urbanas vigentes continúen en el futuro.

La ciudad tiene su propia dinámica y algunos márgenes de autonomía respecto a los cambios sociales. Pero el caso es que no se trata solamente de encontrar respuestas para actuar luego en la ciudad, sino también de generarlas a partir de actuaciones con intencionalidad y propuesta política, económica, social, cultural y ambiental. Además de cautela, en esta incertidumbre se requiere audacia para buscar nuevas formas de desarrollo urbano o para corregir y optimizar las existentes, sin tirar al bebé junto con sus pañales sucios (su mierda, bah).

Muchos de los grandes interrogantes globales de hoy corresponden a campos de conflicto entre posiciones diversas para enfrentar los problemas de la época, y es mucho lo que desde el proyecto urbano se puede hacer para visibilizarlos, en algunos casos, y para ofrecer como alternativa en otros.

Por ejemplo, ¿cuál será la respuesta global frente a los grandes temas ambientales: el negacionismo del cambio climático y el agotamiento de los recursos o un cambio de paradigmas de producción y consumo? ¿Avanzaremos hacia un modo de producción más responsable de nuestros alimentos, que localice su generación y permita concretar los cinturones verdes de contención del crecimiento urbano? ¿Cómo se enfrentará "el fin del empleo" generado por los nuevos sistemas de producción: con mecanismos de renta ciudadana universal o con represión y segregación? ¿Seguiremos generando valor agregado para el 1% más rico de la población mundial, o podremos avanzar en el uso de las ciudades como instrumento de redistribución de riqueza e ingreso indirecto?

Marcelo Corti es arquitecto y urbanista. Integra el Estudio Estrategias y la red de consultores La Ciudad Posible. Y es director de la Maestría en Urbanismo de la FAUD-UNC y del blog Café de las ciudades.

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