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Porque lo digo yo
Columna
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Julia

El talento no se hereda ni se contagia pero hay casos que dan que pensar

La actriz Julia Gutierrez Caba en el Caixaforum, en 2012.
La actriz Julia Gutierrez Caba en el Caixaforum, en 2012. Eduardo Parra (Getty Images)

El talento no se hereda ni se contagia pero hay casos que dan que pensar. En la familia de Julia Gutiérrez Caba, el talento comenzó a brillar en el siglo XIX y nada hace sospechar que vaya a dejar de hacerlo: ahí está la abrumadora Irene Escolar, sobrina nieta de Julia, para confirmarlo. Su hermano Emilio aspira a escribir la historia de la saga y la propia Irene rumia un proyecto que huele a gloria: filmar a su tía Julia mientras charla con ella sobre las cosas de su vida y de la vida.

Julia nació en plena República y debutó en plena posguerra, hace 65 años. No creo que queden muchas actrices europeas que presenten semejante hoja de servicios. Vivió esa época en la que era normal representar dos funciones y a la mañana siguiente grabar una película o una serie. Su aire distinguido es de los que no se pueden fingir. Te la imaginas elegante hasta en el retrete. No se le recuerda ningún gesto zafio, ni una sola metedura de pata. Es la clase de persona que nunca reventaría una fiesta sorpresa.

Julia apenas ha hecho teatro en los últimos 20 años pero mañana, a sus casi 84, en Avilés, estrena la obra Cartas de amor, dirigida por David Serrano y al lado de otro enorme, Miguel Ángel Rellán. En 2014, con esa voz que no envejece, se le escapó un lamento: “Se acerca el fin, no sólo de mi carrera de actriz, que tengo bastante apartada, sino, sobre todo, de mi vida en el mundo”. Qué alegría poder escribir que, por una vez, Julia metió la pata hasta el fondo. El fin tendrá que esperar.

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