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En la fiesta del club más exclusivo de Marbella

A la fiesta Black & Gold, celebrada en el Ocean Club, acuden 2.000 invitados para los que el lujo es una religión

Ocean Club durante la fiesta Black & Gold
Ocean Club durante la fiesta Black & Gold

Kirsten tiene 22 años, unos ojos opalescentes, una melena que se le derrama por los hombros como una cascada de oro, unos dientes blanquísimos trazados con tiralíneas y, en la mano, una botella de Don Perignon por la que ha pagado casi 500 euros. "Llegué ayer y me vuelvo pasado mañana a Inglaterra. No podía perdérmelo", dice esta joven de Brighton.

Estamos en una de las fiestas más exclusivas de uno de los clubes más exclusivos de la ciudad más exclusiva del Mediterráneo: la Black & Gold Party del Ocean Club de Marbella. Todos y todas vestían la noche del pasado 24 de septiembre de estricto negro y dorado, como marcaban la etiqueta y el nombre del evento, y conformaban un paisaje de siluetas perfectas, tal vez fruto de la cirugía tan extendida en esas magnitudes, o por la buena alimentación de las clases más pudientes o, sencillamente, porque el público llevaba prendas tan caras que es inconcebible que sienten mal.

Las dimensiones de esta cita se pueden traducir en cifras: durante siete horas, los 9.000 metros cuadrados del Ocean Club, un espacio al aire libre a pocos metros del Mediterráneo y de Puerto Banús, acogieron a 2.000 invitados que agotaron unas entradas que iban de los 300 euros circunscritos a la barra, a los 1.000 por estar en una de las mesas con cena incluida –del sushi al salmorejo, todo lo que se pueda imaginar– instaladas en una plataforma sobre la piscina, frente al escenario. Cada una de las 600 botellas de Don Perignon que desfilaron entre los asistentes costaba 495 euros. Un tercio de cerveza, 18. La presencia nacional era prácticamente nula: predominaban la inglesa y la rusa.

Prueba de sonido de Ocean Club antes de la fiesta celebrada por la noche a la que acudieron 2.000 personas.
Prueba de sonido de Ocean Club antes de la fiesta celebrada por la noche a la que acudieron 2.000 personas.

"Los españoles con este nivel adquisitivo vienen aquí en julio y agosto", contaba un portavoz del Ocean Club, y matizaba: "También es cierto que algunos extranjeros cogen un avión solo para este evento, y se vuelven a su país día siguiente".

La Black & Gold Party es una fiesta anual que entra en las denominadas closing parties, con las que muchos clubes de destinos turísticos echan el cierre de su temporada veraniega. El Ocean Club, además, echó el resto: en su escenario, flanqueado por enormes pantallas con una definición inalcanzable para una retina humana, desfilaron decenas de bailarines y un cuarteto compuesto por una dj, un cantante, un saxofonista y un violinista que, con sus instrumentos ribeteados de bombillas, lograron que incluso la versión house de una balada de U2 sonara a gloria.

Una de las botellas de Dom Perignon que se degustaron durante la velada.
Una de las botellas de Dom Perignon que se degustaron durante la velada.

Como traca final se reservaron a Erick Morillo, ese dj de caché estratosférico que todos los clubes del mundo quieren en sus fiestas. Aunque la verdadera traca fue la que le sirvió de introducción al neoyorquino: durante los ocho minutos previos a su entrada en escena, un repertorio de fuegos artificiales lanzados desde el mar incendió el cielo nocturno, coreografiado con los compases electrónicos de Opus, un tema de Erick Pryde.

"Marbella es esto, y es Puerto Banús y su lujo, pero es muchas cosas más", explicaba ante semejante despliegue el delegado de la concejalía de Turismo, Miguel Luna. Y tiene razón. A solo 15 minutos estaba la plaza Altamirano, en la parte antigua de casitas blancas donde la ciudad reivindica su condición de pueblo andaluz.

Allí, no hace falta despellejar la cartera para disfrutar de una buena cena y su consabida sobremesa. Y perderse por sus desordenadas callejuelas de fachadas impolutas con balcones abalaustrados, es gratis. Igual que recorrer los senderos hasta La Concha o el Pico de la Cruz, dos cumbres montañosas que respaldan la ciudad con más de mil metros de altitud y desde las que, tras dos horas de caminata, uno se recompensa con vistas que van del Mediterráneo hasta la sierra granadina.

Volvamos a la noche. A solo 17 kilómetros, en el Ocean Club, continúa la fiesta desmedida. "Supongo que la clave de Marbella es esto", concluye Luna: "Sencillamente, tienes de todo".

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