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DEFENSORA DEL LECTOR
Tribuna
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En el nombre de Casasimarro

Queja por la visión que dan del pueblo de Cuenca dos artículos que se hacen eco de una polémica por una placa conmemorativa

Placa por la conmemoración de los 40 años de la muerte de Ángel Rodríguez Leal en Casasimarro (Cuenca).
Placa por la conmemoración de los 40 años de la muerte de Ángel Rodríguez Leal en Casasimarro (Cuenca). Carlos Rosillo

Casasimarro, una localidad de la provincia de Cuenca de 3.800 habitantes, ha merecido este mes la atención de EL PAÍS por partida doble. Un artículo de opinión y un reportaje se han hecho eco de la polémica provocada por la negativa de su alcalde a secundar una iniciativa del único concejal de Ahora Casasimarro. Su propuesta era colocar en el parque dedicado a Ángel Rodríguez —asesinado en el atentado contra los abogados laboralistas de Atocha— una placa recordando tan terrible suceso, del que se cumplen 40 años.

La primera mención a la polémica la hizo el columnista Jorge Martínez Reverte, que en un artículo del 6 de enero, titulado Sensibilidades, criticaba con extrema dureza las razones aducidas por el alcalde del PP —no quería “herir sensibilidades”, alegó— para rechazar la colocación de dicha placa. Pero Martínez Reverte mencionaba también al pueblo, del que decía:

“Casi dan ganas de vender el pueblo para que los asesinos de Argentina y Chile que todavía estén en libertad vayan allí a descansar. Lo más que puede pasarles para alterar su sueño sería que se encuentren un galgo ahorcado y con las tripas al aire para que las devoren las alimañas, que es una costumbre instalada en algunos lugares de la campiña de Cuenca. Esa costumbre hila muy bien con el asesinato frío y cobarde de gente que se dedicaba a mejorar la vida de los trabajadores”.

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El sábado 14 de enero, se publicó además un reportaje sobre el mismo tema, hecho en Casasimarro, y titulado El pueblo que no puede superar la Guerra Civil. Tres días después recibí una carta de una vecina de ese pueblo, que se identificaba como A. Z., en la que protesta por la visión que dan ambos textos. Respecto al artículo de Martínez Reverte, aclara:

Los dos textos ofrecen una visión negativa del pueblo sin mucha razón

“Vivo en Casasimarro desde hace 25 años, tengo dos hijos nacidos aquí, nunca han visto un galgo colgado con las tripas fuera, ¡y mira que es habitual! (o al menos eso hacen ver en el artículo de opinión del 6 de enero (…). Mi madre era de aquí, y nació en plena guerra. Con 20 años quedó huérfana de madre y emigró a la capital, como aquí dicen, pero siempre que podía volvía, este era su pueblo y lo amaba, siempre hablaba de las bondades de sus vecinos y de lo buena gente que eran. Y digo eran, porque ahora por lo visto ya no lo somos. Ahora no. Ahora somos cómplices de los asesinos políticos y de la peor calaña”.

Jorge Martínez Reverte no tiene inconveniente en responder a la lectora. “El problema es que alguien pueda decir que honrar a un muerto, tan injustamente muerto, pueda herir la sensibilidad de nadie, independientemente de quien provenga la iniciativa”, señala.

La misma señora se refiere con ironía al retrato que se hace de Casasimarro en el reportaje. Un pueblo presuntamente dividido por querellas que datan de la Guerra Civil. Los bandos se basarían más bien en aspectos geográficos, señala: “De la plaza para el este, La Candelaria, y de la plaza para el oeste, san Antón. Para no herir sensibilidades, llegado su día, los vecinos de uno y otro bando abren sus casas para invitar a merendar a los del bando contrario”.

Nacho Carretero, autor del texto, dice haber recogido en él el estado de ánimo del pueblo.

“El reportaje”, explica, “lejos de emitir opinión alguna, trata de reflejar el sentir de un pueblo a través de numerosas conversaciones y entrevistas con vecinos y representantes políticos. Todas ellas evidencian que existe una división política profunda en el pueblo. En ningún momento expongo que esto afecte a la convivencia y sí aludo, en cambio, a que los jóvenes parecen mantenerse al margen. Dicho esto, entiendo que el reportaje pueda producir malestar a los vecinos. No era esa, obviamente, la intención”.

Creo que está más que justificado el malestar que refleja la carta de la lectora, ya que ambos textos dan una imagen negativa de Casasimarro sin mucha razón. La columna, al hacer extensibles al pueblo las críticas contra su regidor. Y el reportaje, porque afirma que Casasimarro “no puede superar la Guerra Civil”, sin más base que las opiniones contrapuestas de un puñado de vecinos sobre la conveniencia o no de colocar una placa en el parque de Ángel Rodríguez.

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