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CLAVES
Columna
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Contradicciones

En España, los ciudadanos esperan mucho de un Gobierno en el que confían muy poco

Sandra León
Mariano Rajoy, presidente del Gobierno en el Congreso de los Diputados
Mariano Rajoy, presidente del Gobierno en el Congreso de los DiputadosULY MARTÍN

El politólogo Adam Przeworski describió la democracia en uno de sus libros como el “altar” ante el que los ciudadanos depositan una variada ofrenda de aspiraciones para el sistema político: justicia, redistribución, elecciones libres, Estado de derecho, dignidad, participación, igualdad, libertad, seguridad, entre otras.

En España, y más generalmente en los países europeos del Sur, el “altar” de la democracia se asocia con más intensidad que en otros países europeos a ciertos resultados, como la protección frente a la pobreza o la igualdad en los ingresos. Los españoles no sólo muestran un grado de acuerdo relativamente alto con que la democracia debe igualar rentas, sino también con que el Gobierno ha de intervenir para reducir las desigualdades en los ingresos, como muestran los datos de la Encuesta Social Europea de 2014.

Esa mayor querencia por el papel redistribuidor del Gobierno no es resultado de la crisis. En el año 2006 la opinión pública española también mostraba más apoyo que la mayoría de países europeos a que el Ejecutivo intervenga para corregir la desigualdad. Esa preferencia ha aumentado durante la recesión, como también lo ha hecho (entre 2011 y 2015) el porcentaje de ciudadanos que preferiría pagar más impuestos para mejorar los servicios públicos frente a la opción de pagar menos impuestos aunque se redujeran las prestaciones, según datos del CIS.

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Sin embargo, la demanda de los españoles de un papel activo del Gobierno en la reducción de las desigualdades y su predisposición a contribuir con sus impuestos contrasta con otra característica que les diferencia en el conjunto europeo: una elevada confianza social (hacia el prójimo) combinada con una enorme desconfianza hacia el Gobierno y, en general, hacia la mayoría de las instituciones del país. Esta desconfianza se extiende tanto al poder ejecutivo, legislativo o judicial, como al nivel autonómico o a la Administración central.

Las personas conviven con contradicciones internas. Los países también. En España, una de ellas es que sus ciudadanos esperan mucho de un Gobierno en el que confían muy poco. @sandraleon_

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