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Tribuna
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La ruta del yihadismo

El entendimiento entre Oriente y Occidente es posible, pero es labor de todos

La policía italiana muestra una bandera del Estado Islámico durante una rueda de prensa en Roma.
La policía italiana muestra una bandera del Estado Islámico durante una rueda de prensa en Roma.MASSIMO PERCOSSI (EFE)

Hace siglos la Ruta de la Seda fue un vehículo de cultura y desarrollo entre Oriente y Occidente. Hoy esa ruta trae hasta Europa la acción violenta del Estado Islámico (EI), que pretende transformar un espacio de seguridad y libertad en otro de terror para ciudadanos estupefactos ante hechos tan crueles e incomprensibles.

El nuevo terrorismo del EI es un terrorismo total, universal, sin límites ni escrúpulos. Puede prescindir hasta de organización. Se manifiesta en cualquier rincón del mundo donde alguien esté dispuesto a seguir los designios de la yihad global. Al Qaeda, última organización terrorista piramidal y jerarquizada, dio paso a grupos articulados en redes horizontales seguidores de Bin Laden. Ante la torpeza de Occidente, se formó un engendro que asumió el nombre de EI y controló parte de un territorio, creando el Califato Universal —muy distinto de los califatos de la Edad Media—, que creció en adeptos a través de las nuevas tecnologías.

El EI necesitaba un espacio físico para asentarse y enfrentarse a las potencias que lo combaten. Ese planteamiento ha resultado demoledor para sus enemigos y heroico para sus adeptos. Mientras se lucha en Siria e Irak, el EI expande su Califato Universal con las enseñanzas de los más de 30.000 muyahidines que han vuelto a Europa desde las zonas de conflicto, convertidos en imames del terror.

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Abu Baker al Bagdadi, líder del EI, es consciente de que la guerra territorial está perdida, pero el heroísmo de los combatientes sirve como adoctrinamiento para otros miles en todo el mundo. El EI resistirá, o no, en Mesopotamia o se instalará en África, pero la verdadera yihad está en Europa. Su verdadera victoria es la expansión de la pandemia terrorista. Sus agentes expendedores han conseguido su objetivo al haber cambiado nuestro modus vivendi, limitando nuestras libertades e inoculando el miedo constante en cualquier manifestación de nuestra vida.

El nuevo terrorismo del Estados Islámico es un terrorismo total, universal, sin límites ni escrúpulos

Por ello, no basta con la anticipación de las barreras penales, ni con ampliar los delitos, ni con una mejor preparación de la policía y de la justicia en sus técnicas de investigación y sanción. Es necesario profundizar para llegar a la raíz del problema. El EI no desaparecerá de las mentes de quienes se adhieren al mismo si no se les ofrece una contrapartida igual de interesante o aún mejor. Desprogramarlos de la ideología patógena adquirida, desradicalizar a los captados o impedir que se sumen a ella es una labor de largo alcance que implica a todos.

Los terroristas han convertido en fuerza las consecuencias de sus acciones. A mayor xenofobia, mayor justificación de la acción violenta; a mayor islamofobia, más deber sagrado de atacar a los infieles. Es decir, hemos entrado en el bucle, diseñado por ellos, del que es difícil salir si no somos capaces de romper esa inercia.

En 2017 se celebrarán en España juicios por delitos de terrorismo yihadista contra unas 40 personas. El esfuerzo de fiscales, jueces, policías y servicios de inteligencia es necesario y debe ser coordinado, sin espacios de desconexión entre servicios y sistemas jurisdiccionales, sumando esfuerzos y acciones eficaces. Pero no es suficiente. Si, para justificar sus acciones el EI argumenta que son “por venganza y por el paraíso” y esa misma idea se inserta en los mensajes de captación de niños a través de videojuegos, en la placidez del rostro de los mártires o en la ilusión de las mujeres para alcanzar su plenitud como mujeres del islam, entonces nosotros deberemos descender a ese nivel y prepararnos a fondo para hacer frente a estos hechos. En caso contrario, las condenas retroalimentarán a los propios condenados.

El esfuerzo no solo debe centrarse en los aparatos de seguridad, en la persecución del tráfico de armas o la financiación del terrorismo e incluso en la creación de estructuras internacionales de persecución, al amparo de la jurisdicción universal, idónea para este fin. También debe plasmarse en el diseño de políticas comunitarias que cambien la inercia del cierre de fronteras por el de la racionalización del fenómeno migratorio, excluir cualquier ánimo xenófobo frente a este terrorismo y fortalecer las políticas de integración y educación, que hagan desaparecer la marginación de miles de personas.

El entendimiento de Oriente y Occidente será inalcanzable si no se supera la desconfianza y no se aborda una política común frente a quienes sí la tienen en el terror. La ruta del Estado Islámico llega a nuestras tierras. De nosotros depende cegarla y reconvertirla en aquel primer hallazgo que tanto bien trajo a la humanidad.

Dolores Delgado es fiscal coordinadora [PIEPAG]contra el terrorismo yihadista[/PIEPAG] en la Audiencia Nacional.

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