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Columna
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La centrifugadora

En una mesa se debería negociar sobre cuestiones socio-económicas; en otra, abrir un debate constitucional

Víctor Lapuente
Reunión de representantes del PSOE, Ciudadanos, CEOE y Cepyme, en marzo de 2016.
Reunión de representantes del PSOE, Ciudadanos, CEOE y Cepyme, en marzo de 2016.BERNARDO PÉREZ
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Opinion: The centrifuge

Tenemos dos debates superpuestos. Uno es el acuerdo de gobierno. Un pacto fácil. La inmensa mayoría de la Cámara se pondría de acuerdo en las políticas concretas que debe llevar a cabo la Administración Central del Estado en esta legislatura. Unos tirarían hacia un lado, otros hacia otro. Y pactarían un punto medio. Pero existe otro debate para el que, de momento, no hay lugar de encuentro: el pacto sobre las reglas de juego. La reforma de la arquitectura del Estado divide a los partidos. Para desbloquear la situación, debemos separar esos dos debates.

Y los partidos se empeñan en mezclarlos. Empiezan hablando de políticas centrípetas en las que, como en la reforma laboral o fiscal, los partidos pueden converger hacia el centro. Pero añaden en la discusión políticas centrífugas, que, como la estructura territorial del Estado o el idioma vehicular en la educación, polarizan. En lugar de atraer, repelen a potenciales aliados.

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Ha sido el problema básico de los dos pactos frustrados, el acuerdo PSOE-Ciudadanos de febrero y el PP-Ciudadanos de agosto. Su inconveniente no era que no sumaran una mayoría parlamentaria. Sino que unían elementos —muchos, de hecho— que sumaban y otros —pocos, pero suficientes— que restaban. Las políticas sociales del acuerdo Sánchez-Rivera podrían haber gozado de un fuerte apoyo parlamentario, amén del entusiasta aplauso que recibieron de activistas y expertos fuera de las Cortes. Y las políticas económicas del pacto PP-Ciudadanos harían las delicias de agentes económicos e inversores extranjeros. Una combinación de ambas políticas, enriquecidas con las aportaciones de otras formaciones parlamentarias, podría servir de base para un Gobierno liberal y progresista. A la danesa.

Pero Dinamarca no tiene una Cataluña. Si en un pacto de gobierno incluimos blindajes constitucionales que producen rechazo en otras fuerzas, será difícil sumar. La solución pasa por separar las mesas de discusión. Sentémonos en una mesa a cerrar un pacto de gobierno sobre cuestiones socio-económicas. Y en otra a abrir un debate constitucional. No lo metamos todo en la centrifugadora. @VictorLapuente

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