_
_
_
_
_
CLAVES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Copagos milagrosos

Discriminar, entre trabajadores y jubilados en primer lugar, y dentro de los jubilados en segundo lugar, es sembrar la semilla de la discordia

Víctor Lapuente
Un hombre camina ante una farmacia situada en la madrileña calle de Ríos Rosas.
Un hombre camina ante una farmacia situada en la madrileña calle de Ríos Rosas. EFE

El actual sistema de copago farmacéutico, condicionado a los ingresos de los jubilados, es problemático. Su reforma, anunciada con poca claridad por la ministra Dolors Montserrat y que profundizará en el carácter redistributivo del copago, es aún más problemática.

En un mundo ideal, todo copago seguiría la melódica lógica de la ministra de que “quien más tiene debería pagar más”. El régimen vigente parece injusto, ya que los jubilados que perciben 18.001 euros al año pagan lo mismo (un 10% del medicamento, con un límite de 18 euros al mes) que quienes ganan 100.000 euros. Por lo que, crear categorías intermedias —a los 30.000 o 60.000 euros— sería más equitativo.

Pero, como indican algunos expertos en el Estado de bienestar, medidas teóricamente redistributivas pueden resultar contraproducentes. Discriminar, entre trabajadores y jubilados en primer lugar, y dentro de los jubilados en segundo lugar, es sembrar la semilla de la discordia. Unos ciudadanos se sienten receptores de primera, otros de segunda y otros de tercera. Los trabajadores se quejan de los privilegios de los jubilados. Y éstos de que no se tiene en cuenta su dependencia de unos tratamientos médicos cada día más caros. Todo colectivo elabora rápidamente su catálogo de quejas.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Además, situar la frontera entre los más y menos privilegiados en el acceso a un servicio público no es una decisión técnica, aséptica, permanente y gratuita. Es política, controvertida, sujeta a polémicas recurrentes, y costosa, tanto administrativa como políticamente.

Sí, sigue siendo más justo hacer pagar un porcentaje mayor de los medicamentos a quien más tiene. Pero si el precio de la justicia es un carrusel de agravios con pocos efectos sustantivos, ¿por qué no eliminar el componente redistributivo?

Los copagos ayudan a financiar la creciente factura farmacéutica, racionalizan la demanda, y son sensibles a una variable estrictamente médica y neutra: los enfermos crónicos que necesitan tratamientos caros disfrutan de topes mensuales razonables. No pidamos a los copagos que, además, hagan la tarea de los ministros de Economía y Hacienda. @VictorLapuente

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_