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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un merecido Nobel para Santos

El presidente ha llevado el proceso de paz más lejos de lo que ha conseguido ninguna otra figura colombiana

Santos saluda el aplauso recibido tras conocerse el Premio Nobel de la Paz.
Santos saluda el aplauso recibido tras conocerse el Premio Nobel de la Paz.JOHN VIZCAINO (REUTERS)

La concesión del Premio Nobel de la Paz 2016 al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, es el merecidísimo reconocimiento internacional a este político que ha apostado su carrera política y prestigio personal a lograr el fin de la guerra civil más larga de América Latina.

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Santos ha llevado el proceso de paz más lejos de lo que ha conseguido ninguna otra figura colombiana. Una vez conseguido el alto el fuego definitivo de la guerrilla y firmado con ella el acuerdo, Santos lo sometió a referéndum y tras conocer el rechazo, lejos de arrojar la toalla y considerarlo una derrota personal, asumió el resultado adverso como un mandato popular para seguir trabajando. El compromiso de Santos con la paz está fuera de duda y su determinación y demostrada capacidad negociadora permiten ser optimistas sobre el futuro del proceso. Resultan ridículas las acusaciones que algunos le lanzan de querer firmar la paz en contra del pueblo. Santos no necesita demostrar a nadie su respeto por la democracia. Y conviene tener muy presente que los colombianos no han dicho no a la paz, sino a esta propuesta concreta.

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La candidatura de Santos ha sido apoyada por entidades españolas como el Centro Internacional de Toledo para la Paz. Contrasta el reconocimiento que el presidente ha tenido fuera de nuestras fronteras tanto con la ausencia de galardones españoles como con las críticas vertidas en España por quienes utilizan el prisma vasco como medida única de todo lo que sucede en el mundo. España, como no puede ser de otra manera, y como ha hecho desde siempre (recuérdense los acuerdos de paz de Centroamérica en los años ochenta), tiene la obligación ineludible de apoyar con todas sus energías los procesos de paz en América Latina. Una tierra con la que tenemos vínculos y responsabilidades especiales. Sabotear el proceso de paz colombiano y al presidente Santos, como pretenden algunos, demuestra poca claridad de ideas y nulo sentido político.

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