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Una democracia de abstinentes. En Colombia ganó el “no te metas”

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Sí a la paz en Colombia. Foto: Luis Acosta (AFP)

Comprender la guerra, sus causas de horror y de odio, sus consecuencias de muerte y dolor, es una tarea que simplemente escapa a los límites de la razón. A la guerra no se la comprende, se la sufre, se la encarna, se la desprecia, se la odia. Más aún cuando se trata de la peor de todas las guerras, de una guerra entre hermanos, que ha costado más de 7 millones de víctimas durante 52 larguísimos años.

¿Qué podrá escribirse o interpretarse sobre el trágico desenlace del plebiscito del pasado 2 de octubre que no sea una obviedad y, al mismo tiempo, un indescifrable acertijo? ¿Quién podrá explicar por qué un puñado de colombianos le ha dicho que no a la paz? ¿Por qué han elegido seguir el camino de la muerte en un país que ha vivido casi siempre rodeado de violencia, de injusticia e ignominia, tratando de hurgar en los pliegues de la memoria las razones de esa incansable pulsión de muerte y destrucción que la ha constituido como nación?

Tratar de comprender una guerra entre hermanos es insoportable, inimaginable, infinitamente doloroso y cruel. Nada de lo que digamos será relevante. Pero todo lo que digamos será necesario para tratar, al menos, de conjeturar cómo seguir a partir de aquí. No se trata sólo de saber dónde llegará Colombia, sino desde donde partirá ahora, después de esta nueva derrota. Colombia, ese país que obstinadamente pretende ejercer su derecho soberano a vivir en paz, como si renacer fuera su destino, como si saber regresar del infierno fuera su más heroica virtud.

Mucho se ha destacado, con razón, que el plebiscito sobre los acuerdos de paz era una gran apuesta democrática. Lo que parece incomprensible es que, si lo era, no se hayan generado las condiciones institucionales para que gran parte de los ciudadanos y ciudadanas colombianas acudieran a votar el 2 de octubre, evitando así que la esperanza fuera derrotada por el miedo, por la indiferencia y la apatía. Es que el domingo no ganó el rechazo a los acuerdos de paz. Ganó el “no me meto”: casi 63% de los colombianos y colombianas en condiciones de votar, no lo hicieron. Algunos sostuvieron que en los días de lluvia, la gente vota menos. ¿De esto dependía la paz?

Un poco más de 13 millones de colombianos votaron a favor del sí o a favor del no. Pero más de 21 millones no lo hicieron ni por uno ni por otro. Entender esto quizás sea una de las claves para entender por qué la paz se resiste a nacer en esa tierra cruel y generosa, despiadada y amable, desalmada y utópica. Una paz que no han querido parir los poderosos y que nunca consiguieron engendrar los que decían luchar por la justicia y la igualdad. Todo parecía que iba a cambiar a partir de ahora, pero más de 21 millones de colombianos y colombianas decidieron no votar y así ejercer su derecho a perpetuar un presente de incertidumbre y desconsuelo. Simplemente, decidieron ejercer su derecho a gritar un ensordecedor silencio, transformando a la democracia en el imperio de los abstinentes; de los que se pronuncian no estando; de los que expresan su existencia, invisibilizándose; de los que se esconden en un muro transparente contra el cual todo se choca y desintegra, especialmente la esperanza.

La Registraduría Nacional del Estado Civil, el organismo colombiano que cuenta oficialmente los votos del plebiscito, posee un “ranking de abstención”, una especie de cementerio de la democracia; o sea, de la paz. En La Guadalupe, una ciudad de nombre bello y de futuro espectral, en el Departamento de Guainia, donde Colombia se encuentra al mismo tiempo con Brasil y con Venezuela, nadie votó: nadie.

En Uribia, conocida como “la capital indígena colombiana”, en La Guajira, frente al Mar del Caribe, casi 97% de los votantes se abstuvieron. Uribia recibió su nombre en homenaje al político liberal, Rafael Uribe Uribe, asesinado en 1914 y de quién el ex presidente y mercader de la guerra, Álvaro Uribe Vélez, es su sobrino tataranieto.

En Aracataca, departamento de Magdalena, casi el 95% de los que podían votar a favor de la paz, decidieron no hacerlo. El dato no debería ser más o menos significativo que en otras de las tantas ciudades colombianas donde más del 80% de los posibles votantes decidieron silenciar su participación. No lo sería si no fuera allí donde nació Gabriel García Márquez, ese inventor de historias y de realidades mágicas, que tanto nos enseñó a soñar con una Colombia más justa y humana. ¿Qué había en Aracataca aquel 6 de marzo de 1927 en que Gabo nació? ¿Qué había que hoy se perdió? ¿Qué había que la guerra lo envenenó?

En Medellín, una ciudad que se ha transformado en ícono de la reforma urbana democrática, votó menos de la mitad de la población y el 62,97% lo hizo contra los acuerdos de paz.

Como quiera que sea, aunque el mundo estaba expectante y ansioso, la gran mayoría de los colombianos no votó el 2 de octubre. ¿Por qué?

Quizás por miedo, quizás por indiferencia. Quizás por no entender, quizás por haber entendido. Quizás por desconfianza, quizás por tener demasiadas certezas. Habrá que saberlo y habrá que saberlo pronto, ya que esto podría condenar al fracaso más de cinco años de complejas negociaciones y de importantísimos avances en el diálogo entre el gobierno colombiano y las FARC.

Por eso, resulta sorprendente que la primera reacción del presidente Juan Manuel Santos haya sido sostener que convocaría “a las fuerzas políticas, en particular a las del NO, para escucharlas, abrir el diálogo y determinar el camino a seguir”. Santos ha dado muestras cabales de su voluntad por la paz y de su vocación al diálogo. Entre tanto, después de semejante derrota, debería mostrarse más preocupado en dialogar y encontrar el camino hacia la paz con los millones de colombianos y colombianas que el 2 de octubre no acudieron a las urnas, por el motivo que sea. No será convenciendo a las fuerzas políticas de los que militaron contra el acuerdo con las FARC que se conquistará la paz, sino con el apoyo de los 6.377.482 personas que votaron por el sí y de los 21.833.898 que podrían haberlo hecho y decidieron quedarse en su casa. Esa es la inmensa mayoría que está o debería estar hoy a favor de la paz. Quizás lo hubieran estado, si el gobierno se hubiera dedicado a convencerlos de que este es el mejor camino para construir el futuro de una Colombia más democrática y más libre.

También resulta sorprendente que, habiendo realizado la arriesgada apuesta de una consulta popular, el presidente Santos no haya dispuesto de los mecanismos que contribuyeran a desarticular la peligrosa trama de desmovilización que alejó de las urnas a millones de potenciales votantes. Tampoco es concebible que el tema se le pasara por alto al gobierno colombiano y a las propias FARC. ¿Puede el presidente Santos haberse sorprendido como cualquiera de nosotros ante un índice de abstención de más del 62%? Y si lo sabía, ¿por qué no blindó o protegió la consulta popular ante una eventual derrota como la que sufrió? Después de todo, nada lo obligaba a consultar a la mayoría de los colombianos sobre un asunto acerca del cual no se interesarían, no se animarían o no querrían opinar. Santos le ofrece así al mercader de la guerra, el ex presidente Álvaro Uribe, la oportunidad que necesitaba para ganar un protagonismo que amenaza con dilapidar buena parte de los importantísimos avances logrados.

52 años de guerra no pasan en vano.

Las huellas de una violencia que aún no ha terminado, siguen horadando la sociedad colombiana. El gobierno nacional debería haber construido los anticuerpos de una abstención que seguramente tiene orígenes complejos, pero una de cuyas motivaciones es la despolitización y la apatía. Si se sabía que esto podría ser así, no haber hecho nada es un síntoma de profunda torpeza que podrá tener para Santos un inmenso costo político. Y para Colombia, el costo de centenas de vidas desperdiciadas, de miles de jóvenes abandonando nuevamente el país, de millones de esperanzas rotas.

La abstención electoral nunca ha fortalecido las instituciones democráticas y ha sido siempre un bálsamo para las aspiraciones regresivas de los sectores más reaccionarios de la sociedad. Pasa esto en Colombia, como está pasando también en España. La democracia, mientras se vacía de electores que ejerzan libremente su derecho a la pereza, al hartazgo y a la indiferencia política, se vacía también de contenido, fragilizándose y trivializando sus resultados. Una democracia vacía, postergada, inocua, impotente.

El domingo ganó el “no me meto” y se afirmó una democracia de abstinentes que podrá desestabilizar los inmensos avances logrados por el gobierno del presidente Santos y las FARC. El gran desafío de la paz habrá que ganarlo en la calle, puerta a puerta, cara a cara, mirándose a los ojos, movilizando a la sociedad y a sus organizaciones, a las escuelas, a las universidades y a los sindicatos; a las organizaciones populares y a los organismos de derechos humanos; a los colectivos juveniles, a los estudiantes, a los campesinos, a los pueblos indígenas y a los afrocolombianos; a las mujeres feministas y a las no feministas; a los militantes de todos los partidos que han apoyado y contribuido a construir la paz; a los trabajadores y a las trabajadoras de toda Colombia; a los empresarios honestos y comprometidos con la construcción de un país más justo y democrático; en definitiva, a esos millones de colombianos y colombianas que siempre sufrieron las consecuencias de la guerra, el horror de la violencia, de la muerte, de las desapariciones, del desplazamiento forzado, de la destrucción y del abandono. En Colombia, la paz será con ellos y gracias a ellos. O no será nada.

Comentarios

Soy Colombiana, me duele mi patria y más éste 2 de octubre, cuando la esperanza por iniciar un camino hacia la paz se nos escapó de las manos. Duele ver como a través de estrategias políticas se manipula y se confunde al pueblo; el ex presidente, su sed de poder y protagonismo una vez más se salieron con la suya. Aquí perdimos todos los Colombianos.
No tengo una formación política sólida, soy colombiana y he notado la manera como los argentinos tienen una enorme capacidad de unirse y defender sus derechos, motivo por el cual percibo que en mi país falta educación, sentido de pertenencia, madurez política. Qué rico que algún día aprendamos a ser tan críticos como en el hermano país de la Argentina, donde realmente tienen un compromiso con su destino y se manifiestan activamente frente a sus decisiones.
Muy bueno. Gracias. Aquí dejo otra lectura de lo que pasó: la abstención explica casi todo, pero no todo.Un abrazo.https://mateovillamilvalencia.wordpress.com/2016/10/03/perdio-el-si-las-elites-ganan-otra-vez/
Desde mi perspectiva, el 2 de Octubre gano Colombia, Santos estaba haciendo lo que hace el hermano mayor aprovechado cuando se le muere la mama. El estaba tratando de vender la casa sin el permiso de los hermanos menores, pero a la hora de firmar los documentos finales las cosas no le salieron como el queria. Haber señores las cosas hay que llamarlas por su nombre, Santos en su afan de protagonismo internacional se monto en este cuento de la paz sin incluir a toda la class politics de el pais. En su afan de sacar adelante su agenda personal no se dio cuenta que el acuerdo favorece mucho a estos bandidos y poco a el pais. Lo positivo de esta jornada electoral es que en Colombia todavia hay democracia y la gente que estuvo en desacuerdo con el acuerdo pudo expresar su pensar y su decision fue respetada. Al final da gusto ver ver que el pais no esta polarizado o embelezado con la ideologia de un solo grupo politico que es lo que tiene a paises como Venezuela en la complete miseria. El 2 de Octubre gano la democracia en Colombia, que se sienten las dos partes negociadores y lleguen a un acuerdo que sea DANDO y DANDO de ambos lados y no solo un acuerdo que hace ver bien a Santos pero que es demaciado consequente con los bandidos estos.
Creo que la abstención sólo demostró, no que no este el país, listo para vivir en paz, sino que los acuerdos que se pretendía firmar no eran suficiente para mitigar y olvidar todo el dolor, pérdidas que ha dejado la guerra. Desde se punto de vista creo que si tenemos madurez al no firmar cualquier acuerdo. Queremos uno, uno que nos repare y nos una
NO creo que el triunfo del NO -por margen estrecho- signifique que la gente común y corriente desea la guerra. Debe haber algo -no conozco- de indignación y cuantas cuestiones más de los afectos, pasiones que están presentes ahí y que son un llamado de atención sobre esos acuerdos que, ellos posiblmente sienten que no terminan la guerra como creen que debe terminar. Colombia no le ha dicho no a la paz, le ha dicho no a una paz que tiene un sabor raro, un sabor a extorsión...en buena parte de los artículos que se lee se observa la tendencia a no indignarse contra la violencia de las FARC, callar frente a eso, decir "era necesario, por la paz". Sin embargo no es la misma posición que se adopta en procesos similares frente a los Ejércitos nacionales y sus comandantes: ellos sí tienen que pagar por los delitos de los que les acusan.
Soy Colombiano y apoye el sí, porque es dar un salto a esta democracia tan desgastada por élites muy poderosas y oscuras, el No fue una estrategia diseñada a base de mentiras similar a la propaganda Nazi. Donde muchas personas con tono de desconfianza optaron por el confort de abstenerse o votar No. Este triunfo del No está ligado a esas elites q tienen sangre en sus manos por mas de cien años, por sectores militarista que quieren la guerra y por el confesionalismo religioso q impuso miedo, postergando nuevamente la oportunidad de salir de ese estado premoderno de nuestra sociedad.
Es quizás demasiado pronto para que se hayan curado las heridas en ese país, pero si realmente hay voluntad, al final lo conseguirán, la gente jóven asi lo quiere, y no se puede estar en guerra eternamente, dice el refrán que " no hay mal que cien años dure", aqui hemos llegado al ecuador y a partir de aqui empieza el proceso hacia la paz.
Esta es una oportunidad para el dialogo de todas las fuerzas políticas y sociedad colombiana incluyendo los del Si, los del No y la abstención. En Colombia se quiere la Paz sin impunidad y mediante un proceso incluyente y democrático realmente
Por eso tenemos los gobernantes que nos merecemos; las personas no leen y se creen cualquier espanto.
Magnifico comentario El grito de insatisfacción por siglos de desconocimiento de mas del 50% de los y las colombianas que viven- sobreviven y sufren los problemas diarios. Es uno de los puntos para la abstención y el NOME IMPORTA Yo nunca he importado por tanto NO ME METO
Se ha perdido una batalla pero no la guerra. A comenzar nuevamente la lucha por la paz , esperando que el pueblo colombiano en esta vez valore la importancia de vivir en armonía consigo mismo, con los demás y con la naturaleza!
Es un artículo muy incompleto, que desconoce la realidad del país, desde lo mas coyuntural como el huracán que en su coletazo inundo a Aracata, hasta el mapa político de anteriores elecciones, pasando por el clientelismo y la manipulación de la campaña del no, con el castrochavismo, la ideologia de genero... en fin. no fue un pueblo indolente, porque la paz nunca logro ponerse por encima de los partidos y convertirse en un propósito nacional, fue una batalla entre el uribismo y el santismo, quienes debieron mostrarse magnanimos con la paz y en pro de concretarla renunciar a sus mezquinos intereses...
Soy argentina, no conozco Colombia, pero entiendo que el voto al No, significa No a las condiciones de la PAZ. Me parecen que reclaman condiciones diferentes, a las que se habían pactado entre las cúpulas. Desde ese punto de vista me parece bien que Santos consulte a los que votaron por el No y escuche a las personas que quieren la paz pero con otras condiciones.Me parece ligera la opinión que ganó el No te metas,porque es un pueblo que ha sufrido mucho y estoy segura que las razones de la abstención tienen raíces muy profundas, en otro lado.
Esta "democracia de abstinentes" como la llama el autor del articulo, tiene sus razones para serlo, por ello en este Link se cuentra un articulo bien interesante basado en un Estudio:http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-37539590
Un huracán (huracan uribista, dijo una amiga) impidió la votación en varios sectores de la costa Atlantica desde la Guagira, no es despreciable ese factor en los resultados, algo poco tenido en cuenta por quienes desde la comodidad del centro opinan sin sensibilidad...
Coincido muy en general con la opinion, creo que historicamente el pueblo colombiano es abstencionista, y por lo demas el gobierno y las FARC creo que poco hicieron para atraer a la poblacion por la Paz ademas de desconocerse profundamente el contenido de los acuerdos ( solo la extension de los mismos hace que no sea sencillo conocerlos) De manera que esto lo aprovecha Uribe, y comoen politica lo que no hace una parte lo aprovecha la otra, Uribe especula y puede salir fortalecido. Pero la responsabilidad absoluta, creo, es de las FARC y el gobierno.
Qué reflexionsaza! Es eso, más claro no puede haber quedado. Gracias por ser justo con las palabras, gracias por no utilizar lugares comunes, gracias por investigar las realidades de Uribia, Aracataca y Guadalupe. Gracias por interesarte en mi país. Un Gran saludo!
No falta algún medio europeo o periodista que dice que los colombianos no entendíamos qué estábamos votando... pero yo antes que Serpa, quien dijo "yo no entiendo este país", creo que las causas estuvieron bastante claras.... Si a las auc se les dio 8 años y nos pareció poco a los colombianos, ¿qué le iba a parecer a la población dar 8 años de Congreso sin elección por voto ni cárcel? Matar por la justicia social no revive a los muertos.Sencillo. Bastaba como dijimos muchos críticos constructivos del proceso (ser acrítico ante cosas tan importantes para el país me parece políticamente irresponsable) que se delimitaran penas, digamos 2-4 años en trabajos productivos, sin elegibilidad durante ese tiempo (porque el acuerdo creaba el problema innegable de que tendríamos sentenciados que al mismo tiempo eran elegibles políticamente), para que le plebiscito hubiera sido aprobado. Pero mucha gente que se supone instruida y la izquierda autodenominada no presionó ni un ápice al grupo que con su violencia sólo le ha dado fama y prestigio a la derecha colombiana. Ahí está; la soberbia de no escuchar.El consuelo es que si se logra un acuerdo ahora que tenga mayor legitimidad ante la población éste estará mucho más fuerte hacia futuro; no le podrán "echar mano" ni de izquierda ni de derecha; el problema nuevamente es que gane la soberbia... Este es momento para presionar con INTELIGENCIA y amor por este país que somos todos, tanto al CD y a las FARC. Y eso está muy lejos de insultar y mentir, que por cierto es una acción muy poco inteligente. Adivinen: Decirle a un opositor del acuerdo "enemigo de la paz" no lo persuade, como tampoco ayuda en nada decirle a quien ha estado por el Sí que sólo quiere entregarle el país a los terroristas. Si usted, quien me lee, ha dicho alguna de estas dos cosas déjeme decirle que es hora de un cambio de actitud; ahora es cuando más cerca o lejos podemos estar de la paz, porque un acuerdo de mayor consenso podría firmarse en cuestión de meses o bien podrían irse en blanco 5 años de esfuerzo de muchos colombianos que han pensado una salida al conflicto armado.
Hola Natalia, me interesa lo que comentás sobre Argentina. ¿Vos observás, realmente, que los argentinos nos unimos por nuestros derechos? No llego a percibirlo. Tampoco lo de que tenemos un compromiso con nuestro destino. Pero me interesaría saber en qué lo notás porque, tal vez, algunos aquí no podamos verlo. Saludos!

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