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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado
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El largo y cálido verano africano: #NommeTonMinistre

Ángeles Jurado

Julio se instaló en Costa de Marfil dejándose lavar por los aguaceros intermitentes que barrían mansamente las calles de la capital económica del país, Abiyán, empujando a los marfileños a quejarse del frío en taxis y mercados. Parecía que #los200, el colectivo de ciberactivistas que denuncia ante el gobierno la carestía de la vida y la cesta de la compra y el sufrimiento del marfileño medio, había logrado hacer llegar sus quejas hasta la cabeza del estado, Alassane Ouattara, y que se reculaba para dar un respiro a la población. Ouattara responsabilizó a sus 43 ministros de la impopular decisión de subir la tarifa eléctrica, afirmó haber escuchado las protestas de sus ciudadanos y prometió reembolsos a los usuarios que se sentían saqueados por la compañía eléctrica. Pacificados por el discurso presidencial del Día del Trabajador y sin elecciones a la vista, todo se desarrollaba con normalidad en la Tierra de la Esperanza.

La paz se demostró -sin embargo- un espejismo: los marfileños recibieron no una, sino dos nuevas facturas de la luz en julio que les pusieron al borde del infarto. Y la cólera prendió en las calles, abandonando el terreno puramente virtual para traducirse en motines y disturbios en ciudades como Yamusukro, capital política del país, Buaké y Daloa, situadas todas en la zona centro, que en teoría es feudo del gobierno actual. En Buaké, se lamentaron un muerto y varios heridos, el asalto a una oficina de la entidad bancaria NSIA y el incendio de instalaciones de la CIE (Compañía Marfileña de la Electricidad, por sus siglas en francés) y la SODECI (Sociedad del Agua de Costa de Marfil). Además, se constató el nacimiento de un nuevo hashtag para el Twitter africano, #PrintempsBaoule, la primavera baulé.

La ira a pie de calle se centró en la CIE, a la que Ouattara acusó de aplicar mal la subida eléctrica decretada por su propio gobierno para este año, a instancias de las instituciones financieras internacionales. Sin embargo, es una rabia amarga que expresa muchas otras frustraciones, como las de los excombatientes que no han recibido todavía sus primas tras participar en la guerra que llevó al poder al gobierno actual hace ya cinco años o las empresas públicas bajo amenaza de privatización. Además de estos malestares, Costa de Marfil puede presumir de una sanidad deficiente, un sector educativo público en necesidad y huelga permanentes e impuestos y subidas en tarifas de servicios y precios de la cesta de la compra que resultan asfixiantes para las precarias economías domésticas marfileñas. A pesar de su excelente crecimiento en términos macroeconómicos, se trata de un país con altas tasas de analfabetismo, economía informal y paro que se traducen en una enorme frustración social y en la tentación del recurso a la violencia.

Para poner en contexto esta rebelión ciudadana hay que señalar que hablamos de una media de entre 40 y 60 euros por factura de la luz, en un país en el que el sueldo del ciudadano medio que tiene la suerte de trabajar no llega a los 130 euros y con el que debe pagar alquiler, deudas varias y transporte, además de comer. Por si esto fuera poco y en el caso de la corriente eléctrica, es un bien extremadamente caro a la par que muy poco fiable: los apagones son constantes y alteran las vidas y los ánimos de los marfileños. Delestron, el superhéroe de cómic que nació como una protesta más ante esta situación, sigue muy activo en redes sociales, cortando la corriente de las vidas marfileñas.

A #les200 le han salido hijos y nietos en cuestión de días, con la resurrección del hashtag #ChezLesIvoiriens y la irrupción en redes sociales de nuevas expresiones de la sorna y el enfado popular, tipo #NommeTonMinistre.

Ambos tienen un carácter lúdico, pero el primero es más ligero mientras que el segundo se tinta de amargura. Como explica el ciberactivista Arsène Denulpart, #ChezLesIvoiriens es un hashtag con origen en Twitter y previo a #Les200, pero que se relanzó y convirtió en trending topic africano poco tiempo después del nacimiento de éste. “Es la continuación de una movilización numérica y tiene un espíritu de compartir”, explica por Facebook. “Soy militante de ese hashtag porque es una forma de afirmar nuestra identidad nacional, nuestra cultura, nuestros valores”. Y define expresiones como tomber en brousse (“sumergirse en la selva”) que indican la desaparición de la circulación durante un tiempo para evitar deudas y problemas de dinero, o allons se reposer (irse a descansar), como invitación para otro tipo de actividades con alguien que despierte nuestra líbido.

Más serio es el caso de #NommeTonMinistre, un hashtag que es fruto de la decisión gubernamental de nombrar al ministro número 44 del gobierno Ouattara: Robert Beugré Mambé, encargado de organizar los VIII Juegos de la Francofonía el año que viene. Es un cargo temporal que ha irritado en las redes sociales marfileñas, puesto que ya existen un ministerio de Deportes y otro de Cultura y Francofonía. #NommeTonMinistre trufa de perlas de humor Twitter con sugerencias como Blaise Compaoré para las relaciones entre Burkina y Costa de Marfil o la creación de nuevos ministerios, tipo el de retorno de la caza al plato de los marfileños, del que se expulsó a agutis, ratas o erizos en tiempos del ébola.

Al gabinete gubernamental se unirán en breve y vía reforma constitucional un vicepresidente y la creación de un senado por decisión de Alassane Dramane Ouattara. #chezlesivoiriens, las masivas reuniones ministeriales suelen ser pródigas en decisiones impopulares y nuevos y excéntricos nombramientos, que muchos marfileños entienden como impuestos y mordidas extras.

Además de las facturas de la CIE (y, por extensión, la carestía de la vida) y de la reforma constitucional prometida por Ouattara, los ya mencionados Juegos de la Francofonía es otro tema que promete mantener la movilización ciudadana viva en calles y redes sociales.

Los juegos estuvieron en el origen de huelgas y disturbios en el campus de la Universidad Félix Houphöuet-Boigny en abril. La obstinación del gobierno en desalojar las residencias universitarias para albergar a los participantes en el evento acabó entre gases lacrimógenos y rumores de palizas y violaciones que recordaron a los tiempos del propio Boigny. El combativo sindicato FESCI, al que se responsabilizó de la violencia en el campus durante la era de Laurent Gbagbo, anterior presidente del país, volvió a protagonizar titulares. El gobierno decidió finalmente abandonar el proyecto de desahucio, pero la organización muestra visos de derivar en un suculento culebrón capaz de generar hashtags y cotilleos sabrosos. A finales de agosto, sin ir más lejos, el gobierno disolvió todas las comisiones técnicas de organización y preparación de los Juegos que llevaban trabajando en el evento dos años. Faltan diez meses para su inicio...

Sobre la firma

Ángeles Jurado
Escritora y periodista, parte del equipo de comunicación de Casa África. Coordinadora de 'Doce relatos urbanos', traduce autores africanos (cuentos de Nii Ayikwei Parkes y Edwige Dro y la novela Camarada Papá, de Armand Gauz, con Pedro Suárez) y prologa novelas de autoras africanas (Amanecía, de Fatou Keita, y Nubes de lluvia, de Bessie Head).

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